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Mercedes, Ferrari o Aston Martin: coches de ensueño en el Museo Automovilístico de Málaga

Un repaso a la colección del difunto Joao Magalhaes para encontrar cinco vehículos que quitarían el hipo a cualquier fanático del motor

Texto y fotos: Antonio Contreras

Málaga

Sábado, 9 de septiembre 2023

Que cada vehículo de la colección del difunto Joao Magalhaes es una joya en solitario es francamente indiscutible. Sin embargo, dentro de todas estas joyas hay algunas que brillan con mayor intensidad. En SUR hemos intentado, junto con el equipo del Museo Automovilístico y de la Moda de Málaga, elegir aquellas piezas que brillan con mayor intensidad. Aquellas con un brillo tan poderoso que pueden llegar a deslumbrar. Una pequeña selección para recordar el enorme legado que Magalhaes deja en la ciudad.

Aston Martin DB4 serie V Vantage (1959)

Construido por la firma inglesa entre 1958 y 1963. Se crearon cinco series diferentes que incorporaban mejoras sucesivas. Contando las cinco series tan sólo se crearon 90 unidades. La unidad presente en el Museo Automovilístico y de la moda corresponde a la serie V, la última serie en fabricarse.

Su carrocería, de un diseño exquisito, fue desarrollada por Carrozzeria Touring en la ciudad italiana de Milán.

Aunque el diseño de la carrocería corre a cargo de manos italianas, la producción se llevó a cabo en Reino Unido, de la reciente fábrica (por aquel entonces) de Aston Martin en Newport Pagnell.

El vehículo, presentado en la feria del motor de Londres en 1958, causó sensación entre los asistentes, cautivando el corazón de la prensa y los entusiastas del momento.

El DB4 presentaba importantes adelantos tecnológicos dentro de la marca, como la utilización de un chasis de aleación ligera en su fabricación para el ahorro de peso y el aumento de rigidez.

La aparición del modelo como vehículo personal de James Bond en la película de Goldfinger lanzó al estrellato, por error, al DB5. La gran mayoría de cinéfilos creyeron que el agente 007 conducía un DB5 en este largometraje, sin embargo se trataba de la última serie del DB4, modelo que se encuentra en este museo.

El interior está colmado de materiales nobles, tales como el cuero, la madera o el aluminio. El vehículo, con unas medidas superiores a su antecesor, su diseño y tipología de GT, permitía viajar a cuatro adultos cómodamente en su interior.

Se trata, de hecho, del primer gran turismo que fabricó Aston Martin. Un deportivo tragamillas que paraba la báscula en apenas 1.290 kg.

Bajo el capó se escondía un seis cilindros en línea de 3.670 c.c. de cilindrada, en posición delantera longitudinal, capaz de desarrollar 243 cv a 5.500 rpm. Con una transmisión manual de cuatro velocidades acoplada a las ruedas traseras, el conjunto era capaz de alcanzar los 225 km/h.

El Aston Martin DB4 fue el primero en la saga de los gran turismo de la marca. Una saga que, debido al éxito de los primeros modelos, no ha parado de crecer hasta la actualidad.

Ferrari 250 GT Speziale Italia (1956)

El Ferrari 250 GT fue de los primeros Ferrari, por no decir el primero, en fabricarse «en serie». Entiéndase cuando se habla de superdeportivos, como es el caso, que las cantidades en serie siguen siendo números muy limitados, de ahí las comillas. Con la entrada en producción del 250 GT Ferrari pasó de fabricar 200 unidades anuales a más de 600. Sin embargo, el protagonista que hoy nos ocupa no es un 250 cualquiera, se trata de un 250 GT Speziale Italia, una edición de la cual sólo se fabricaron 4 unidades, y una de ellas está aquí, en Málaga, en el Museo Automovilístico y de la Moda.

Su diseño exterior era muy parecido al Súper América, lo que le hizo pasar desapercibido durante su presentación en el Salón del Automóvil de París allá por 1954. Sin embargo, su carrocería (y su chasis sobretodo) tenía una enorme diferencia con el citado Súper América. Es bastante más corto, con una reducción de 20 centímetros de distancia entre ejes.

