Siempre nos estamos muriendo. Todos los días, cada hora y cada minuto. Seguramente, la muerte represente el cuestionamiento más elemental sobre nuestra autodeterminación, el desenmascaramiento ... de la libertad individual. Una de las grandes victorias del ser humano es que ya no se muere tanto y tan pronto. Al menos era así hasta que llegó la pandemia del Covid.
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Lucía Vegas (Málaga, 1977) es psicooncóloga. Acompaña a las personas con fecha y a los que se quedan con el dolor de perder a un ser querido. Una conversación sobre algo inevitable.
–¿Por qué nunca hablamos sobre la muerte?
–En nuestra cultura occidental es un tema tabú. No se nos enseña a hablar sobre la muerte con naturalidad, como sí pasa en otras culturas. Creemos que da mal fario tocar este tema.
–¿El coronavirus está cambiando esto?
–Por desgracia, la muerte ha pasado a ser algo que sí está muy presente en nuestras vidas, aunque de una manera muy distinta a la que lo estaba antes.
–Muchos aspectos de la vida se pueden monitorizar. La muerte, sin embargo, no.
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–Sigue siendo incontrolable y sigue siendo algo que nos va a pasar. El ser humano es finito. La muerte es algo a lo que nos tenemos que enfrentar en soledad, aunque estemos acompañados. El tránsito a la muerte es algo que se vive una única vez.
–¿Es el momento más íntimo de una persona?
–Podría serlo. Hay muchas creencias e influye mucho si se es creyente o no. La muerte tiene mucho que ver con el significado que le damos a morirnos. Si somos católicos, la idea de haber tenido una vida en la que hemos sido buenos cristianos nos va a abrir las puertas al cielo. Eso a mucha gente le da esperanza de que hay una continuidad. Las personas que no creen en nada ven la muerte como un fin. El tipo de creencias que tenemos va a influir mucho en este tránsito.
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–¿Tenemos miedo a morir?
–En general, sí. Tenemos miedo a la muerte y miedo a cómo vamos a morir. Es un enigma. Sabemos que vamos a morir, pero ni cómo ni cuándo. Al ser humano le gusta tener cierta sensación de control para tener una regulación emocional. Cuando no controlamos algo, se genera miedo.
–¿Hemos apartado la muerte a un cuarto de hospital?
–Si miramos atrás, cuando alguien fallecía, el duelo se hacía en casa. Queda muy poca gente que lo hace. Todo se medicaliza. Al enfermo se le lleva al hospital y ahí muere. Luego se pasa al velatorio en los cementerios. Nos estamos alejando de la muerte. No queremos vincular la casa con nuestro último recuerdo del fallecido.
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–Y a los niños le decimos que el abuelo o la abuela se han ido al cielo. ¿Por qué no ser francos?
–O se les dice que se han ido con las estrellas. Hay demasiada sobreprotección. Dependiendo de la edad del niño, puede crear mucha confusión. Si son muy pequeños, no saben que la muerte es irreversible. Al año están preguntando que cuándo piensa volver la abuela o el abuelo. Intentamos proteger a nuestros niños del dolor, y es lógico. Pero en realidad no lo estamos haciendo.
–Hablemos de los que se quedan. Desde el punto de vista científico, ¿qué es el duelo?
–El duelo es una palabra que viene del latín y significa dolor. En la psicología, al duelo se le considera como un proceso natural. Es la adaptación que necesitamos para colocar a la persona que se ha ido en un lugar que no nos duela. Pasamos de querer a la persona en su presencia a quererla en la ausencia.
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–¿Es una reacción natural?
–Es absolutamente natural. El duelo no es algo patológico. A priori, no necesitaría de terapia alguna. Sin embargo, si a los seis meses no se ha resuelto, entonces conviene pedir ayuda.
–¿Cuáles son las diferentes fases en las que se puede dividir el duelo?
–Una primera podría ser la negación. Es lo que muchos familiares describen como la creencia de que el fallecido va a entrar por la puerta en cualquier momento. Luego se pasaría a una fase de preguntas y enfado. ¿Por qué me ha ocurrido esto a mí? De ahí, pasaríamos a una negociación entre estas dos primeras fases, dando lugar a la tristeza. Y, finalmente, pasaríamos a recolocar a la persona en su nuevo lugar.
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–Si la muerte es a causa del coronavirus, ¿cómo está influyendo en los familiares?
–La sensación de incredulidad se incrementa. El cómo ha pasado, si realmente ha pasado... La fase de negación va a aumentar. Yo he hablado con muchos familiares y me comentan que no lo terminan de creer. Como no han visto lo que ha sucedido, viven una sensación de irrealidad tremenda.
–Justo después de la muerte de un ser querido, algunas personas parecen que funcionan muy bien. ¿Es el mecanismo de negación que ha mencionado?
–Esto va a depender mucho de cómo ha sucedido la muerte. Hay variables que marcan diferencias. Una muerte repentina no es lo mismo que una enfermedad terminal, en la que ya hay un preduelo. Entonces, dejar que el ser querido se vaya puede ser visto como un acto de amor, ya que se percibía cómo estaba sufriendo.
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–¿La muerte vista como liberación?
–Al principio puede serlo. Pero el dolor de la pérdida viene luego porque la muerte ha sucedido. Tiene que ser procesada a través del duelo.
–¿Cómo es el dolor en una muerte inesperada?
–Con una muerte inesperada o trágica se produce un 'shock'. La sensación de irrealidad se hace mucho más profunda. El tiempo que alguien pueda estar en una de las fases que hemos mencionado es muy individual. Depende de la edad, de cómo se ha producido la muerte, del apoyo social que se reciba...
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–La tregua que nos da la rutina tras la muerte de un ser querido dura apenas dos o tres días. Enseguida hay que volver al trabajo.
–La tregua apenas da para ir al velatorio y poco más.
–¿Cuánto tiempo puede perdurar la sensación de tristeza?
–El duelo es algo muy individual. Yo, como especialista, intento no meter prisa al doliente. El proceso va a estar muy relacionado con la historia que se haya tenido con el fallecido. Con el cómo sucedió la muerte y si quedó algo pendiente o no.
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–¿Qué se le puede decir a una persona más allá de trivialidades como que el tiempo lo cura todo, que la vida es así?
–Las frases hechas no consuelan. Muy al contrario, suelen sentar mal. Lo que ayuda es validar que esa tristeza que siente es algo muy normal.
–¿La tecnología puede ofrecer ayudas o alternativas, ahora que no se permiten los velatorios multitudinarios?
–Yo creo que las redes sociales y otras plataformas sí que están ayudando en las muertes por Covid. Entre otras cosas, sirven para contactar con nuestros seres queridos, por ejemplo, vía skype. Poder compartir ese dolor, hablar, sentirte acompañado en el dolor. Aquí se puede buscar el sustituto a ese abrazo.
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–¿Existe alguna pastilla mágica para hacerlo todo más llevadero?
–No. De hecho, no es muy recomendable tomar antidepresivos. Muchos familiares suelen tirar de ansiolíticos para mitigar la sensación de ansiedad.
–¿Cómo se explica un duelo colectivo, como el que se produjo, por ejemplo, con la muerte de Kobe Bryant?
–Es algo que nos hace contactar con nuestra propia vulnerabilidad. Cuando alguien famoso enferma de cáncer o fallece en un accidente, hay cierta solidaridad por lo ocurrido. Las emociones son universales. Eso hace del duelo algo cohesionador.
–No hay nadie que nos pueda contar cómo le ha ido. ¿La muerte será un eterno misterio?
–Yo diría que sí, seguramente.
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