Cristina Moreno: «De pequeña, cuando mi padre pescaba, yo volvía a lanzar los peces al mar»

–La pasión por el mar, ¿de dónde le viene?

–En realidad siempre he estado pegada al mar, forma parte de mí, como de todos los malagueños... Aunque yo no soy malagueña...

–¿De dónde es?

–Nací en Tánger, mis padres vivían allí y veía el mar desde la otra orilla. De siempre necesito tener el mar cerca, por la luz, por el horizonte y por tantas cosas.

–¿Y cómo veía este lado del Mediterráneo desde Tánger?

–Pues se veía parecido, pero no igual. Era la visión de una niña, pero recuerdo que todos los veranos nos levantábamos y después de desayunar y arreglar la casa, directos a la playa, que era preciosa. Recuerdo el olor de las patatas fritas que vendían; el olor de aquel rebalaje, la cantidad de animales marinos, de estrellas, de peces y caballitos que había. Pero además era la que acompañaba a mi padre a pescar, y pasaba un mal rato conmigo, porque él pescaba, pero yo, vivo o muerto, volvía a lanzarlo al mar, así que mi padre se enfadaba mucho (risas). Íbamos a una playa que se llamaba La Restinga, también a las grutas de Hércules... Tengo muchos buenos recuerdos de aquellos días.

–A Málaga, ¿cuándo y por qué?

–Yo me iba haciendo mayor y mis padres querían que estudiara aquí, porque pensaban que el futuro para sus hijos sería mucho mejor y más estable en España que en Marruecos en esa época. Era el año 1975, aproximadamente. Me vine en el barco con diez años, con mucha pena por dejar a mis amigas y con mi canario en una jaula, que fue mi cometido hasta llegar. Nos establecimos en el barrio de Puerta Blanca, en la Carretera de Cádiz, y allí sigue viviendo mi madre a día de hoy.

–¿Y usted?

–Vivo en Churriana.

–Uy, está lejos del mar.

–Bueno, lejos pero cerca. Desde mi casa tengo la suerte de ver un trocito; y voy muchas veces andando a la zona de Guadalmar. La vuelta ya es otra cuestión, siempre pido que vengan a recogerme (risas). Me gusta mucho desde el chiringuito El Sardinal hacia Guadalmar porque es una playa natural, limpia y no muy masificada.

–Y así llegamos al Aula del Mar, que es el gran hito en su carrera profesional.

–Sí, yo tecleé (tamborilea con las uñas) en mi máquina de escribir Olivetti el proyecto del Aula del Mar en el año 1989. Un grupo de personas que no queríamos preparar oposiciones y que estábamos bastante sensibilizados con el tema medioambiental fuimos a visitar Cádiz y conocimos su Aula del Mar. Desde ahí pensamos en traer a Málaga la idea. La cooperativa se crea en el 89 y en el 90 recibimos al primer grupo de un colegio.

–Pues yo creo que iba en ese grupo... Del Colegio Platero.

–¡Claro, no me diga! Me encanta ese colegio.

–Decía que escribió el proyecto.

–Sí, lo creamos entre todos con nuestras aportaciones, y está redactado con mi máquina de escribir, que fue lo que presentamos a la Diputación y al Ayuntamiento de Málaga, para pedir espacio. Así nos cedieron la planta alta de la Cofradía de Pescadores.

–¿Cómo recuerda esa etapa?

–Fue muy emocionante. Éramos muy jóvenes y mis padres me decían que me tenía que preparar unas oposiciones como todo el mundo. Entonces, no se hablaba nada de temas de conservación ni de educación medioambiental, no tenía importancia, y gracias a Dios ha cambiado la conciencia.

–Han contribuido mucho a la educación ambiental de varias generaciones de malagueños...

–Han pasado muchas, muchas personas por allí. Eso es muy bueno y muy satisfactorio, y es lo que hace que no se nos pueda olvidar.

–¿Cuál fue el mejor momento?

–Se han vivido muchos momentos muy bonitos, cada vez que conseguíamos algún logro, cuando liberábamos animales que han sobrevivido, y luego nos enterábamos de que la tortuga (estaba marcada) iba por Argelia, eso nos ponía los pelos de punta. Y luego encontrarte por la calle a gente que te dice: 'Yo soy bióloga porque fui al Aula del Mar y decidí estudiar esto por esta razón'. En ese momento plantamos las semillas y se han extendido.

–¿Y el más triste?

–Se lo puede imaginar... Después de intentarlo mucho las cosas se complicaron, no llegamos a un acuerdo y por unanimidad, el 18 de mayo de 2022 se decidió la disolución de la entidad. Llevábamos 33 años juntos, y en ese tiempo todos vamos cambiando. Estoy muy agradecida por todo ese tiempo que hemos estado juntos pero llega un momento en que los intereses de cada uno no son los mismos, y las formas de entender las cosas eran muy diferentes. En esa reunión se decidió también que cada uno podía iniciar su actividad como considerara oportuno.

–Y algunos de aquellos han creado la Fundación Aula del Mar Mediterráneo.

–Junto con Juan Antonio (López Jaime) hemos creado la fundación, y lo mejor es que ahora nosotros somos como dos gotas de agua, muy poquito, porque es tanto el sentimiento que se ha generado que hay mucha gente que se ha integrado en este nuevo proyecto y no tenía nada que ver con lo anterior. Tenemos a un gerente, a una directora de comunicación y un equipo de técnicos medioambientales que van a coger las riendas de los proyectos. Es gente muy preparada, con formación y experiencia, recomendados por la Universidad, y con tantas ganas que imagine todo lo que se puede hacer.

–¿Tienen el relevo garantizado?

–Eso es lo que queremos, porque nosotros nos iremos, y con ellos, con los que vengan y con lo que seamos capaces de transmitir, se tiene que quedar el proyecto.