Desde abril de 2017, la voz que defiende los intereses de España en Irak tiene acento malagueño. Juan José Escobar Stemmann ocupa desde esa fecha ... la legación diplomática ubicada en Hay Al Mansur, distrito 609, calle 3, de Bagdad. Desde allí atiende el embajador a SUR.
–¿Qué papel juegan hoy los diplomáticos en el mundo?
–La diplomacia es una de las profesiones más antiguas del mundo, y fundamentalmente lo que hacemos es defender los intereses de nuestro país, en mi caso España, en el exterior. Es un trabajo maravilloso, a veces poco conocido, pero esencial en un mundo tan interdependiente y complejo.
–A veces, a tenor de los acontecimientos, da la impresión de que no basta con la diplomacia.
–Es verdad que vivimos en un mundo lleno de conflictos internacionales, producto del fracaso de la negociación, que es una de las funciones básicas de nuestro trabajo. Pero para poner fin a los mismos siempre es necesario volver a la diplomacia.
–¿Cómo es ser embajador en un país como Irak?
–Irak es un país fascinante desde un punto de vista político ya que están presentes en él las distintas fracturas que afectan al mundo árabe: el terrorismo islamista de Daesh, la tensión entre Irán, EEUU y sus socios regionales, las protestas de los jóvenes contra el Estado ante la falta de perspectivas… Siempre están pasando cosas.
–Usted pidió expresamente ese destino, ¿por qué?
–Con los años, he terminado especializándome en el mundo árabe. Cuando salió la oportunidad de ir destinado a Irak no lo dudé ni un instante. Es sin duda uno los países más interesantes y complejos de la región.
–¿Se acostumbra uno a vivir en una zona que es un polvorín?
–La verdad es que cuesta al principio. Sobre todo porque estás permanentemente rodeado de escoltas y has de moverte en coches blindados. La suerte que tengo es que me protege un equipo de la Unidad de Intervención de nuestra Policía Nacional, que son unos magníficos profesionales.
–¿Se pasa miedo?
–Miedo no, aunque sí has de tener cierto respeto. Cuando llegué a Bagdad hace tres años, Daesh seguía poniendo bombas en la ciudad. La situación había mejorado en los últimos tiempos. Pero la tensión entre EEUU e Irán en los últimos meses ha vuelto a complicar las cosas en Irak. El pasado lunes asesinaron a uno de mis mejores amigos iraquíes, Husham Al Hashemi, uno de los analistas más reputados del país. Ha sido un golpe muy duro.
Sobre trabajar en una zona de conflicto: «Miedo no se pasa, aunque sí has de tener cierto respeto»
–¿Cómo se ha vivido la pandemia en Irak?
–En un primer momento, las autoridades iraquíes consiguieron frenar la extensión de la pandemia adoptando medidas drásticas, como el cierre de fronteras o los toques de queda. Lamentablemente tras el fin del Ramadán, se relajaron algunas de las medidas y hoy la pandemia está en alza, aunque el número de fallecidos sigue siendo bajo.
–¿Cuáles son los intereses de España en Irak?
–España ha sido uno de los principales actores en la coalición internacional que se creó para luchar contra Daesh. En los últimos cinco años, España ha desplegado más de 5.000 militares que han formado en la base de Besmaya a más de 50.000 miembros de las fuerzas armadas iraquíes. Tenemos muy buenas relaciones políticas, económicas y culturales.
–¿Qué percepción tienen los iraquíes de España?
–España es un país muy querido en Irak. Se nos ve como un país cercano por el peso que ha tenido lo musulmán en la historia de España. Les gusta nuestra cultura y muy especialmente el flamenco. En estos años hemos organizado varios conciertos en Bagdad y otras ciudades y el éxito fue enorme
–¿Qué cualidad destacaría de los iraquíes?
–El pueblo iraquí es amable y simpático con los extranjeros. Tiene un sentido del humor muy particular y son muy amigos de sus amigos.