Las llantas corrían a cargo de la empresa italiana con sede en Milán Route Borrani Wheels. Seguían el diseño estrella de la empresa, con unas llantas de radios de alambre y bloqueo central. Una tipología y configuración muy utilizada en aquella época.

El diseño exterior estaba firmado por la famosa diseñadora de automóviles italiana Pininfarina. Podemos encontrar diversas insignias de la carrocera turinesa a lo largo de toda la escultura exterior. Además, la carrocería no estaba pintada, con la intención de ahorrar peso y mejorar las prestaciones.

El interior del Ferrari era sencillo. Eso sí, en su salpicadero y cuadro de instrumentos podemos encontrar multitud de relojes que informan al piloto de todo lo que necesita saber para controlar el estado del motor, como la temperatura del aceite y su presión.

La unidad del museo no se encuentra restaurada, intentado mantener la esencia inicial del vehículo lo más fiel posible. Aún así, se puede observar que los materiales utilizados en el interior son de la mayor calidad, con unos asientos en cuero auténtico, un aro del volante en madera o una parte inferior totalmente moqueteada.

El cuadro de instrumentos es simplemente perfecto, presidido por dos grandes esferas laterales que marcan la velocidad y las revoluciones por minuto.

La apertura del capó es invertida, una solución muy popular en la época. Esto se hacía para evitar la apertura del mismo a altas velocidades, pero la experiencia demostró que esto era contraproducente, pues los capós con apertura invertida son más peligrosos en caso de impacto.

El Ferrari 250 GT Speziale Italia esconde a la joya de la corona bajo el capó. Bajo este, se abandonaba el V12 diseñado por Lampredi por un nuevo V12 creación de Gioacchino Colombo. El nuevo bloque, de 2953 c.c. generaba 280 caballos y alcanzaba una punta de 300 km/h.

El motor acoplaba tres carburadores Weber, de la compañía italiana Magneti Marelli, dotando al motor de ese aspecto tan especial que tiene.

El Ferrari 250 GT Speziale Italia es una máquina de puras sensaciones. El habitáculo de esta bestia capaz de alcanzar los 300 km/h ni siquiera tiene cinturones.

Mercedes-Benz Gullwing 300 SL (1956).

Más conocido como «alas de gaviota», el 300 SL es considerado uno de los primeros superdeportivos de la historia. Presentado en 1954 en Nueva York, consiguió conquistar rápidamente los corazones del público, que vieron como sus peculiares formas y sus características técnicas le convertirían en un icono desde su lanzamiento.

El conjunto es movido por un seis cilindros en línea de 3 litros que, en su versión de calle, generaba 215 caballos a 5.800 rpm y 274 Nm a 4600 vueltas por minuto. Va asociado a una transmisión manual de cuatro velocidades que envía la fuerza a las ruedas traseras. Con todo, el 300 SL alcanzaba una punta de 217 km/h.

Su diseño exterior estaba totalmente supeditado a la mecánica y la aerodinámica. Aún así, los diseñadores de Stuttgart. consiguieron un diseño fluido y escultural, donde las puertas con apertura 'de gaviota' absorben casi toda la atención.

El nombre de SL surge de las palabras 'Sport Leicht', que significa deportivo ligero en alemán. Y es que el conjunto de competición pesaba únicamente 870 kilos. El modelo de calle, sin embargo, subía el peso final hasta los 1420 kilos.

El espacio interior es muy reducido en todas partes. El maletero, por ejemplo, es tan escueto que se creó un espacio tras los asientos para poder colocar las maletas. El volante se puede 'descolgar', puesto que en su posición normal la entrada al habitáculo es casi imposible.

El modelo de calle nace de su homónimo de competición, el 300 SL W194, el cual debutó en 1952. Dos años después, Maximilian E. Hoffman, importador de la marca alemana en Estados Unidos, propuso a Mercedes sacar una versión de calle de aquel modelo de competición.

El interior, como buen Mercedes, es sublime. La utilización de materiales de primera está presente en cada esquina del habitáculo.

La utilización de puertas estilo 'alas de gaviota' es, de hecho, una necesidad. La utilización de un chasis tubular que envolviese todo el habitáculo obligó a incorporar esta clase de puertas, puesto que unas puertas de apertura normal eran totalmente inviables.

