Concha Alarcón, a la izquierda, vio al asesino de Diana Yanet (a la derecha) «prepotente y nada arrepentido» durante el juicio. EFE / Archivo

Diana Yanet, la primera víctima registrada del machismo fue asesinada en Fuengirola

SUR reconstruye la historia de la mujer a quien su pareja tiró por el balcón una noche de Reyes

Viernes, 5 de enero 2024, 00:14

El crimen fue en Fuengirola. Una noche de Reyes. Diana Yanet Vargas. Su pareja la mató tirándola por el balcón. Es la primera víctima mortal registrada de la violencia machista. Su nombre es el que encabeza la lista de asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, que comenzó a elaborarse en 2003, y que suma a otras 1.236 mujeres en estas dos décadas. El inicio del registro, la contabilización y la consignación de la identidad de las asesinadas, responde a la toma de conciencia de un problema social que detonó en 1997 el caso de Ana Orantes, una mujer de 60 años que fue asesinada tras 40 años de malos tratos días después de contar su testimonio en televisión.

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«Con Ana Orantes la violencia de género afloró socialmente; generó una sacudida social y provocó hasta una modificación legislativa», rememora Flor de Torres, Fiscal Delegada de Violencia sobre la mujer de la Fiscalía Superior de Andalucía. El cambio legislativo al que se refiere De Torres es a la aprobación de la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, que este año cumple dos décadas. Aunque para lograr que saliera adelante esta norma «pionera» y «muy ambiciosa», en palabras de Lola Rodríguez, quien a principios de los 2000 presidía la Plataforma Violencia Cero de Málaga, hubo mucha reivindicación: recuerda cómo las feministas malagueñas recogían firmas para reclamar una ley que protegiera a las mujeres.

Rodríguez rememora que desde antes que comenzaran a contabilizar las asesinadas, en cuanto sabían de casos de violencia de género, las feministas de Málaga organizaban concentraciones de repulsa. Se enteraban de los crímenes a través del Ayuntamiento, la Subdelegación del Gobierno o la prensa. La noticia del asesinato de Diana Yanet Vargas en Fuengirola hace hoy 21 años tuvo su lugar en la portada de SUR del 7 de enero de 2003: «Un joven mata a su pareja en Fuengirola tirándola por el balcón». En páginas interiores, el titular es «Muere una mujer al ser arrojada por su pareja desde un segundo piso en Fuengirola»; hoy sería diferente, fruto de las dos décadas de conciencia y pedagogía sobre cómo informar de la violencia machista: las víctimas no mueren porque sí, son asesinadas.

La portada y la información que publicó SUR el 7 de enero de 2003. Ñito Salas

Entierro en soledad

Rodríguez, cuando conoció el caso, contactó con un funcionario del Ayuntamiento y supo que Diana Yanet Vargas era colombiana y que no tenía familia en Málaga. Nadie reclamó su cuerpo. Alrededor de un mes después, era enterrada en el cementerio de Fuengirola con la única compañía de la media docena de mujeres pertenecientes a los movimientos feministas de la provincia. Una de ellas era Lola Rodríguez, que recuerda que llovía y que sus lágrimas se mezclaban con las gotas de la lluvia.

Lola Rodríguez presidía la Plataforma contra las violencias machistas Violencia Cero de Málaga en 2003. Marilú Báez

Diana Yanet Vargas tenía 28 años y una hija de una relación anterior. La niña estaba pasando las navidades con su padre en Madrid. Aunque mujeres del movimiento contra la violencia de género visitaron después el colegio de Fuengirola al que asistía la niña y ahí vieron dibujos de su autoría que dejaban patente que la menor, que tenía cuatro años, vivía en un hogar violentado. La ley integral contra la violencia de género que se aprobaría un año después del asesinato de Vargas consigna a los menores como víctimas directas e indirectas de esta realidad, y el juicio reconoció a la niña el derecho a una indemnización.

