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Las enfermedades mentales están en todos lados, pero siguen siendo, en muchos casos, un tabú. Carlos Gómez es psiquiatra en el Hospital Civil y trata a diario con personas que padecen depresiones, esquizofrenia, bipolaridad o riesgo de suicidio. A continuación, una charla sobre el estado ... de la salud mental de la población en Málaga y en el resto del país.
–¿Usted informaría a sus compañeros si tuviera alguna enfermedad psíquica?
–No. No porque es un estigma brutal. Y no le puedo recomendar a ningún paciente que lo haga. En los trabajos hay mucho más riesgo de que te echen y en la sociedad hay mucho más riesgo a que te rechacen. Hemos mejorado, pero no hemos mejorado del todo.
–La salud mental se ha convertido en un tema candente desde la pandemia. Todo el mundo parece tener algo. ¿La sociedad está cada vez más afectada o, simplemente, se trata este tema de manera más abierta?
–La salud mental siempre ha estado latente en el sentido de que una alta proporción de la población, el 30% dicen los estudios, tiene algún síntoma que constituye un trastorno mental. Eso antes estaba más en la calle. ¿Qué pasa? Viene la pandemia, todo se comunica por internet y florece que la gente está mal. Claro, como ahora hemos empezado a hablar hay más gente que sale a pedir ayuda. Eso genera el desequilibrio que tenemos entre lo que se pide y lo que estamos dando.
–¿El número de diagnósticos de afecciones psíquicas ha aumentado en los últimos años?
–Los diagnósticos han aumentado en casi un 40% con respecto al 2019. Tanto diagnósticos como las derivaciones que nos hacen los médicos de familia. La duda es hasta qué punto es un aumento por lo que está pasando y cuánto es por los cambios en la manera de percibir la salud mental.
–¿A los más jóvenes les cuesta menos hablar sobre su salud mental?
–Creo que les cuesta menos, pero porque las vías de comunicación han cambiado. Muchos se sienten más cómodos publicando en una red social lo que les pasa que viniendo a una consulta. En las redes hay mucha compasión. Tu publicas que te quieres suicidar y tienes 300 reacciones que te dicen «no, no, no…». Pero, al final, son reacciones de gente desconocida.
–Vemos como conceptos psicológicos forman parte de nuestras conversaciones: trauma, relación tóxica, masculinidad tóxica, 'burnout', 'triggern', positividad tóxica… ¿Esto no banaliza las enfermedades psiquiátricas?
–A veces, pertenecer al lenguaje social nos hace ser más visibles. Entonces, ¿cuál es el equilibrio? Si no hablamos, malo porque estigmatizamos. Si hablamos en un entorno muy popular, también malo. Me llama mucho la atención, por ejemplo, que una de las palabras más repetidas en el reguetón sea «bipolar». Nadie querría ser bipolar como los bipolares que nosotros vemos.
–¿«Depresión» se conjuga con demasiada facilidad?
–Sí, sin ninguna duda. No todo lo que pasa en la vida diaria es depresión. Y de otra manera, mucha gente que tiene depresión no habla de la depresión.
–¿Es un concepto que forma un poco parte del espíritu de época que nos ha tocado vivir?
–Sí. Es casi como si fuera una actitud vital. Pierdo a mi pareja y estoy deprimido. No. Tienes un duelo de pareja. El problema es que insistimos tanto en la palabra depresión que la ayuda que damos luego no es la adecuada.
–¿En los últimos años han desaparecido sistemas que antaño nos ayudaban a superar determinadas crisis que nos planteaba la vida? Pongo, por ejemplo, la fe en la iglesia.
–Lo que principalmente ha desaparecido, bajo mi punto de vista, es la familia. Ya las redes de familia no funcionan. La fe católica puede ser otro ejemplo, claro. Y está el tema de la ciudad. La ciudad nos enferma, pero cada vez vamos más a la ciudad. Y en vez de hacer parques, el debate es si hacemos un bloque para pisos o un bloque para oficinas.
–Los horarios laborales en España, el 'prime-time' a las 22.30, la cultura de calle hasta altas horas de la noche… ¿Nos perjudica todo esto?
–Lo que sabemos seguro es que dormir mal te fastidia el cerebro. Y España es de los países donde peor se duerme. Además, el ritmo de vida que tenemos ahora es más acelerado que el de antes.
–¿Existe el riesgo de elevar a enfermedad psíquica afecciones que en realidad no lo son?
–Quizá, es que debemos elevar todas esas afecciones de las que estamos hablando para detectar las verdaderas enfermedades mentales. Tengo esa duda. Vemos que el 50% de las personas que tienen un trastorno mental real no van a consulta.
–¿Estamos más dispuestos a solicitar ayuda que antes?
–Pienso que sí. Lo vemos con lo de ir al psicólogo. Eso ya se ha despenalizado. Incluso, diría que es una cierta moda.
