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LUIS FELIPE ROMERO
Martes, 31 de diciembre 2019, 18:47
En esta década que hoy empieza, algo absolutamente asombroso va a ocurrir en nuestra ciudad: Ni más ni menos que siete eclipses de Sol, incluyendo un extraordinario eclipse total —de esos de las novelas históricas, en los que se hace completamente de noche en pleno día—, y que tendrá lugar a media mañana del 2 de agosto de 2027.
Un eclipse de Sol ocurre (durante la Luna nueva) cuando nuestro satélite, visto desde algún lugar de la Tierra, oculta al Sol. Si el disco lunar cubre completamente el disco solar, entonces el eclipse es total. En otras ocasiones, aun estando los dos astros perfectamente alineados, el disco lunar es relativamente más pequeño que el disco solar, permitiendo entrever, durante la fase máxima de ocultación, un espectacular «anillo de fuego» que caracteriza a los denominados eclipses anulares. Pues bien, en Málaga tendremos uno de cada, con apenas meses de diferencia.
Un eclipse total de Sol es algo realmente excepcional para un determinado lugar del mundo, a pesar de que, a lo largo de un año cualquiera, suele haber varios eclipses de Sol repartidos por todo el planeta. De hecho, son más frecuentes que los eclipses lunares, pero a diferencia de estos últimos, que son visibles de forma simultánea desde más la mitad del planeta, los eclipses solares sólo se ven en sitios muy concretos del mundo. La denominada «huella del eclipse» (región desde donde se ve con carácter total) suele tener unos 100km de ancho y unos miles de kilómetros de largo, lo que viene a ser menos del 1 por ciento de la superficie total de la Tierra. La consecuencia estadística es que la probabilidad de que se pueda ver un eclipse solar total de Sol en un determinado punto del planeta es bajísima. De media, sólo se repite un eclipse solar total cada, aproximadamente, 375 años en un determinado punto de la Tierra. Los eclipses anulares son algo más frecuentes. Aun así, sólo ocurren cada 225 años, de media.
Pero, a pesar de lo extremadamente infrecuentes que son los eclipses totales y anulares, nosotros tendremos dos de ellos en esta década, con una separación de apenas 5 meses. ¡Que eso ocurra en nuestra querida Málaga es, estadísticamente, casi imposible! Una vez cada 85 mil años, para ser concretos. Pero hay más motivos para escribir un artículo como éste, y con tanta antelación. En cualquier lugar del mundo, el número de eclipses solares que se pueden observar en una década es, en promedio, inferior a 4, y, sin embargo, en Málaga podremos observar ni más ni menos que 7 eclipses en el período 2020-2030, que se resumen en la siguiente lista:
1
2
3
4
5
6
7
Evidentemente, el más relevante de todos ellos, no sólo por su carácter total, es el eclipse del 2 de agosto de 2027. Y es que, al ser en verano y a media mañana, el buen tiempo y la poca nubosidad están casi garantizados. El siguiente eclipse —anular—, es visualmente más espectacular, pues estará caracterizado por el anillo de fuego, aunque en este caso habrá que llevarle huevos a las Clarisas, por si acaso, ya que será en enero, y mucho mayor la probabilidad de lluvia. Los demás eclipses serán menos interesantes. Pero a pesar de ello, la belleza de un eclipse parcial tampoco es nada desdeñable. En Málaga tuvimos la oportunidad de observar un hermoso eclipse en enero de 2011 que, al coincidir con el amanecer —cuando el Sol, aún rojizo, se podía mirar a simple vista—, nos dejó imágenes sencillamente espectaculares.
Y una vez que pase esta década, no tendremos más remedio que viajar para ver eclipses totales o anulares, porque, o mucho mejora la medicina, o nos quedaremos sin verlos en Málaga, ya que el próximo acontecerá allá por el año 2327. Y aun así, no nos podemos quejar. Para darse cuenta de lo afortunados que somos, hay que tener en cuenta que, en una ciudad como Los Ángeles, no verán un eclipse total ¡hasta el año 3290!
En nuestra ciudad, desde el año 1400, sólo ha habido dos eclipses totales de Sol. El primero de ellos tuvo lugar el 12 de mayo de 1706. Es uno de los eclipses históricos más conocidos y estudiados porque, en primer lugar, fue el primero del que se elaboró un mapa predictivo. En segundo lugar, la huella del eclipse barrió toda Europa, pasando por grandes ciudades como Málaga, Valencia, Grenoble, Múnich o San Petesburgo, por lo que son numerosos los documentos que narran los detalles del fenómeno. En los fondos de la biblioteca de la Universidad de Sevilla se conserva el único documento escrito en Málaga que describe lo que aconteció (y las desgracias que habrían de venir).
