Los malagueños en edad de trabajar son cada vez más viejos y el relevo generacional no se vislumbra en el horizonte, ni a corto ni a medio plazo. Los datos son elocuentes. En la próxima década, dos de cada diez malagueños en edad de trabajar ... enfilarán la jubilación. En paralelo, la provincia ha perdido desde los primeros años 2000 a casi 26.000 malagueños menores de 24 años que trabajaban o buscaban empleo. Y un tercer vértice para este triángulo: el porcentaje de población activa mayor de 55 años en Málaga se ha duplicado en dos décadas (pasando del 9,02 al 17,75% del total) mientras que el de jóvenes de entre 20 y 24 años ha caído a la mitad (del 11,66 al 5,98%).
Las cifras anteriores proceden del análisis de la evolución histórica de los datos ofrecidos por la Encuesta de Población Activa (EPA) elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La muestra compara los datos más recientes, del último trimestre de 2021, con los más antiguos, relativos al primer trimestre de 2002. La primera conclusión panorámica refleja ese envejecimiento paulatino de la población activa (las personas mayores de 16 años que trabajan o están buscando empleo) en la provincia sin que se incorporen a ese conjunto de trabajadores los malagueños más jóvenes.
Las causas de este desequilibrio son variadas y complejas. De una parte, a la generación del 'baby boom' (los nacidos en los años 60 y 70 del siglo pasado) le ha seguido una paulatina bajada en las tasas de natalidad, que deja en un tercio el porcentaje de nacimientos registrados en Málaga si lo comparamos con las cifras de hace cuatro décadas; en concreto la provincia ha pasado de registrar 20,6 nacimientos por cada mil habitantes en 1975 a los 7,42 natalicios por cada mil vecinos censados en 2020 como último dato disponible.
De otro lado, las crisis de finales del siglo pasado, sumadas a las de 2008 y a la actual motivada por la pandemia han convertido el acceso de los jóvenes al mercado laboral en una yincana que muchos prolongan ampliando su formación y de la que no pocos desisten. «Se está produciendo un retraso en los ciclos vitales, no sólo en la población activa. Los ritos de paso que existían antiguamente, que eran además muy lineales (estudiar, encontrar un trabajo, casarse...) ya no son tan lineales y tienden a retrasarse. Tenemos el récord de emancipación tardía en España, que está en torno a los 30 años», abre el catedrático de Sociología de la Universidad de Málaga (UMA), Luis Ayuso.
Un camino más tortuoso
«El periodo formativo se alarga -añade Ayuso- y los procesos de inserción laboral, que antes eran mucho más directos, ahora resultan mucho más tortuosos. A eso hay que sumarle que la generación que tendría que dar paso a los jóvenes también está alargado su vida profesional, porque se prolonga la edad de jubilación y también la esperanza de vida. La suma de todo eso da lugar al tapón que vemos ahora y que tiene consecuencias sociales importantes».
¿Cuáles serían algunas de esas consecuencias sociales? Responde Ayuso: «El acceso al mercado laboral tardío viene acompañado de la emancipación también tardía y con ella, las decisiones de pareja y de familia también se retrasan. No es casualidad que seamos el segundo país de la Unión Europea con la tasa de fecundidad más baja. En España se multiplica el número de personas que decide tener hijos a partir de los 40 años. Lo retrasamos todo, pero el reloj biológico no perdona. Son procesos encadenados».
De ese hilo -o esa cadena- sigue tirando el investigador de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y especialista en mercado laboral Florentino Felgueroso cuando apostilla: «El cambio demográfico en España ya es importante, pero en la próxima década va a ser mayor, porque entre otras cuestiones se va a jubilar una de las cohortes de mayor tamaño de nuestra historia: los 'baby boomers'. Cuando uno mira el impacto que puede tener en determinadas ocupaciones se da cuenta de que la novedad está en que, incluso en ocupaciones vinculadas a titulaciones universitarias, va a ser tal la cantidad de gente que se va a jubilar que no tendremos jóvenes con titulaciones universitarias para suplirlos. No quiere decir que los jóvenes estudien menos, al contrario, pero la diferencia en tamaño demográfico es tan grande que por primera vez en la historia podemos tener problemas para reemplazar esas ocupaciones de alto nivel».
«Tenemos un problema de envejecimiento -sigue Felgueroso-, pero también de productividad. Al mismo tiempo que la población ha ido envejeciendo se ha producido un enorme cambio tecnológico. Cuando tienes una población muy envejecida, la inversión que tienes que hacer en formación y el esfuerzo que tienen que hacer esas personas para adaptarse es tremendo. Tenemos un problema de formación continua muy grande y además nuestra población mayor está menos formada que en otros países. Por eso estamos en desventaja».
Poner el foco en los jóvenes
El catedrático de Sociología de la UMA suma otra reflexión al diagnóstico general: «Cuando los jóvenes se incorporan al mercado laboral, suelen ser los más capacitados para innovar, por eso es tan necesario ese relevo generacional. En mi opinión, es uno de los problemas más importantes que tenemos como sociedad. Es necesario que se repiense ese contrato intergeneracional, los mayores tienen que dar paso a los jóvenes y hay que ver qué camino se puede tomar para que eso ocurra. Hay que tender puentes, aunque el énfasis lo pondría en los jóvenes y en su inserción en el mercado laboral: qué se está demandando, en qué podemos ser competitivos...».
«El mercado laboral -ofrece Ayuso- está cambiando mucho. Los trabajos manuales tienden a desaparecer y vamos a necesitar jóvenes preparados, emprendedores y eso supone que el esfuerzo hay que hacerlo en el sistema educativo, con mayores y mejores relaciones desde la formación hacia el empleo. La educación no puede estar de espaldas al empleo, tienen que trabajar juntos Se dan paradojas como la falta mano de obra en determinados sectores, pero por otro lado hay jóvenes que se van de España, porque les dan más oportunidades en otros sitios. Eso como sociedad tenemos que replanteárnoslo».
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