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Daniel Martín y Dolores Hurtado de Mendoza, ayer tras recibir sus reconocimientos. ÑITO SALAS
Nunca es tarde

Nunca es tarde

Dolores tuvo que renunciar a estudiar para cuidar de su madre. A sus 83 años ha recibido el título de Bachillerato. Daniel tiene el mejor expediente de Derecho de Andalucía tras varios años de cocinero

Viernes, 31 de mayo 2019, 01:47

Dolores Hurtado de Mendoza ajusta cuentas con un pasado machista y recibe con 83 años el título de Bachillerato

«¿Por qué no puedo estudiar como mis hermanos?», preguntaba una joven inquiera a su padre, militar, en la España de los años cuarenta. Fue la única mujer entre cuatro hijos. Los varones pudieron estudiar. A ella le tocó cuidar de su madre. Ahora, con 83 años, María Dolores Hurtado de Mendoza Casermeiro se ha podido sacar la espina que tenía clavada desde bien joven, cuando veía a sus hermanos entre libros y a ella le tocaban las labores domésticas. Y ha ajustado cuentas, sin resentimiento, con ese pasado machista y esa discriminación femenina tan generalizada en aquella época. Ayer besó y se abrazó al título de Bachillerato que tanto ansió y que tanto le ha costado, entre vítores y aplausos de sus compañeros del Instituto Provincial de Educación Permanente (IPEP) que asistieron al acto de graduación de esta última promoción de Bachillerato.

Dolores comenzó a estudiar Bachillerato en 2010, después de superar las pruebas de nivel de Secundaria, que había realizado ya con 74 años. Terminó en mayo de 2016, pero como el título tarda unos años en llegar a los alumnos, el acto de entrega se hizo coincidir con la graduación de esta última promoción. Fue toda una sorpresa para Dolores: la familia y los profesores habían preparado el acto sin que ella sospechara nada. El jefe de estudios del IPEP, Antonio Ruiz Noguera, detalló el paso de Dolores por el centro, su carácter abierto y alegre, sus dificultades en algunas asignaturas y su fuerza de voluntad. El director, Francisco Téllez, habló de la necesidad de un centro como el IPEP, con 1.300 alumnos matriculados, que imparte Secundaria, Bachillerato, prepara las pruebas de acceso e incluso atiende a los presos de la cárcel (cien alumnos este curso). Con un alumnado de diferentes edades pero con una característica común: en un determinado momento abandonaron los estudios, que varios años después retoman. La delegada, Mercedes García Paine, que asistió al acto, dijo que Dolores representa a tantas personas mayores que no tuvieron la oportunidad de estudiar. Muestra de que «nunca es tarde», dijo a los jóvenes.

Es el caso de Dolores Hurtado de Mendoza, que apenas estudió en su momento. Era otra época, reconocía ella. Nació en Melilla en 1935. Su padre, capitán del Ejército. «No me dieron oportunidad de estudiar, algo que sí hicieron mis hermanos, incluso carreras universitarias», recordaba ayer. Se casó con 24 años y tiene dos hijas, Dolores y Marisol. Su vida también fue de trabajo, tejiendo con una tricotosa y montando una tienda de lanas. Cuando se jubiló su marido se marcharon a una casa en Alhaurín, pero murió de un ictus dejándola viuda. «Mis hijas me dijeron que no podía quedar sola en el pueblo, así que me volvía a Málaga. Y en casa, todo el día sin hacer nada, no podía estar. Así que pienso en estudiar, algo que no pude hacer en su momento y que siempre había echado de menos», decía ayer.

Geografía, la peor

Empezó con fuerza, y en el curso 2009/10 aprobó todo excepto Latín y Griego. Hasta el 2015/16 que ya con 80 años terminó sus últimas asignaturas: Literatura Universal, Latín y Griego. Y con buena, nota, un notable en las tres. Lo que más le costo, la Geografía, «porque ¡el mundo ha cambiado tanto!».

«Han sido muchos años aquí; el instituto ha sido como mi segunda casa», afirmaba. La familiaridad en el trato con el director y profesores corroboraban esa afirmación. Ya graduada sigue acudiendo al centro «a pelearme con Antonio», bromeaba. Comparten con Ruiz Noguera el amor por las letras. Le hubiera gustado estudiar Literatura, y escribe, sobre todo poesía.