El segundo eclipse total sucedió en la mañana del 22 de diciembre de 1870, mientras los niños de san Ildefonso ya cantaban los números de la lotería. En Málaga, un grupo de amigos aficionados a la ciencia prepararon la observación en el andén sur de la Catedral, justo encima de la actual Librería Diocesana. Como resultado de su minucioso estudio, elaboraron un interesantísimo documento que pone de relieve, entre otras cosas, la mala fortuna de ver un eclipse en diciembre, cuando la nubosidad puede ser demasiado cruel para con los amantes de la astronomía.
La respuesta a la segunda pregunta es afirmativa. La iluminancia —que es una forma de medir «la claridad del día» (o la noche)—, en una mañana soleada de agosto en Málaga es de alrededor de 10000 lux. En un día nublado de diciembre, esa cifra baja hasta 500-1000 lux. Durante el crepúsculo civil (una media hora después de la puesta de sol), la iluminancia se reduce a 10 lux. Finalmente, en una noche de luna llena la claridad es algo superior a 1 lux. Evidentemente, nuestro sistema nervioso no responde de una forma lineal a las variaciones de luz, y en combinación con la pupila, nos adaptamos perfectamente a los dos extremos, siempre que los cambios no sean bruscos.
En concreto, durante la mañana del 2 de agosto pasaremos por un cambio progresivo entre los 10000 lux (antes del eclipse) a los 100 lux (un instante antes de la totalidad). Durante la fase total, la iluminancia rondará los 5 lux. Y en los —apenas— dos minutos de la fase total, podríamos ver, teóricamente, las estrellas y planetas más brillantes; y la sensación de oscuridad, debido entre otras cosas al brusco descenso de luz, es parecida a la de una noche con luna llena (según cuentan los que lo han visto, claro). También se produce un descenso sensible de la temperatura, y según está documentado, algunos animales (abejas, delfines y perros, por ejemplo) se ponen bastante nerviosos durante el fenómeno.
Y no me refiero en este apartado final a la adecuada protección de los ojos para la observación, que ya habrá tiempo de advertir a la población en las semanas precedentes. Quiero incidir en que la ciudad debe estar preparada para lo que va a ocurrir. En la historia más reciente tenemos el ejemplo del eclipse del 21 de agosto de 2017, en Estados Unidos. Alrededor de 10 millones de personas se desplazaron a la zona del eclipse total. Por citar algunas curiosidades, en estados como Wyoming se llegó a triplicar la población y en el pequeño aeropuerto de Madras, Oregon, aterrizaron en un día 400 aviones privados. Se estimaron hasta 600 millones de dólares en pérdidas por la falta de productividad en la hora del eclipse.
Aquí la situación va a ser mucho más difícil, porque la zona de la totalidad es mucho más pequeña (20 veces inferior a la del ejemplo americano). Además, al ser un sitio de fácil acceso, y con buen tiempo garantizado, es posible que la avalancha de turismo sea impresionante y casi imposible de absorber. Vendrán varios millones de turistas de toda España y Europa; entre 5 y 10, me aventuro a predecir. Y todos concentrados en el mismo sitio, en un mismo día. Para más inri, es un 2 de agosto. Es decir, que a muchos les coinciden las vacaciones. Y que Málaga, de por sí, ya está abarrotada en agosto, sin necesidad de eclipses.
Pero no todo va a ser negativo. Es evidente que las oportunidades culturales, económicas y sociales ante una avalancha de turismo pueden ser realmente magníficas. Es muy probable que los festivales de música, teatro y danza, las exposiciones de arte y las competiciones deportivas (por poner solo un ejemplo) se multipliquen en nuestra tierra, coincidiendo con los días que rodean al eclipse. Para la investigación, en muchos campos, como la etología, la sociología, la psicología o la propia física, la oportunidad es magnífica. Por todo ello es importante que tanto las administraciones como el sector privado estén adecuadamente atentas a las oportunidades que nos van a llegar... a la sombra del eclipse. A lo mejor ya no estamos a tiempo de organizar una Exposición Universal o una cumbre del Clima, pero ¿por qué no un mundial de Atletismo, o de Natación, que casualmente se celebran en el mes de agosto de los años impares?
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Lucía Palacios | Madrid
María Díaz y Álex Sánchez
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