Ana Belén Jiménez, en la sede de la asociación Filio, antes de responder a las preguntas de SUR. Francisco Hinojosa
Entrevista. Ana Belén Jiménez

«Ejercer autoridad sobre tu hijo es darle el amor que necesita»

presidenta de la asociación Filio ·

Lamenta que «los padres ahora quieren ser amigos de sus hijos» y que ello crea una relación disfuncional que puede llevar a la violencia filioparental

Lunes, 4 de abril 2022, 00:25

Ana Belén Jiménez (Málaga, 1975) es psicóloga y presidenta de la Asociación Filio, una entidad especializada en resolver conflictos familiares. Especialmente, los que tienen el componente de la llamada violencia filioparental. Es decir, aquella que emana desde los hijos y se dirige hacia los padres. ... La violencia en el seno familiar sigue siendo muchas veces un tema tabú, pero el pudor y la vergüenza aumentan cuando se trata de los propios hijos. ¿Cuáles son las causas que hay detrás y cómo se puede encontrar una salida? Una entrevista sobre lo que pasa cuando el niño le pone la mano encima a un padre o a una madre.

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–Defina lo que es la violencia filioparental. 

–Son agresiones reiteradas físicas, psicológicas o económicas que se dirigen a los padres o a aquellas figuras que ejercen de padres por parte de los hijos.

–¿Es una violencia que nace a partir de una violencia ejercida por los padres hacia sus hijos?

–Es uno de los posibles desencadenantes. La violencia filioparental tiene muchos factores que pueden provocar su aparición. Que haya violencia en el entorno familiar, aunque no sea física, hace que los hijos normalicen esa manera de resolver conflictos. La causa que vemos más, no obstante, está en un estilo de crianza no adecuado. O bien padres muy autoritarios o padres muy sobreprotectores, que no son capaces de ponerle límite a sus hijos. Luego, existe otra conexión importante entre los divorcios de alta conflictividad y la aparición de la violencia filioparental.

–¿La violencia en el seno familiar es un tema tabú? 

–Lo sigue siendo, pero cada vez menos. Lo que pasa es que los propios padres no asumen el denunciar, aunque sea hablándolo con un amigo o un familiar, que sus hijos ejercen este tipo de violencia.

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–¿La vergüenza y el pudor se incrementan cuando son los hijos quienes ejercen la violencia sobre los padres?

–La vergüenza, el pudor y, más importante, la culpa. En el fondo, esos padres saben que parte de lo que está ocurriendo con sus hijos es responsabilidad de ellos.

–¿Qué lleva a un niño a levantarle la mano a uno de sus progenitores? 

–No es algo que ocurre de un día para otro. Normalmente, es un proceso que se inicia desde la infancia. Tiene un componente a nivel educativo. El no establecer unos límites claros y consistentes hace que los menores se vayan acostumbrando a ir subiendo eslabones en lo que es la jerarquía familiar. El mamá qué me dejes o la patada después de una rabieta… ahí empieza la violencia filioparental. Es un proceso que va en escalada.

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–La palabra autoridad se ha cargado de connotaciones negativas. ¿Habría que pronunciarla más? 

–El problema es que se confunde autoridad con autoritarismo, que es distinto.

–Entonces, ¿un niño necesita autoridad?

–Sí. Autoridad es disciplina y la disciplina es educación. Ejercer autoridad no es maltratar a tu hijo. Ejercer autoridad sobre tu hijo es darle el amor que necesita. Los hijos necesitan disciplina, los hijos necesitan una rutina, unos hábitos y unos equilibrios para desarrollarse de una manera adecuada.

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–¿Quién sufre más este tipo de violencia? ¿La madre o el padre?

–Suelen ser más las madres. Las madres tendemos a estar mucho más atrapadas en la relación educativa y en la vinculación. Caemos más en la sobreprotección y nos fusionamos mucho con nuestros hijos.

–¿En qué estratos sociales se da este tipo de violencia?

–En todo tipo de familias. Desde familias estructuradas nucleares, familias monoparentales, familias adoptivas, familias reconstituidas… Pero no tienen porque ser familias desestructuradas, con problemas económicos o problemas de drogas. Hablamos de familias normalizadas, de un estatus social medio alto. Muchas veces, el amor está. Lo que pasa es que no sabemos utilizarlo de manera correcta.

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–¿Los padres, sin ser conscientes, pueden estar sentando las bases de una futura violencia filioparental?

–Efectivamente. Es en la adolescencia y en la preadolescencia cuando mayor incidencia hay. Sobre todo, entre los 15 y los 17 años. Es una etapa un poco más rebelde, en la que los jóvenes suelen buscar su independencia. Necesitan el distanciamiento de los padres. Pero los jóvenes que ya vienen desarrollando un patrón de violencia filioparental explotan en la adolescencia.

–¿La violencia filioparental se deja encausar?

–Sí, pero se necesita ayuda. Tanto los padres como los hijos se tienen que dar cuenta que están bajo una relación disfuncional.

–¿Hay algún factor genético?

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–No. Los factores son sociales, culturales, familiares, individuales y de educación. Confluyen muchos factores en el origen de la violencia filioparental.

–¿Detrás de esta violencia puede haber problemas neuróticos?

–No tiene por qué ser así. Es verdad que hay trastornos que pueden estar asociados. Chavales que consumen droga, por ejemplo. La droga no es el origen de la violencia, pero ayuda a potenciarla. Chavales con hiperactividad tienen, en un momento dado, una mayor predisposición a la violencia.

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–¿Cuáles son los principales errores que se cometen durante el proceso educativo?

–Están en los estilos educativos. No hay que educar en el miedo y tampoco en la sobreprotección. Si pongo un castigo, tengo que ser constante en ese castigo. Aunque prefiero utilizar la palabra consecuencia a castigo. La educación conlleva establecimiento de normas y límites y la aplicación de consecuencias, que pueden ser positivas o negativas. Pero la consecuencia se tiene que mantener.

–¿Un 'cachetazo' a tiempo estaría justificado?

–No deberíamos llegar a ese punto si sabemos ejercer la autoridad sin violencia. Si yo pego un cachetazo, ya estoy dando vía libre a que el niño normalice que eso en ocasiones es correcto. Hay que educar en la consecuencia. El problema es que estamos haciendo hijos que no tienen desarrollada la empatía y la capacidad de ponerse en el lugar del otro.

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–¿La jerarquía es importante?

–Lo es. Los padres queremos ser amigos de nuestros hijos. No, perdona. Tú puedes tener una relación genial con tu hijo pero eres el padre. Eso tiene que tenerlo claro el hijo y tú. Cuando te pones de amigo de tu padre, las posiciones se igualan. Y llega un momento en el que tu hijo ya va tan de colega que algún día es él el que manda en ti.

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