Igual lidera la implantación de los drones de pasajeros en la Costa del Sol, como acude cada mañana a trabajar, mitad en bici, mitad en ... Cercanías. Y durante las vacaciones, suele intercambiarse la casa con una familia holandesa; aunque también es posible encontrarlo en el lugar más recóndito del planeta. Raúl Delgado, 45 años, nació en Priego de Córdoba pero ha tenido a Málaga como referente desde que se vino a estudiar la carrera de Comunicación Audiovisual a la UMA. Es un apasionado del medio ambiente y la sostenibilidad en todas sus facetas; pero también de los grandes viajes.
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-¿Cómo le dio por hacerse controlador?
-Durante una etapa de trabajo en el Parque Tecnológico, en el que ya viví los atascos de hace 20 años, conocí la que es ahora mi vocación y profesión. Estaba en una empresa de diseño multimedia y nos encargaron una web para Aertec (empresa malagueña que diseñó la torre de control). Vine aquí físicamente (la entrevista tiene lugar en este enclave) y me dije: 'Yo quiero trabajar aquí'. Tenía 23 años.
-¿Cómo es su día a día?
-En casa tenemos una rutina mañanera bastante estricta, que nos va muy bien porque tenemos vidas profesionales y personales con muchas exigencias. Mi mujer, Carmen, y yo nos levantamos a las 6.00 para hacer deporte. Al terminar subo a casa, cojo mi bicicleta y voy por el paseo marítimo, al amanecer... Es uno de los mejores momentos del día. Llego normalmente a la Alameda de Colón, dejo allí la bici y cojo el Cercanías. En el mejor de los casos, en coche son cinco minutos menos, pero muchas veces tardo más en coche que en la bici.
-¿Por qué lo hace? Es por conciencia ecológica, o porque es más práctico?
-Es un compendio de todo. Inicialmente, fue por conciencia ecológica, y mi mujer igual, aunque ella lleva al niño (Lennon, cuatro años) al colegio en coche. Lo intentamos en bici eléctrica pero el tráfico es demasiado inseguro. Pero luego vuelve a casa, lo deja y coge su bici para ir a trabajar al Centro. Somos muy viajeros y vemos la calidad de vida que hay en ciudades como Holanda y los países nórdicos, con mucho espacio para el peatón, para los niños y los mayores... Para disfrutar las ciudades. Y el primer paso fue por conciencia social y ecológica, aunque tenemos un coche híbrido enchufable y placas solares, así que hasta el aeropuerto llegaría en modo eléctrico. Pero es que se ha convertido en una rutina que nos genera felicidad. El hecho de ir a trabajar en bici, de llevar al niño a las actividades, hacer la compra... Cuando pienso que tengo que ir a algún sitio en coche ya me estresa.
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-¿Y cómo llevan la convivencia con los coches?
-Pues una cosa que nos preocupa es la violencia vial que está tan extendida en la ciudad, tan normalizada y que va a más. Se puede aparcar en una acera, como en el entorno del colegio, donde los propios padres las ocupan y los niños se tienen que buscar la vida saliendo a la calzada, es peligrosísimo y hay una impunidad total. Como también para el que va por una calle 30 a 70 km/h, con peatones a medio metro. Este es un país con muchas normas que se hacen cumplir poco. Porque hay herramientas, y no como el apaño de la línea pintada para separar las bicis en el paseo marítimo, que nos enemista a peatones y ciclistas. Y el carril 30 es absolutamente inviable. Lo he probado bastantes veces y te pasan a mucha más velocidad. He presentado varias quejas por la velocidad de los autobuses de la EMT. Tienes que poner reductores de velocidad y radares... Está todo inventado.
-Cambio de tema, ¿qué va a hacer este verano?
-Somos una familia muy viajera, y este año ya hemos ido a Laos y Tailandia; y también hemos estado en California. Ahora en verano hacemos intercambio de casa con una familia holandesa, de Amsterdam.
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-¿Con su vivienda habitual?
-Sí, con esta ya será la cuarta vez con la misma familia, porque a ellos les encanta el calor en verano y a nosotros el fresquito de allí. Tienen un piso maravilloso delante de un canal, nos dejan sus bicicletas, su tabla de pádel surf para ir por los canales; y yo les dejo la mía para el mar, mi bici y la piscina. Nos hemos conocido y es una gente maravillosa. Siempre nos dejamos recomendaciones de restaurantes y cosas locales para hacer, y eso te permite ver la ciudad desde otra perspectiva. Luego, haremos alguna escapada con nuestra caravana en agosto, normalmente la feria la esquivamos (risas).
-¿Tienen ya pensado el destino?
-Normalmente, por distancia y buscando sitios más frescos, vamos al sur de Francia. La Isla de Ré es un lugar maravilloso para las bicicletas: es una islita conectada por un puente, con diez pueblitos conectados por una red de carriles bici de 60 kilómetros. Llegas, aparcas la caravana, coges las bicis y hay auténticas autovías donde van las familias enteras, con niños, abuelos... Al final de año vamos a la India y daremos un salto a Maldivas.
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-Han recorrido ya medio planeta.
-Sí, somos muy viajeros. Mi primer viaje después de conseguir este trabajo fue una vuelta al mundo. En un mes y medio hice China, Japón, Nueva Zelanda... Pero ahí vino el problema, que Nueva Zelanda me atrapó, me gustó tanto que pasé un mes. Es como un micromundo donde en 50 kilómetros pasas de estar viendo ballenas a un volcán. De ahí fui a California y como se me había acabado el tiempo tuve que volver (se ríe). Toda Asia me gusta mucho: Mianmar es espectacular, la gente te da todo lo que tiene. Recuerdo una noche de echarme a dormir con un buey de 500 kilos al lado, y despertarme en mitad de la noche pensando: '¿Madre mía, qué hago aquí?' (risas). He estado en Patagonia, en Australia, viendo tiburones blancos en Sudáfrica. Un viaje muy bonito, a lo largo de casi 8.000 kilómetros, desde Ciudad del Cabo, Namibia, Botsuana y Zimbabue. El delta del Okavango lo tengo grabado como si fuera una película.
-¿Y ahora con el niño?
-El peque tiene cuatro años y no hemos dejado de viajar con él. Es otro ritmo, pero él ya ha estado en la selva de Borneo, viendo orangutanes; en Costa Rica, en México, a caballo a 3.000 metros de altitud para ver el santuario de la mariposa Monarca. Ahí tenía sólo dos años, está muy acostumbrado desde pequeñín. En Laos tuvimos una experiencia muy bonita: los monjes budistas salen a pedir limosna en forma de comida, y muchos son niños, así que les compras algunas chucherías y se las das. Mi niño alucinó con los monjes, y al revés también, algunos compartieron con él las chucherías que habían recogido.
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-Termino, Málaga está liderando la implantación de los drones para pasajeros. Los veremos pasar por encima como en las películas?
-Sí, lo veremos, sin duda. Ese futuro a medio plazo va a estar aquí, porque la tecnología está ya y la legislación está avanzando. Y hay mucho interés: a nivel español, Baleares y Málaga, por los entornos, el tipo de economía y donde están los aeropuertos, somos los lugares que tenemos un mayor potencial para el desarrollo de una industria de aerotaxis vía dron. Me gusta mucho estar ahí, en la vanguardia del futuro, es una oportunidad que no ocurre todos los días, que haya una tecnología en el punto de salida y que tú estés en una posición en que puedas meterte de cabeza en el proyecto. Y con Málaga como referencia.
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