LUIS ROSA INVERNÓN
Domingo, 25 de agosto 2024, 02:00
El Evangelio de Juan quiere poner hoy ante nosotros la situación que generaban las palabras de Jesús en su tiempo. Eran palabras que articulaban un mensaje que resultaba duro a quienes lo oían hablar, y esta dureza no se ha perdido para quien hoy escucha, ... a través de la lectura de los Evangelios, el mensaje de Jesús. Es la dureza propia de la verdad, que al ser dicha nos confronta, nos hace ponernos ante nosotros mismos y desnuda nuestras excusas, nuestras justificaciones y nuestras mentiras.
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Todos tendemos a autojustificar nuestras actitudes y a formarnos una imagen ficticia de nosotros mismos. Estar ante Jesús, escuchar sus palabras, supone un momento existencial de decisión, una opción, un tomar parte. Ante esta opción, la mayoría de los que escuchan su mensaje se echan atrás, y entonces aparece la pregunta de Jesús: «¿También vosotros queréis marcharos?».
Tomar parte significa mirarse con amor, con cariño, aceptando la realidad miserable y grandiosa de lo que cada uno es. Y esto es posible cuando nos colocamos ante el Padre de forma transparente y sencilla, tal y como somos. Bajo su mirada descubrimos que esas palabras duras son fuerza vital, que es la verdad la que nos hace libres y que sin llegar al fundamento de las cosas todo lo que construyamos será nada. Por eso ese final «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna».
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