Mercedes 540K (1937)

Se trata de uno de los vehículos más valiosos de la colección del Museo Automovilístico y de la Moda. Tan sólo se fabricaron 447 unidades de este modelo, de las cuales apenas quedan cincuenta en todo el mundo.

Se desarrollaron multitud de líneas y acabados sobre el chasis del 540k. Los más valorados hoy día son los cabriolet, especialmente aquellos que no tenían ventanas traseras, conocidos como cabriolets 'A'.

Desarrollado durante la dictadura Nazi, fue un coche frecuentemente utilizado por los altos mandos del régimen. Este en concreto fue el que transportó a Henri Himmler, mano derecha de Adolf Hitler y responsable directo del Holocausto, el día de su boda.

El 540K es una versión mejorada de su antecesor, el 500K. Montado sobre un chasis de 3,28 metros de longitud, la carrocería de este modelo superaba los cinco metros de largo (5,20 metros).

Se trataba de un vehículo de lujo con pretensiones deportivas, no de un vehículo de carreras. Bajo esta filosofía, el alemán de Stuttgart ofrecía un enorme confort de marcha y facilidad de conducción.

Se trata de un modelo lleno de detalles y soluciones, como estos pequeños salientes de metal colocados en los laterales, que eran utilizados para limpiar las suelas de los zapatos antes de entrar a la cabina.

Otra solución interesante son los intermitentes. Estos se guardaban tras el pilar A y frente a las puertas. Cuando se accionaban salían de forma automática para indicar la dirección al resto de vehículos en la calzada.

El motor del 540K , sobrealimentado mediante un compresor, es un 8 cilindros en línea de 5,4 litros, que generaba 180 caballos de potencia. Asociado a una transmisión de cuatro o cinco velocidades, dependiendo del año, el Mercedes conseguía una punta de 170 kilómetros por hora, una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta su peso (más de 2,5 toneladas).

El interior estaba recubierto en madera y cuero de la mejor calidad. Su volante, bastante fino, es de gran diámetro, tal y como marcaba la tendencia de la época.

Durante la contienda de la Segunda Guerra Mundial y tras esta se confiscaron multitud de unidades. Otras permanecieron escondidas y no salieron a la luz hasta décadas después.

A diferencia de lo que se suele ver actualmente, no se ahorró lo más mínimo en las plazas traseras, donde la utilización de materiales de primera calidad está presente en cada centímetro. Llaman la atención los ceniceros de metal integrados junto a las ventanas de ambos lados.

Hispano-Suiza España Torpedo Barcelona Tourer (1917)

Una de las mayores joyas dentro del museo. Perteneciente a la primera empresa automovilística española y una de las que más prestigio ha a la industria de la automoción española.

El símbolo que corona sus coches, la cigüeña, tiene una trágica historia detrás. Se debe al piloto y héroe de guerra francés Georges Guynemer. El caza de guerra que pilotaba tenía esta ave pintada en el fuselaje. Tras su muerte en combate a los mandos su avión, motorizado por Hispano-Suiza, la marca decidió incluir la cigüeña como símbolo de su empresa.

El motor del Hispano-Suiza es un dos litros de cuatro cilindros que desarrollaba cincuenta caballos de potencia, por lo que sus prestaciones eran bastante comedidas.

Debido a su enorme tamaño y para mejorar la visibilidad, el Hispano-Suiza España Torpedo Barcelona Tourer contaba con cuatro retrovisores en vez de dos. Dos colocados en el pilar A y otros dos en la parte delantera del capó.

La marca, fundada en 1904, debe su nombre a sus fundadores: el inversor español Damián Mateu y el ingeniero suizo Marc Birkigt. Establecida inicialmente en Barcelona, Hispano-Suiza se dedicó en un principio a la fabricación de motores de alta calidad. Tras la Primera Guerra Mundial, la empresa diversificó sus negocios y entro en el mundo de las cuatro ruedas.

Se trataba de una marca muy selectiva a la hora de escoger a sus clientes, por lo que no todo el mundo podía hacerse con una unidad aunque tuviese el dinero suficiente. El Museo Automovilístico participará, junto con otras piezas, en la Ruta Picassiana con el Hispano-Suiza, ya que era un vehículo que poseyó el propio Pablo Picasso y que utilizaba con asiduidad.

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