–¿El estereotipo hombre tiene otra manera de afrontar las crisis que el estereotipo mujer?
–Vemos que los estereotipos están cambiando. Diría que la cultura clásica masculina sí que aborda los problemas de manera distinta a la cultura clásica femenina. Generalmente, los hombres se comen mucho más los problemas y no acceden a las redes de ayuda. Intentan gestionar las cosas con su propio ser. Las mujeres muchas veces son muy receptoras de los demás, olvidándose por el camino que tienen sus propios problemas.
–¿Por eso la tasa de suicidios es más elevada en hombres que en mujeres?
–Es más alta en hombres porque los hombres son más impulsivos. Claro, cuando tú tienes dos opciones, tirarte por un quinto o tomarte una caja de diazepam, tirarte por un quinto te ofrece una probabilidad de muerte entre 20 y 30 veces más alta. La mayoría de las mujeres eligen el diazepam. Unos cuantos hombres eligen tirarse. Y lo que hemos dicho antes de las redes de apoyo, los hombres comunican mucho menos sus problemas.
–¿Faltan recursos en la sanidad pública para tratar a todas las personas que lo requieren?
–Faltan recursos, sin duda. Psicólogos para todo el mundo no hay. Es más, diría que solo hay para unos pocos. En Málaga tenemos una de las ratio de psicólogos más baja de Europa. Faltan también otras cosas. Yo tengo mucha dificultad, por ejemplo, en formar a policías o bomberos en la prevención del suicidio. Y quién puede ayudar mejor que la primera persona que se encuentra al niño o al adulto con intención de tirarse por el puente.
–¿Eso significa que la salud mental depende del poder adquisitivo?
–Si tú quieres una atención continuada e intensiva, y con intensiva me refiero a dos o tres veces mensuales, eso no te lo garantiza nuestro sistema público en la actualidad. Así que sí que depende del poder adquisitivo y es algo lamentable.
–¿No se calibra bien la magnitud del problema?
–Aquí me gustaría hacer una reflexión. A una persona, que con 20 años tiene un cáncer de mama, se le da todo. Me parece perfecto. Pero a una persona con 20 años, que tiene un problema de salud mental que va a hacer que trabaje menos, que sea menos productiva y que se muera antes, no se le da nada. El cáncer es muy grave, pero una depresión también lo es.
–¿Qué define a una depresión?
–Generalmente, suele ser un periodo sostenido en el tiempo, al menos algunas semanas, en el que nos cuesta hacer cosas. Un tiempo en el que tenemos anhedonia, es decir que nos cuesta disfrutar de las cosas.
–Afirma que diagnósticos como esquizofrenia o bipolaridad vienen acompañados del estigma. ¿Qué representa para usted la palabra estigma en su campo?
–Es la imposibilidad de comunicar al nivel de otras cosas, que comunico con normalidad, un problema de salud. Con cualquier patología de salud orgánica se te abre un abanico de ayudas. En el trabajo, por ejemplo, te dan una baja sin preguntar. Ahora, comunica que has intentado suicidarte... Oye, llama a recursos humanos a ver cuánto nos cuesta el despido. Todo el mundo que tenemos aquí te pide que en el informe no pongas el motivo por el que se solicita la baja.
–Le pongo un ejemplo. Si alguien aguanta bebiendo se le percibe como alguien fuerte. Si se le llama alcohólico, sin embargo, la cosa cambia.
–Así es. Es sorprendente como mucha gente no quiere recibir el diagnóstico de alcohólico porque eso lo cambia todo. Si aguantas bien unas copas eres un machote. Si no la acabas liando, incluso eres el héroe local. Ahora, si te dicen que eres un alcohólico eres un problema.
–¿Entonces no podemos concluir que los términos en sí ya perjudican a los pacientes?
–Es verdad que las etiquetas perjudican. Pero son las que dan acceso a recursos. Ahí está la contradicción. Por ejemplo, si no pones esquizofrenia en el informe no le van a dar la pensión no contributiva.
–¿Siente que un diagnóstico de una enfermedad psíquica en un momento puntual pesa como una losa para el resto de la vida?
–Depende del diagnóstico, depende de cómo lo comuniques y depende de a quién se lo comuniques. Hoy en día, puedes decir tengo ansiedad y voy a un psicólogo. Eso ha mejorado bastante y más o menos se puede llevar bien por parte de la sociedad. Pero no puedes decir que tienes esquizofrenia o que sufres una depresión con brotes psicóticos.
–¿Cuándo se puede decir que alguien está curado de una enfermedad psíquica? ¿O una enfermedad de este tipo es más bien una continuidad?
–En esto no existe el blanco o negro. Nos movemos por una escala de grises bastante amplia. Lo principal es no tener síntomas de la enfermedad durante un tiempo prolongado. Generalmente, hablamos de cinco años para arriba.