–Usted es experto en islamismo y en el mundo árabe. En el mundo occidental cada vez está más extendida la asimilación del islamismo y el mundo musulmán con el terrorismo.
–Creo que es una percepción errónea. Terrorismo hay en todas las culturas. Lo que sí es cierto es que en el mundo musulmán hay más conflictos. Y el terrorismo siempre está ligado a los conflictos. En cuanto al islamismo, tiene sin duda un componente violento muy preocupante, pero también hay otras manifestaciones, yo diría que mayoritarias, que han renunciado expresamente a la violencia. El islamismo, como doctrina política, forma parte del contexto político de los países árabes. Su integración en el juego político sigue siendo uno de los principales retos de las sociedades musulmanas.
–Aunque ahora ha quedado un poco en segundo plano por la crisis del coronavirus, ¿es el terrorismo yihadista una de las mayores amenazas para España?
–Sin duda. España ha sufrido diversos ataques de este terrorismo yihadista. La obsesión de éste con el pasado idealizado de Al Ándalus nos ha puesto en su punto de mira. Esta es una de las razones por las cuales España ha jugado un papel muy activo en la coalición internacional contra Daesh.
Sobre el islamismo: «Su integración en el juego político sigue siendo uno de los principales retos de las sociedades musulmanas»
–Usted que es un gran conocedor, ¿cuál es su análisis de la situación geopolítica internacional?
–Vivimos en un contexto internacional cada vez más volátil, incierto, complejo y ambiguo. Un mundo en desorden, producto de la creciente rivalidad de las grandes potencias, la crisis del multilateralismo, el auge de los nacionalismos, el cambio climático, la proliferación de estados fallidos o el aumento de desplazados y refugiados. La pandemia del Covid-19 probablemente extenderá este desorden global.
–¿Qué papel juega España en este escenario geopolítico?
–España, junto a nuestros socios europeos y otros países, está tratando de apostar por el multilateralismo como orientación estratégica. El objetivo es conseguir una globalización mejor gobernada a través de un multilateralismo más eficaz que garantice la provisión de bienes públicos globales y una respuesta común ante retos tan importantes como el cambio climático. No tenemos otra opción.
–Hay una visión idealizada en considerar a los embajadores como personas que van de fiesta en fiesta y que se dedican a recorrer los países en que son destinados, ¿qué hay de cierto?
–Es un viejo estereotipo al que todavía debemos enfrentarnos. La diplomacia ha cambiado mucho, como lo ha hecho el mundo en el que nos movemos. La mayor parte de los diplomáticos desempeñamos nuestras funciones en países muy complicados, con crecientes riesgos personales. Se trata por otra parte de un trabajo muy intenso en el que prácticamente no hay horarios, porque además de nuestra labor en la oficina, tenemos que asistir continuamente a reuniones o eventos con nuestros colegas. Las relaciones personales son esenciales para la labor diplomática. Es muy importante también nuestro trabajo consular, de apoyo a nuestros ciudadanos en el exterior. La crisis del Covid-19 ha supuesto un importante esfuerzo para nuestros consulados que han facilitado el retorno a España de más de 40.000 connacionales en los últimos meses. Ha sido un esfuerzo enorme.
–¿Lo mejor de la carrera diplomática?
–La posibilidad de conocer en profundidad otros países y culturas y el tipo de trabajo que realizamos. Cuando estás en el exterior representando a España y defendiendo sus intereses, tocamos prácticamente todos los palos: política, economía, cultura… En cierta manera, vendemos España. Es un trabajo maravilloso.
–¿Y lo peor?
–El coste familiar. La mayor parte de tu carrera se desarrolla en el exterior. Tu cónyuge pierde oportunidades laborales y tus hijos suelen sufrir con los continuos cambios de destino. Si consigues superar este coste, es una de las profesiones más bonitas que existen. Desde aquí animo a los jóvenes malagueños a intentarlo. Es esencial dedicarte cuanto antes a estudiar los idiomas que se exigen en la oposición, inglés y francés.
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