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De joven ya sabía que lo suyo sería el Derecho. Cristina Hurtado de Mendoza se recuerda de adolescente acompañando a su padre a algún juicio ... en el que él intervenía como abogado, aunque ella, al final, se decantó por la judicatura. La titular del Juzgado de lo Penal número 7, elegida en octubre como la nueva jueza decana de Málaga, tiene por delante el reto de trabajar, e insistir, para que doten de medios a una Administración de Justicia completamente saturada, con un edificio que hace mucho se quedó pequeño y un importante déficit de jueces en prácticamente todas las jurisdicciones.
–¿Cuándo se dio cuenta de que quería ser jueza?
–Desde pequeña he estado muy cerca del mundo del Derecho porque mi padre es abogado y mi abuelo también lo era, así que la idea de dedicarme a este ámbito siempre me ha gustado. Más adelante me vi en la tesitura de decidir si seguía la estela de mi padre y, entre comillas, heredaba el despacho, o si me podía plantear algo un poco más seguro. Y a mí la judicatura también me gustaba mucho. Fue precisamente mi padre quien me animó a que lo intentase. Luego tuve mi dudas entre si ser fiscal o juez, pero me gustaba mucho más la idea de ser quien tomara la decisión final.
–¿La vocación, entonces, la tenía ya de chica?
–Bueno, desde pequeña, pequeña, no. Sí es verdad que, claro, al final siempre he sentido esa admiración por mi padre y algo me habrá condicionado, seguramente. Me acuerdo de que alguna vez, cuando estaba en el instituto, me llevó con él a ver juicios y me llamaba mucho la atención. Aunque también dudé en su momento de si tirar por el periodismo o por la psicología, pero veía que ahí tenía menos posibilidades.
–¿Se ha arrepentido alguna vez de su decisión?
–La verdad es que no. He podido tener días duros, pero estoy muy contenta. Me ha gustado muchísimo poner sentencias y el trabajo del juzgado, el trato con la gente… Ahora estoy explorando una faceta completamente diferente, que es otra de las posibilidades que me ofrecía esta carrera.
–Usted es malagueña, ¿dónde se ha criado?
–Yo soy de El Palo, allí he crecido yo. Mi padre es malagueño y mi madre era granadina y, por suerte, la mayor parte de mi vida la he vivido aquí, salvo el tiempo que estuve en la escuela judicial, en Barcelona, y luego en mi primer destino, en Lucena (Córdoba). Pero a mí la tierra siempre me ha tirado muchísimo. Ahora vivo en La Cala, aunque mi zona es la del este de Málaga. Por suerte también tuve la posibilidad de estudiar aquí la carrera, en la Universidad de Málaga, y tengo que decir que ya entonces era una buena Facultad de Derecho, y lo sigue siendo. Me doy cuenta de que nos formaron muy bien para que luego pudiésemos decidir si tirar para un camino u otro.
–¿Recuerda su primer juicio?
–Lo que recuerdo sobre todo fue la primera impresión cuando llegué al juzgado, a mi primer destino, en Lucena, con un montón de papeles amontonados y la sensación de no saber ni dónde estaba. Fue abrumador, pero todo era cuestión de sentarse, tener confianza en una misma y empezar a trabajar. Por suerte, la preparación teórica de la escuela judicial es muy buena y tuve a mucha gente que me ayudó, tanto de mis compañeros como de la oficina, con muy buenos funcionarios. Pero sí, me acuerdo llegando a la mesa y pensando: ahora me toca a mí.
–Ha pasado por varias jurisdicciones, ¿cuál le apasiona más?
–Yo soy penalista, me gusta muchísimo. Y mira que de joven nunca lo pensé. De hecho, si lo hubiera tenido claro lo mismo habría elegido ser fiscal, pero creía que me iba a gustar más el ámbito civil, que requiere mucha más pausa, más jurisprudencia. También es necesaria en lo penal, evidentemente, pero se presta para trabajar con otra agilidad. Es verdad que también ves mucha miseria, gente en situaciones complicadas porque la vida les ha llevado un poco a ellas… pero también está la otra cara, que a veces es satisfactoria, de ver a gente que se recupera.
–¿Qué le llevó a tomar la decisión de presentarse como jueza decana?