–¿Cómo influyen las redes sociales en nuestra salud mental?
–Las redes sociales están matando la imaginación y el como nos tratamos en el cara a cara. Distraen mucho de lo que realmente importa. Si pones el foco en lo que pasa en las redes sociales no lo pones en ti, que es mucho más importante. Además, sabemos con certeza que las redes sociales potencian las actitudes adictivas.
–¿Existe un abuso en el uso de fármacos en la salud mental?
–Es complicado. De entrada, los fármacos no son imprescindibles. En general, casi todas las vías clínicas dicen que los problemas de ansiedad o depresión se traten con psicoterapia. Pero siempre es mucho más fácil poner un fármaco. Para empezar porque hay muchos más médicos de familia que psiquiatras o psicólogos clínicos. Una terapia necesita tiempo y es un tiempo que no tenemos. Recetar un fármaco son cinco minutos. Pero el fármaco tiene muchísimos riesgos. Especialmente, el grupo de las benzodiacepinas, los tranquilizantes, los orfidales, los diazepam..., que la población los está utilizando a tope. Esos no sirven para absolutamente nada. Lo que hacen es generar un problema de adicción, pero no quitan la ansiedad. El consumo de tranquilizantes en Andalucía es el más alto de Europa. Tomar diez diazepames en tu vida ayuda. Dime tú cuántas personas que toman diazepam se limitan a solo diez en su vida. Es perder la partida de lleno.
–¿Suena a placebo?
–Es peor que un placebo porque hace efecto. Pero es un efecto que se puede comparar con comer comida basura, que es adictiva. No te vas a curar de la obesidad, pero no puedes parar de comer ese tipo de comida. Hoy te quitas la ansiedad con un fármaco, pero en dos semanas has desarrollado una tolerancia. Esos fármacos son droga, te convierten en un ansioso crónico.
–¿Las capas sociales más bajas padecen más las enfermedades mentales?
–Sí. Sabemos que en los barrios donde hay mucha mezcla social se estigmatiza más. Luego, la gente más vulnerable accede con más facilidad a los tóxicos. Los tóxicos juegan un papel fundamental en tu salud mental.
–¿Qué efectos concretos tiene el cannabis en este contexto?
–Lo que sabemos del cannabis es que cuando antes empieces con el consumo, peor. Si empiezas a partir de los 25 o 28 años poco te va a afectar ya. Si empiezas a consumir a partir de los 14, por ejemplo, tienes hasta cinco veces más riesgo de sufrir esquizofrenia o insomnio. Irónicamente, los opiáceos como la heroína son antipsicóticos. Pero claro, la heroína te destroza tu vida y todo lo demás. El alcohol es depresivo total y el tabaco es lo peor para la ansiedad. En el tabaco hemos dado pasos para desestigamtizar al que no fuma, pero no lo hemos conseguido aún con el alcohol.
–Ahora se dice mucho eso de que todos deberíamos ir a terapia alguna vez en la vida. ¿Está de acuerdo?
–Estoy en desacuerdo. Sí creo, que si alguna vez consideras que tienes la necesidad de ir a terapia, entonces no lo dejes. Pero no todo el mundo lo necesita. Uno de los riesgos de ir al psicólogo sin necesitarlo es que, en realidad, no estamos haciendo nada. Estoy haciendo una inversión de dinero que luego te renta poco o nada. Hay una mercantilización total de los psicólogos porque es un gran nicho de negocio. Sí tenemos la impresión de que los jóvenes necesitan más recursos de salud mental que, por ejemplo, los que tienen entre 50 y 60 años.
–¿La psicoterapia es tan valiosa que debería quedar reservada a personas que de verdad la necesitan?
–La psicoterpia es muy valiosa, pero no es cien por cien eficaz. Hay psicoterapia de muchas intensidades. A veces, tienes un problema menor y te basta con ir seis veces al psicólogo. Perfecto. Pero hay gente que tiene un problema muy grave y lo que necesita es ir al psicólogo todas las semanas durante años. Y lo mismo, al final, ni tan siquiera soluciona el problema.
–¿Cuáles son las últimas tendencias en el tratamiento clínico?
–En la nueva ola de tratamientos de salud mental que viene se está incrementando mucho la terapia electroconvulsiva (TEC). Aquí no se utilizaba y cada vez se utiliza con más frecuencia. Ya vemos como un hospital de tamaño medio, tipo Antequera, tiene una máquina TEC y antes no la tenía. Es una medida que tiene mucho estigma, pero es muy eficaz. Lo que viene en el futuro son también los psicodislépticos, las drogas que utilizábamos en los años 50, 60, 70, tipo LSD, que todo el mundo sabía que mejoraban la salud mental. Y también la ayahuasca, eso viene ya. En Europa diría que en 2024 o 2025. En España, como pasa siempre, vendrá algo más tarde.
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