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Flor de Torres, que por aquellos años fue nombrada Fiscal Delegada de Violencia contra la Mujer de Málaga, recuerda que el caso de Diana Yanet Vargas fue complicado, porque se condenó no sólo al homicida, Harald Mikael Robert Hellström, también a un tercero, amigo del criminal, por omisión de socorro, Charles Paul Marcel Moradell, ya que, cuenta Torres, cerró la puerta de la vivienda para evitar que se oyeran los gritos de Vargas.

Según relató SUR, en medio de una discusión que mantenía la pareja, que vivía en ese domicilio costasoleño desde hacía un año, él lanzó un árbol de Navidad por la ventana. La mujer fue a recogerlo y, a la vuelta, fue a ella a quien arrojó al vacío. Falleció al instante al golpearse la cabeza con un aparato de aire acondicionado. Los vecinos contaron a este periódico que el amigo del agresor les había impedido entrar en la casa cuando trataron de mediar entre la pareja. Y reconocieron que las disputas en el hogar eran habituales.

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Este caso puso muy de relieve el peligro de la omisión y la inacción, del hacer oídos sordos a la violencia. La colaboración ciudadana, del vecindario, es a veces vital. No pudo salvar una vida, pero para la condena del criminal a catorce años de prisión y a indemnizar a la huérfana fue muy relevante la declaración de un vecino.

Acusación popular

Aunque lo esencial, rememora Concha Alarcón, vicepresidenta de la Plataforma Violencia Cero por aquellos años, fue que esta organización feminista se presentara como acusación particular con el apoyo de la abogada Rosa Roldán. El asesino había declarado que su víctima se había tirado por el balcón, alegando además que «no estaba bien de la cabeza». Roldán, según el testimonio de Alarcón, fue capaz de demostrar que tal y como había caído, tenía que haber sido otra persona quien la hubiera arrojado. Y, dice, no era fácil, porque se trataba del testimonio de un hombre vivo y trajeado contra una mujer ya muerta.

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«El asesino no agachó la cabeza; no mostró síntomas de arrepentimiento ni de culpa»

El criminal –Alarcón hace memoria–, durante el juicio, se mostró muy tranquilo, prepotente, incluso: «No agachó la cabeza; no mostró síntomas de arrepentimiento ni de culpa»; y añade: «Iba siempre muy bien arreglado». A Concha Alarcón se la ve en la imagen que acompaña estas líneas: «Lo tuve a un metro».

La fiscal De Torres expone que el caso de Diana Yanet Vargas no se instruyó en salas especializadas. Ahora, ilustra, con el desarrollo de la ley integral de violencia de género y la expansión de su espíritu, es más probable que este tipo de casos se traten por juzgados específicos, aunque el camino a la especialización no ha terminado. Sí deja claro que a las víctimas y a sus familiares se les debe el tratamiento de sus casos «con perspectiva de género», algo en lo que se ha mejorado sustancialmente en España, aunque «hay mucho por hacer»: se sigue dudando de las mujeres, se las sigue revictimizando en los tribunales en ocasiones. «El mayor acto de injusticia es cuestionar a las víctimas; hay que acreditar un hecho, pero no hay que cuestionar, se puede archivar un caso», dice.

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«El mayor acto de injusticia es cuestionar a las víctimas; hay que acreditar un hecho, pero no hay que cuestionar, se puede archivar un caso»

Lola Rodríguez supo después que la madre de Diana Yanet Vargas había muerto víctima de violencia de género y leyó en el diario 'El Mundo' que su hija, Laura Betancurt Vargas, también había sido objeto de malos tratos por parte de alguna de sus parejas; ello, después de una infancia rota y en centros de acogida.

Dos décadas después de este asesinato los feminicidios siguen. 2023 fue uno de los años más violentos contra las mujeres. Según Alarcón, el aumento de la violencia machista tiene que ver con dos factores: los discursos negacionistas –que ponen en cuestión la propia existencia de estos ataques a las mujeres por el mero hecho de serlo–, porque los machistas ven en ellos respaldo a sus actitudes; y la escasez de recursos que la Administración reserva para formación y para las mujeres que viven bajo amenaza.

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