–Es curioso porque José María (Páez, el anterior juez decano), alguna vez me había preguntado: ¿tú no te planteas, cuando yo me vaya, pedir el decanato? Y yo siempre le respondía que qué va, que soy muy joven y a mí no me va a querer nadie (ríe). A mí se me acababa la comisión de servicios en la Audiencia Provincial, así que tres meses después volví al Penal 7, que es un juzgado con un grandísimo volumen de trabajo. Bueno, en general, como los juzgados de toda Málaga, pero el penal 7 necesita la permanencia de un juez. Total, que en todo ese impasse fui pensándolo. Sé que José María me apoya y que, si necesito cualquier cosa, él va a hacer lo posible por ayudarme. Así que al final me decidí. Y fíjate, no se quiso presentar nadie. Ya no sé si es que me he metido yo sola en la boca del lobo o si es que todos estamos tan metidos en nuestro trabajo que no se lo han planteado. Es verdad que es un ámbito completamente nuevo.
–Usted ya había sido decana en sus anteriores destinos, en Lucena y en Coín.
–Sí, pero porque va tocando por antigüedad. No tiene nada que ver con la gestión de un decanato como Málaga. Esto es un mundo. Somos 86 jueces unipersonales, con un volumen muy grande de trabajo, un edificio que se ha quedado chico… Y también está la Sala de Gobierno, que al ser decana con dedicación exclusiva también nos turnamos con Sevilla, un año sí y un año no.
–¿Cómo quiere que sea su decanato?
–Pues sobre todo, abierto. Ojalá podamos conseguir cosas. Mi objetivo, en lo material, es que se cree el nuevo edificio, que lleva muchos años planteándose para ampliar este, que hace mucho que se quedó chico. Los nuevos juzgados se están yendo al sótano, que no hay ni luz natural. Hace mucha falta esa inversión. Y en materia de personal, que nos doten de los jueces que necesitamos porque Málaga tiene una carga de trabajo que es inasumible con la actual plantilla judicial, y este problema se está dando en todas las jurisdicciones. Y se nota. Pasan los años y ves que esto no mejora, que cada vez va a peor y el cuerpo tiene un límite.
–¿Cuántos jueces harían falta en Málaga?
–Para que la costa empiece a funcionar, para que no haya juicios por ejemplo que se señalen en 2029 o se tarden años en ejecutarlo, bastantes. Yo he hecho un cálculo y hay un déficit tremendo; solo en primera instancia necesitaríamos 29 juzgados más. Yo entiendo que no nos van a dar eso, que lo puedo pedir como si escribiera la carta a los Reyes Magos, pero no es realista. Pero tampoco es lógico que todos estemos sobrepasando la carga máxima de trabajo, con la tasa de litigiosidad que hay aquí, y no se dé una solución. A mí me encantaría que nos dieran los medios que se le da a una administración de Hacienda, claro, porque genera ingresos. Parece que la Justicia es solo un gasto, pero sin jueces pasa lo que pasa, que todo acaba en un cuello de botella. Es obvio que la inversión es más que necesaria. Ahora hay todo un tema con la ley nueva, que va a suponer todo un proceso de implantación.
–¿Hay cierto nerviosismo con la implantación de la ley de eficiencia procesal?
–Lo cierto es que sí y por parte de todos… desde funcionarios hasta jueces. Con esta ley se supone que ya no se crean juzgados, sino unidades judiciales. La idea, tal y como está pensada, es buena, porque supone una optimización de los recursos, pero para que vaya bien hace falta que el sistema informático funcione a la perfección, y todavía estamos con problemas de caídas. Yo sé que la Junta de Andalucía está haciendo todo lo posible y tiene buena predisposición, pero… vamos a ver cómo se da todo. Se supone que para julio ya va a estar el sistema adaptado y yo espero que así sea porque sino esto puede ser un caos. Para que haya papel cero la herramienta informática tiene que ser perfecta. Aparte, que esta ley supone un cambio de mentalidad, nos tenemos que adaptar todos y eso también lleva un periodo de adaptación importante. Y lo cierto es que no tenemos tiempos para adaptaciones porque el volumen de trabajo es tan alto que cualquier cosa hace que esa bola de nieve sea cada vez mayor. Me ha tocado una época...
–Da la sensación de que la Justicia no sale de esa mala época en Málaga.
