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Desde hace casi cuatro décadas el jesuita Kike Figaredo (Gijón, 1959) ejerce su labor pastoral y misionera en Camboya, donde desde hace veinte años es el prefecto apostólico de la provincia de Battambang. El conocido como el 'obispo de las sillas de ruedas' por su ... trabajo de ayuda a las personas con discapacidad formó parte del grupo mundial de lucha contra las minas antipersonas que fue galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1997. Figaredo estuvo esta semana en Málaga para participar en la presentación de la acción solidaria que la Agrupación de Cofradías de Semana Santa desarrollará con motivo de su Centenario y consistente en la donación de un centenar de sillas de ruedas al país asiático y de una réplica del Cristo Resucitado que se venerará en la parroquia de Kompong Ko de Battambang.
–¿Cómo se definiría usted?
–Como una persona de fe; un pecador; una persona al servicio de la Iglesia; y un seguidor del Señor que entiende su misión como un acto para descubrir y reafirmar la presencia del Señor en las misiones.
–Lleva casi cuatro décadas en Camboya. ¿Cuál es su labor en este país?
–Mi misión, en nombre e la Iglesia, es tener una presencia amable y cercana que reconforte a los camboyanos, quienes han sufrido tanta guerra y tanta destrucción. Una presencia que desarrollamos en dos vertientes: una pastoral y otra social. En esta última nos focalizamos en la asistencia a personas discapacitadas y en la educación con colegios, becas, medidas para la higiene y la sanidad... En tamaño y volumen, la acción social es muy grande porque son muchas las necesidades. En cuanto a la labor pastoral estamos reconstruyendo la Iglesia en Camboya que fue totalmente destrozada. Ahora estamos construyendo templos, fundando comunidades católicas y desarrollando una labor catequética.
–¿Cómo es predicar la religión católica en un país mayoritariamente budista?
–En Camboya la gente es de fe, religiosa, lo que pasa es que creen en otras cosas. Muchos budistas, entre los creyentes y los líderes religiosos, nos ven como personas que ayudamos a la gente a creer bien porque estamos cercanos a la gente sencilla. Los budistas nos ven bien porque llevamos buenos principios y damos una visión positiva y buena. También hay otro aspecto donde hacemos énfasis y es el cultural. Camboya tiene una cultura muy rica en música, arte, teatro, danza, arquitectura y en mi prefectura intento enriquecer nuestra liturgia y nuestros edificios con la cultura camboyana; eso les gusta mucho, les acerca mucho y ayuda mucho a la expresión de la fe porque sienten que la fe se puede expresar en su cultura y en sus modos culturales.
–Hay quien le considera a usted un héroe, ¿se siente como tal?
–No. No me considero un héroe de nada. Lo que he sido es un poco pionero porque he ido a unas zonas donde después de la guerra hemos sido los primeros en aparecer por allí. Yo puedo poner el rostro y puedo ser un líder que anima, pero yo trabajo con equipos de sacerdotes jesuitas, trabajadores sociales, con voluntarios...
–¿Cómo se está viviendo la pandemia en Camboya?
–Como algo que nos ha frenado en la vida, pero no hemos tenido la tragedia que se ha vivido en otras partes del mundo. En Camboya no hemos tenido crisis sanitaria, sólo ahora está habiendo algunas muertes, porque el país está cerrado desde hace más de un año. Camboya es una sociedad mayoritariamente de gente joven y es un país donde el 85% de la población vive en zonas rurales por lo que el impacto es mucho menor. Sí está siendo fuerte el impacto en la economía en cuanto a las inversiones exteriores, el comercio o el turismo, que prácticamente han desaparecido.
–¿Qué lección debe aprender el mundo de esta pandemia?
–Estamos todavía en proceso de aprendizaje. Personalmente veo que es una llamada a la solidaridad y a la cercanía. Desde que hemos comenzado la pandemia sabemos que el estar cercano y ser solidario con la gente que sufre es muy importante. Es una llamada a ralentizar nuestras vidas, a no correr tanto y fijarnos más en las personas y ser más solidarios. Además, creo que la naturaleza se ha rebelado contra el ser humano. La pandemia nos dice que la epidemia somos nosotros, que hemos creado una civilización que no respeta el orden natural y la naturaleza se ha enfadado. Por tanto, tenemos que ser más respetuosos con la naturaleza, tenemos que pensar las cosas mejor antes de actuar con un desarrollo desordenado. Y un tercer aprendizaje es que la pandemia es una llamada a que nos apoyemos unos a otros.
–Usted atesora una amplia experiencia en la atención a los refugiados. ¿Cómo trata el mundo de hoy a los refugiados?
–Lo que veo es que cada vez el mundo crea más barreras a la transferencia de personas. En España hemos ido a América Latina sin trabas, y en cambio ahora cuando vienen a Europa de otros continentes sólo hay trabas, trabas y trabas. Debería crearse un sistema legal más ágil y flexible para acoger a las personas de una manera más ágil y de una forma más ordenada y justa. Estos flujos humanos que son continuos y van creciendo tienen que hacernos reflexionar sobre los desórdenes en el mundo y que si hubiera un desarrollo sostenible y no se favorecieran las guerras y la explotación de los recursos naturales en países de África, Asia o América no habría tanta emigración y desplazamientos forzados. Hay que acoger, porque la tierra es de todos no sólo de los que viven en una zona determinada, estamos llamados a la solidaridad.
–¿Cómo valora la acción solidaria de la agrupación de cofradías en Battambang?
–Me parece muy especial e inspiradora. Donar sillas de ruedas es una manera muy bonita de ayudar a la transformación de la vida de mucha gente. Con su acción las cofradías de Málaga levantan un puente precioso de solidaridad y de cariño con Camboya. Es un signo precioso de solidaridad y fe. Además, hay un poder espiritual muy fuerte en la donación de la imagen de un Cristo Resucitado porque es el mensaje de que la vida es más fuerte que la muerte.
–Usted es jesuita como el papa Francisco, ¿eso marca mucho?
–A este papa lo adoro. Me siento muy cercano a él porque es muy cercano a nosotros. Con el papa Francisco nos sentimos muy apoyados y espiritualmente muy inspirados.
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