María Silvina González, tanatóloga, en la redacción de SUR, después de realizar la entrevista. Salvador Salas

María Silvina González, tanatóloga

«Cuando uno acepta que va a morir, la vida se saborea más»

«El duelo es una reacción natural a la muerte y se estima que se necesitan unos dos años para resolverlo», asegura la experta

Sábado, 27 de julio 2024, 13:02

Todos los días y a todas las horas nos estamos muriendo. De todas las circunstancias de la vida, la muerte es la que más claramente marca la finitud de nuestra propia existencia. Sin embargo, apenas forma parte de la conversación cotidiana y se relega a ... los hospitales o a los círculos más cercanos. María Silvina González es tanatóloga, un oficio que consiste en acompañar a personas que encaminan la última fase de la vida. Ella también ayuda a tratar el duelo que queda en los familiares. A continuación, una entrevista para hablar sobre algo de lo que apenas se habla.

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–Por qué nunca conversamos sobre la muerte?

–Es un tema cultural. En occidente escondemos la muerte. La escondemos debajo de una alfombra. De esta manera, no se genera conciencia de finitud en la gente. Si generas conciencia de finitud, empiezas a tener una vida más consciente. Además, te ayuda también a llegar a la muerte de manera más tranquila.

–¿Qué se entiende por tanatología?

–La tanatología se ocupa de la persona que va a morir, de sus familiares y de su grupo íntimo. Nos guía a reconocer que el duelo es un proceso único para cada persona. Diría que es la ciencia encargada de encontrar sentido al proceso de la muerte.

–¿Tenemos miedo a morir?

–Hay un miedo que forma parte de nuestra raíz. En nuestro ADN está la supervivencia. Si explota una bomba, huimos todos. Eso es subsistencia. Pero luego hay un miedo que nos ha impuesto la cultura. Es un miedo cultural. ¿Cómo se combate? Creando conciencia de finitud.

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–¿Qué es para usted la finitud?

–Como he dicho antes, yo hablaría más bien de conciencia de finitud o conciencia de mortalidad. Es algo que se desarrolla a lo largo de la vida y adquiere especial relevancia en ocasiones como un diagnóstico, la edad avanzada propia o ajena, la muerte de una celebridad o de un ídolo.

–Cada vez más aspectos de la vida se pueden monitorizar. La muerte, sin embargo, no.

–Bueno. Eso es relativo. Tú preparas tu carrera universitaria, preparas tu boda, preparas tus vacaciones… ¿por qué no planear también la muerte? ¿Por qué no ayudar a las personas a morir en paz?

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–¿Es el momento más íntimo de una persona?

–No sé si es el momento más íntimo. Desde luego, es el momento que requiere de más respeto. Es el respeto a las decisiones de la persona que se está muriendo.

–¿Hemos apartado la muerte al cuarto de un hospital?

–Totalmente. La muerte es un secreto. No está incorporada como parte de la vida. Está alejada de la educación y se ciñe a espacios reducidos. La muerte es el patito feo de la vida. Cuando uno acepta que se va a morir, la vida cambia. La saboreas más, dejamos de posponer cosas.

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–A los niños les decimos que el abuelo o la abuela se han ido al cielo.

–Es un tema cultural, es el todo es perfecto, el aquí no pasa nada... Intentamos evitarles un trauma, pero los duelos postergados, en un momento de tu vida, salen.

–Hablemos de ese duelo. ¿Qué es exactamente?

–Es un dolor agudo. Un dolor que tienes que procesar. Cuando uno pierde a un ser querido, al día siguiente, tu vida a va a ser diferente. Pero nosotros no queremos que sea diferente.

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–¿El duelo es una reacción natural?

–Obviamente. El duelo, insisto, hay que procesarlo. Se estima que se necesitan dos años para resolver ese proceso. Si no se afronta ese proceso, si ese dolor se mete en una cápsula, en algún momento de tu vida, va a surgir ese dolor.

–¿Cuáles son las diferentes fases en las que se puede dividir el duelo?

–La teoría habla de cinco fases: negación, ira, de nuevo negación, depresión y fase de adaptación. Aunque todo depende de cada persona.

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–Justo después de la muerte de un ser querido, algunas personas parecen que funcionan muy bien. ¿Es el mecanismo de negación que ha mencionado?

–Es el comportamiento que entronca con la primera negación. Es un mecanismo de defensa que puede ser útil para sobrellevar los primeros momentos. Es como congelar el duelo.

–¿Hay que llorar?

–Llorar es liberador. No pasa nada por llorar. Yo le preguntaría a cada uno que cuándo ha sido la última vez que ha llorado.

–¿La muerte se puede ver también como una liberación?

–La gente que está muy enferma sí puede ver la muerte como una liberación. En el suicidio se estima que también se ve como algo que liberaliza de un dolor muy agudo que se siente en ese momento.

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–¿Cómo es el dolor en una muerte inesperada?

–La muerte inesperada siempre va asociada a un shock. Es más agudo dependiendo del caso. Estamos en una sociedad en la que primero mueren los abuelos, los padres y después los hijos. Esa es nuestra educación, nuestra cultura. Y es así realmente. Que un padre entierre a su hijo no es normal.

–La tregua que nos da la rutina tras la muerte de un ser querido dura apenas dos o tres días. Enseguida hay que volver al trabajo.

–Estamos en una sociedad capitalista, no hay que olvidarlo. En tres días no te da tiempo a procesar nada. No te da tiempo ni a llorar lo que tienes que llorar. También hay personas para las que el trabajo puede ser una especie de refugio.

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–¿Qué se le puede decir a una persona más allá de trivialidades como que el tiempo lo cura todo, que la vida es así?

–Las frases hechas no sirven para nada. Muchas veces no hay que decir nada. Basta con estar y acompañar. Hay que estar y abrazar con el corazón. Escuchar el dolor del otro.

–No hay nadie que nos pueda contar cómo le ha ido. ¿La muerte será un eterno misterio?

–No lo sé. ¿Por qué lo tenemos que saber todo? Estamos preocupados en qué nos va a pasar después de la muerte que nos olvidamos de vivir.

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