–Pues sí, porque no ha sido una prioridad para ningún gobierno. Pero ninguno, desde que tengo uso de razón. Mi sensación es que todas las decisiones se toman con una visión cortoplacista, como si la Justicia fuera solo un gasto y no una inversión. Pero oye, que aquí hay muchísimo dinero en los juzgados mercantiles, incluso en los penales, y si los asuntos se resolviesen de un día para otro eso también estaría moviéndose en la sociedad. Lo que no es normal es que haya gente que tenga un piso apalancado durante años porque no consigue que se vea su demanda hasta un año y medio después; ese piso, por ejemplo, podría estar en el mercado. Con esta saturación está completamente bloqueada la Justicia y los jueces viven en una continua bola de nieve que no baja nunca. Yo no sé en otras partes de España, pero en Málaga los jueces trabajan por la mañana aquí, por las tardes en su casa e incluso los fines de semana. A veces me da pena porque hay gente que se cree que venimos aquí un ratito por la mañana y ya está. No, aquí los jueces echamos horas para aburrir.
–¿Cree que hay comprensión de la sociedad con los jueces?
–Habrá de todo. En general, creo que la gente sí valora el trabajo que se hace en Justicia. Al final, cuando alguien tiene un problema acaba recurriendo a un juez. Habrá personas que crean que somos de una especie de élite, pero eso dista mucho de la realidad. Si no, en vez de estar poniendo sentencias día, tarde y noche estaríamos disfrutando del patrimonio. El que está aquí es porque ha pasado un proceso duro y créeme, va sobrado de trabajo. No sé, yo me sacrifiqué cuatro años y medio para estudiar una oposición para luego llegar a un juzgado sin medios y suplir las carencias que tiene el sistema. Lo que sí es cierto es que quizás antes había otro respeto a la figura del juez y las sentencias, gustaran o no, se admitían. Ahora se ha abierto la veda y bueno, es triste cuando se culpa al juez, que lo que hace es acatar en el ordenamiento jurídico. Lo que sí puedo entender es el hartazgo del que pasa años esperando a que se admita su demanda o se le resuelva el problema.
–¿Qué le diría a esos ciudadanos?
–Bueno, que se comprende ese malestar. Ojalá hubiera una varita mágica pero, aunque los procedimientos tarden en resolverse, estudiamos profundamente las cuestiones que se nos plantean e intentamos ser lo más ágiles posible dentro de los medios de los que disponemos. Cuando me quejo de la falta de medios no es solo porque la sufrimos nosotros, es porque los principales perjudicados son los malagueños. ¿Por qué una persona que vive en Málaga y plantea una demanda tiene que esperar tres años a tener una resolución definitiva cuando a lo mejor si estás en un pueblo de cualquier ciudad con menos población esa solución puede llegar en unos seis meses? No debería haber ese desequilibrio y los gobiernos centrales tendrían que estudiar bien el volumen de litigiosidad y población de cada ciudad para que esté compensado. Yo espero que nos empiece a dotar de los medios humanos y materiales, aunque esto es como clamar en el desierto. El Ministerio de Justicia tiene los datos y aquí los jueces están trabajando muy por encima de sus posibilidades, y aun así los señalamientos se van a dos años vista.
–¿Qué puede hacer usted desde el decanato para procurar que mejore la situación?
–Pues me toca tomar el pulso, escuchar a todas las partes, priorizar lo urgente y ser muy, muy pesada. En eso estoy desde que llegué, con juntas de jueces de cada jurisdicción para que me trasladen sus problemas; con la policía para ver qué podemos mejorar y procurar una mayor eficiencia; en comunicación directa con el colegio de abogados, que están muchos días en el turno de oficio que no dan abasto... Si es que todos estamos en lo mismo e intentando hacer lo que se puede con los medios que hay. Estoy en contacto con los distintos actores para hacerme una idea real de todo lo que se puede mejorar, empezando con la Junta también, que es la que nos puede dotar de medios materiales; siguiendo por el Consejo General del Poder Judicial y por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía para que eleven todas las propuestas que tenemos ante el Ministerio de Justicia. Yo no tengo potestad para ejecutar nada, ojalá, pero sí tener un conocimiento exhaustivo de la situación para hacer informes y, viendo lo que es prioritario, solicitar los medios con fundamentos. Voy a ser lo más pesada que pueda porque esto es así, aquí el que no llora no mama. Y dinero para invertir hay poco, pero cosas en las que invertir muchas.
–¿Tiene esperanza en un cambio a mejor?
–Sí, quizás esté pecando de optimista o de infantil pero no voy a partir con una actitud de derrota. Lo mismo dentro de cuatro años pienso que esto que estoy diciendo ahora mismo es una tontería, pero yo confío en que el trabajo dé resultado y en que, a base de ser pesada y de estar martillo y pilón, consigamos desatascar un poco esto.
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