Los primeros tres meses de campaña confirman una de las cosechas más bajas del olivar en Málaga

«Se confirma una cosecha corta, eso ya es seguro», manifiesta a este periódico el presidente de Asaja, Baldomero Bellido, que señala que los datos facilitados por la AICA se mueven en los mismos parámetros que los aforos marcados por la Junta de Andalucía. Los datos también confirman que, pese a las intensas lluvias de diciembre, el agua llegó demasiado tarde para darle un empujón a la presente campaña. «El olivo ha aguantado hasta mediados de septiembre, pero, a partir de ahí, los árboles han empezado a tirar de la aceituna», añade el presidente de Asaja.

La serie histórica da relieve a un problema. Las 40.000 toneladas de aceite previstas solo tienen un precedente aún más negativo y hay que remontarse a la cosecha 2002-2003. Esa temporada, la producción de aceite se quedó en Málaga en 36.000 toneladas. A la ausencia de lluvias, se sumaron las atas temperaturas de este verano. Una tormenta perfecta con efectos que se empiezan a ver ahora.

Las cosechas cortas se extienden también al resto de las provincias. Hasta el punto de que Málaga, incluso, puede llorar con un ojo si se compara con el resto de provincias. En Jaén, motor económico del olivar, las previsiones de la AICA apuntan a debacle. De las 500.000 toneladas producidas en la campaña 2021-2022, las estimaciones, a 16 de enero, marcan una producción de 160.000 toneladas.

El panorama es idéntico en el resto de provincias. En Córdoba, por ejemplo, se pasa de las 158.000 toneladas a las 150.000. En Sevilla la previsión tampoco es mejor. De 90.000 se pasará a las 82.000 toneladas. Una bajada de la producción que se repite en el resto de provincias.

Una cosecha corta se traducirá en un incremento de precios que también padecerá el consumidor final. Tanto para el aceite como para la aceituna de mesa. Este escenario, en eso también coinciden las asociaciones agrarias, es ya, prácticamente, inevitable. «No quiero alarmar demasiado, pero va a ser difícil que se evite una subida de precios. En el mercado, que siempre cuenta con el aceite español, va a haber escasez. Es un problema a nivel mundial», señala Bellido a este periódico y precisa que se abre un contexto que «no beneficia a nadie». «Ni para el consumidor ni para la comercialización ni para los productores. Todos perdemos», añade.

Una cosecha corta se traducirá en un incremento de precios que también padecerá el consumidor final. Tanto para el aceite como para la aceituna de mesa. Este escenario, en eso también coinciden las asociaciones agrarias, es ya, prácticamente, inevitable. «Este contexto no es bueno para nadie. Ni para el consumidor ni para la comercialización ni para los productores. Todos perdemos», asegura Bellido.

Un primer anticipo de lo que puede estar por venir ya se puede ver estos días en los precios que fija el Poolred, que es el sistema que registra todas las operaciones de compraventa a granel de aceite de oliva procedentes del territorio español correspondientes a las categorías aceite de oliva virgen extra, aceite de oliva y lampante, que es el de peor calidad. Los precios se expresan en euros por tonelada. Este martes, a 31 de enero, el precio de la tonelada de aceite de oliva virgen extra superó los cinco euros. Una marca que se ha alcanzado en escasas ocasiones.