Dice que no se siente mayor, pero ya no se atreve con una carrera universitaria, a la que no dejan de animarla. A los jóvenes les recomendó estudiar y formarse. Y al auditorio en general, que el saber no tiene edad. Algo de lo que ella ha dado un excelente ejemplo.

Daniel Martín, estudiante de la UMA, mejor expediente en Derecho de toda Andalucía

Daniel Martín recibió ayer el premio por el mejor expediente de Derecho en Andalucía. ÑITO SALAS

Con 25 matrículas y 11 sobresalientes, la suya no es una historia normal: empezó ingenierías, luego estudió cocina y trabajó varios años antes de volver a la universidad

La historia de Daniel Martín Vegas no la de un estudiante al uso. Lo habitual es que el joven empiece una carrera, la termine y luego busque un trabajo. Pero Daniel representa la búsqueda de la auténtica vocación, no importa a qué edad; es ejemplo de que el camino no está trazado, y que siempre hay tiempo para rectificar cuando la decisión no fue la acertada. El resultado para él no ha podido ser más brillante: con 25 matrículas y 11 sobresalientes en Derecho, es el mejor expediente de toda Andalucía. Un esfuerzo que ayer le reconoció la Fundación Andaluza de Estudios Financieros y Tributarios, que le entregó, en el Colegio de Abogados de Málaga, el Premio Julio Banacloche, en su sexta edición.

Daniel terminó el año pasado con un expediente envidiable, 25 matrículas de honor y 11 sobresalientes, con lo que su media de expediente es de 9,48, la mejor entre todos los estudiantes de Derecho de Andalucía. Tiene además otros créditos convalidados por pasantía en un despacho y otras actividades.

Se crió en el barrio de Ciudad Jardín, y allí estudió en el colegio Nuestra Señora del Pilar y después el Bachillerato en el colegio San José. Empezó a estudiar Diseño Industrial, de hecho terminó hasta segundo, pero comprobó que no era lo que esperaba y decidió dejarlo antes de seguir estudiando algo que no le gustaba. Llegó así a las cocinas de La Cónsula, donde estudió los dos años para completar la formación. Y después trabajó durante cuatro años por distintos puntos de España, desde Málaga al País Vasco, pasando por Madrid (allí compartió fogones con Daviz Muñoz), para dar el salto a Estados Unidos.

Cocina creativa

También como cocinero llegó un momento en el que se planteó su futuro. «A nivel profesional no era lo que buscaba. La cocina me gustaba y me sigue encantando, pero la mía es una cocina muy creativa, muy de experimentar, de vanguardia, para la que se necesitan muchos medios, mucha inversión y mucho tiempo». Así que en ese momento de su vida, con una carrera abandonada a medias y varios años ya trabajando por diferentes cocinas, Daniel Martín vuelve a plantearse su futuro. Y decide retomar los estudios, pero esta vez de Derecho. Se presenta de nuevo a selectividad, para examinarse de dos asignaturas, pues había realizado el Bachillerato de ciencias y no le computaban asignaturas para subir nota. Consigue la nota que necesitaba para entrar en Derecho y aquí encuentra su verdadera vocación. «Retomé los estudios con mucha gana, con mucha ilusión, pero es que desde el primer momento Derecho me enganchó», afirma. La idea de los estudios de Derecho es la de un camino difícil, complicado, para llegar a un futuro bonito. Pero en su caso el camino, los años de estudio, han sido también amenos, atractivos, llenos de encanto, explica.

Lo que más le ha gustado ha sido Derecho Civil. Por esto su trabajo fin de grado fue sobre una materia relacionada, la reserva de dominio. Y ahora está preparando las oposiciones para registrador.

Su experiencia anterior, los estudios de otra carrera, de cocina y el trabajo, le han servido de mucho en la carrera. «Llegué con las ideas muy claras de que esto era a lo que quería dedicarme». Su nivel de idiomas le ha permitido hacer algunas asignaturas en inglés (Civil I, Comunitario y Derecho Constitucional comparado). La preparación de las oposiciones le ha permitido conocer a su novia, también estudiante de Derecho. Para las oposiciones estudia de 9 a 10 horas diarias, seis días a la semana, jornadas «muy intensivas» para preparar un extenso temario. Dudó con las de juez o fiscal, pero finalmente se ha decidido por registrador porque son las que tienen más contenido de Derecho Civil, que es su auténtica pasión. Con 32 años, una edad poco usual para terminar los estudios, Daniel es un ejemplo de que nunca es tarde para encontrar la auténtica vocación.

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