![Café, pastel y muerte: dar naturalidad a lo inevitable](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202211/02/media/cortadas/fotosDeathCafe-RM807u9JqASvtjK3Aa8GxsJ-1968x1216@Diario%20Sur.jpeg)
![Café, pastel y muerte: dar naturalidad a lo inevitable](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202211/02/media/cortadas/fotosDeathCafe-RM807u9JqASvtjK3Aa8GxsJ-1968x1216@Diario%20Sur.jpeg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Quizá porque es tan inevitable. Quizá por eso nos gusta tan poco hablar sobre nuestra propia muerte. Para cambiar eso surgen los llamados 'death cafe'. La idea la promovió el londinense Jon Underwood. En el marco del Día de Todos los Santos, se reúnen personas desconocidas, en el cementerio inglés de la capital, para romper con este tabú.
Bajo un cielo plomizo, el escenario, en el interior de la capilla, tiene una carga tétrica innegable. 14 personas han acudido al final a la llamada de Noelia Correa, una mujer de 50 años que organiza este tipo de encuentros. Las edades de las personas que acuden son diversas. Desde jóvenes en la treintena hasta mayores. Hay quien acaba de vivir la pérdida de un ser querido y necesita canalizar sus sentimientos. Hay quien quiere hablar de la muerte sin esa connotación negativa que le viene imprimida por las sociedades occidentales.
Ser consciente de la muerte, esa es la idea que se defiende aquí, nos lleva a exprimir la vida con más intensidad y a relativizar el final. «Yo me quiero hacer amiga de la muerte», señala Noelia en la pequeña introducción que luego da lugar a un turno de palabras.
¿Qué es la muerte? La muerte es un hecho que se reprime muy bien. La muerte es un igualador. Es también la conciencia de que hay un fin que no se puede sortear. Una garantía absoluta, como las hay muy pocas en la vida.
De entrada, todo esto puede sonar un poco mórbido. Las intenciones que hay detrás de un 'death cafe' son positivas. Noelia está segura de que enfrentarse a la muerte sirve para reducir miedos existenciales y empodera para vivir con más tranquilidad y conciencia. «A la mayoría que viene, le funciona», asegura con rotunidad.
Hay algunas reglas básicas: la entrada debe ser libre para cualquiera, el ambiente debe ser pacífico y respetuoso, tiene que haber café y pastitas y no está permitido vender ni publicitar nada. Además, no se pretende ni se quiere ser un sustituto de nada: «No es un tratamiento psicológico, lo que pretendemos es normalizar un tema del que apenas se habla», se explica.
Las conversaciones son variadas. Una empieza a girar alrededor de los preparativos cara a una defunción. Caen palabras como voluntad vital anticipada y sepelio. Anticiparse a la burocracia, la misma que se hace un gigante en los momentos más duros.
El ambiente es de respeto máximo. Los turnos de palabras no se interrumpen. En un momento, se alcanza un estado de relajación generalizada. Incluso se escuchan algunas risas. Ponerle palabras a la muerte, aseguran algunos participantes, les ha ayudado a verlo como algo menos calamitoso. Hablar sobre algo que parece abstracto lo hace más palpable.
Estos encuentros tienen una base sociológica. El sociólogo suizo Bernard Crettaz originó las ideas de los 'café mortel'. Crettaz quería unir a personas y crear un espacio intimo, amistoso y protegido para hablar sobre la muerte.
En la capilla del cementerio inglés no se celebra la muerte, pero se ayuda a lidiar con ella. Hay una dinámica que se empieza a apreciar con el paso de las intervenciones: estar abierto a hablar de la muerte también significa que las personas se pueden ayudar las unas a las otras. Así, una persona a la que acaban de diagnosticarle cáncer se encuentra con otra que ya ha pasado por el mismo trámite.
El 'death cafe' también se convierte en un contacto con la realidad. En una sociedad que presume de tener un antídoto a casi todo, en la que la sanidad está extendida a gran escala, cabe hacerse una pregunta: ¿cómo se ha llegado al punto en el que nos cuesta tanto creer en que un ser querido pueda morir?
Hace no tanto, la muerte estaba mucho más presente. En las familias numerosas era común que alguno de los niños muriera durante su infancia. Los hombres iban a la guerra y no volvían. Llegar a los 50 años era una hito. De vuelta en el presente, es como si la muerte se hubiera externalizado.
En el cementerio inglés, las discusiones animadas están por encima de las lágrimas. No se persiguen fines terapéuticos en este encuentro. Tampoco se dan consejos. Pero el hablar sobre lo finito permite acercarse a ese drama que va se va a producir o ya se ha producido. Escuchar a otros que han pasado por lo mismo ayuda y ejerce de calmante.
Dos horas más tarde el 'death cafe' llega a su fin. Una de las conclusiones que queda es que hay personas que sienten la necesidad de hablar sobre temas como la tristeza o la mortalidad. Por ello, cada día en alguna ciudad europea se celebra un encuentro de este tipo. En Málaga se celebra uno el primer viernes de cada mes.
Publicidad
Pilar Martínez | Malaga y Encarni Hinojosa
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.