No le falta genio para imponer el orden en un módulo repleto de presos. Tampoco se empequeñece en situaciones en las que los reos responden ... con violencia o desobediencia. Elena Getino tiene personalidad y carácter, dos requisitos imprescindibles para trabajar en el ámbito de las prisiones, donde además las profesionales se enfrentan en su día a día a situaciones de machismo que parten de los reclusos. «Nuestro trabajo ya es duro de por sí por sus condiciones y por la carga emocional y física que conlleva, pero al sumar nuestra condición de mujer se nos añaden otras problemáticas», asegura.
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De hecho, la funcionaria apunta a que últimamente están incrementando las proposiciones y agresiones de tipo sexual de presos a compañeras. «Y no se están tomando medidas al respecto, como puede ser el traslado de los reos a otros centros», se queja al respecto. Getino está muy al tanto de estas realidades porque es una de las portavoces de la Asociación de trabajadores en Instituciones Penitenciarias 'Tu Abandono Me Puede Matar'.
«Hablamos de tocamientos o masturbaciones frente a las trabajadoras; o propuestas sexuales que nunca harían a un profesional varón», revela. Los silbidos mientras vigilan los pasillos o los comentarios subidos de tono son, además, situaciones habituales en las jornadas de estas profesionales. A pesar de la empatía entre miembros del equipo, Getino lamenta que en ocasiones se asuma que soportar estas conductas sea «algo intrínseco en nuestro trabajo y en nuestro sueldo».
También es habitual que los internos se nieguen a obedecer órdenes cuando proceden de una mujer, asegura. Getino lo dice por experiencia porque le ocurrió hace cosa de un año, teniendo incluso que intervenir otros presos para calmar el ambiente. «Todo empezó cuando le dije a un reo que le tocaba limpiar unas instalaciones y se negó en rotundo, diciendo que no iba a limpiar y mucho menos para una mujer», recuerda. «Me tocó imponerme, controlar la situación y al mismo tiempo bajar un poco las revoluciones, porque al final se dio un conflicto un poco turbio», rememora.
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Para la funcionaria, que lleva 15 años trabajando en entornos penitenciarios, lo peor a veces no es lo que se vive en esos momentos de tensión, sino la frustración que le sucede. «Las mujeres tenemos muy interiorizado eso de la vergüenza y cuando te ocurren estas cosas te quedas pensando en que no quieres que te vean más débil que al resto de tus compañeros», señala. Y como incide, no queda otra que reponerse y seguir para mostrar la imagen autoritaria que requiere esta profesión.
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