No hizo falta esperar mucho para que los grupos de Whatssap, Facebook y otras redes sociales se llenasen de imágenes de la costa malagueña. La postal era formidable. Líneas perfectas, limpias, espaciadas y solitarias. Las barras de agua de diferentes colores y texturas peinaron ... de punta a punta todas las playas de la provincia, y se fueron como llegaron, vírgenes. El periodo de cuarentena que vive España estos días ha provocado que miles de surferos de toda Málaga también se hayan tenido que recluir en sus casas para mantenerse a salvo. Seguramente que no ha sido fácil para muchos aguantar el deseo de escaparse de algún modo a la playa con sus tablas y aprovechar unas condiciones para surfear simplemente perfectas; las mejores del invierno.
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La mala suerte, es algo innato con ser surfero en Málaga, ha provocado que la cuarentena ahora ampliada haya coincidido con los dos mejores temporales de levante que se han registrado este invierno, primavera ya, en la costa de la provincia. Aquí se está acostumbrado a que las previsiones de oleaje fallen, que las olas duren un suspiro, que se estropeen con el viento, escuchar aquello de «por la mañana estaba mejor' o a hacer cientos de kilómetros hasta Cádiz para llevarse otro chasco... Es el destino.
Y así llegó la jornada del martes, que fue absolutamente perfecta, lo que provocó que muchos en sus casas se tirasen de los pelos. Las imágenes que ofrecían las diferentes webcams que muestran información sobre las playas de de Málaga empezaron a inundar las redes sociales y a rebotar de un teléfono a otro. Eran escenas impropias, por la calidad de las olas, pues por estos lares se está más acostumbrado a olas pequeñas, estropeadas por el viento y que llegan tan rápido como se van; es algo propiciado por la ubicación y orientación de la costa, pero es lo que hay.
El colectivo surfero de Málaga, cada vez más grande, ha sufrido como otros deportes el impacto de esta crisis. Habrá quien piense que como otras especialidades, pero no es así. Una pista de baloncesto seguirá después de que pase todo, también un campo e fútbol o una cancha de pádel, pero las olas no siempre están ahí... El cierre de las playas, propiciado para evitar la afluencia de turistas, sin embargo fue algo totalmente inesperado. Muchos se preguntan qué hay de malo en meterse en el mar, pero quizá el problema es lo que llega antes y después. Salir de la casa, montarse en un ascensor, tocar el pomo de una puerta, etc, etc... El riesgo hoy en día está en cualquier pequeño gesto que puede pasar inadvertido.
Este es un deporte muy visual, pero también totalmente social y de absoluta implicación con la naturaleza. Los surferos echarán de menos acercarse a la playa, sentir la brisa, oler el mar, entrar en contacto con el agua, deslizarse sobre una pared de agua y, por supuesto, la confraternización con amigos y conocidos. Así que durante estos días habrá que conformarse con seguir viendo la playa desde la distancia, impregnarse de lo que circule por las redes sociales, ver antiguos vídeos y esperar a la siguiente marejada. Paciencia y a tomárselo con buen humor.
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