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José González, educador social, lee las noticias del periódico y las somete a debate. Antonio J. Guerrero
Un club de lectura especial: vidas largas y un periódico

Un club de lectura especial: vidas largas y un periódico

En la residencia de mayores de San Juan de Dios se analiza la actualidad, un ritual que ejercita la mente y crea cohesión social

Martes, 10 de septiembre 2024, 00:33

Es un lugar en el que la vida tiende al final. Pero, a la vez, es un lugar en el que hay tanta o más vida que en los demás. La residencia de mayores de San Juan de Dios son un edificio de varias plantas y 7.000 metros cuadrados en mitad de Antequera. Un quiosco, una lavandería, un servicio de peluquería y tarifa plana de fisioterapia. Por delante, una carretera bastante frecuentada y la entrada a Los Dólmenes, donde la dimensión del tiempo también adquiere otro significado.

Por detrás, una zona verde, pequeños senderos para pasear y un espacio para animales. Hay gallinas y un burro que responde al nombre de Capote. Un total de 97 inquilinos repartidos en 76 habitaciones. La edad media ronda unos dígitos respetables: 87 años. Quien entra aquí ya no sale.

Cuando se informa de personas mayores, casi siempre se abunda en sus preocupaciones y en sus enfermedades. Pero aquí, en San Juan de Dios, lo que importa la visión que tienen ellos. Son personas que han sido profesores o trabajadores del campo. Amas de casa o administradores. Aquí, en esta institución orientada en valores cristianos, han encontrado su último hogar. Historias de una residencia de mayores son difíciles de contar porque casi nadie las quiere escuchar. La muerte es omnipresente y el imaginario colectivo sobre el cuidado ronda muchas veces la caricatura. Un eterno pasaje del terror. Detrás de cada puerta, una figura agotada o un anciano desamparado.

Nada de eso ocurre en San Juan de Dios, donde la rutina es mucho más que el cuidado físico y la higiene personal. Hay un ritual que se practica y que se extiende todos los días de lunes a viernes. Como un club de lectura, pero basado en la disección de ese retrato diario de lo que pasa a través del periódico.

El salón de actos de esta residencia se convierte en un lugar para comentar la actualidad y arrancar debates. Con un efecto colateral: ejercitar el cerebro. ¿Cuáles han sido los últimos movimientos en el Gobierno de Juanma Moreno? ¿Qué ha pasado en la rave ilegal de Campanillas para que haya acabado en detenciones? ¿Por qué el precio de la vivienda en Málaga empieza a ser inasumible y cuáles son las consecuencias? Las respuestas llegan en la próxima hora.

Las caras, dibujadas en arrugas, miran todos hacia una persona. Esa persona tiene en sus manos el periódico del día y responde al nombre de José González. «El SUR porque es muy completo y porque es el de toda la vida», justifica la elección.

En realidad, la presencia de José rebaja la media de edad, pero la suya no computa. Tiene 33 años, es natural de Salinas y en San Juan de Dios trabaja como educador social. «Mi función es la de hacerlos feliz en sus últimos días y que sus últimos días se alarguen», expresa.

En esta vocación de prolongar vidas, José descubrió a su llegada al centro que se podía mejorar la estimulación de los residentes. «Se miraban los unos a los otros o veían mucha televisión», recuerda. Le vino la idea de establecer este club de lectura y empezó comprando el periódico todos los días. Lo pagaba de su propio bolsillo. Con la buena acogida de su iniciativa llegó la suscripción y se formalizó el ritual. Ver a José comentando las noticias con humor y ternura es una lección de cercanía y empatía. A veces, mete una sana dosis de ironía o aprovecha los titulares más picantes para apelar directamente a las personas mayores. «Soy como el nieto travieso», sonríe. Si en la página de sucesos se habla de un golpe contra un camello local, José pregunta que «quién de aquí se ha fumado alguna vez un porrillo». Algunas manos de octogenarios, aunque de manera tímida, se elevan.

Función social

Asistir a la lectura matutina del periódico también es asistir a una demostración en vivo de la función social que cumple el periódico en papel. Las personas que residen en San Juan de Dios están siempre al tanto de lo que pasa en la provincia y en el resto del mundo.

Sin móvil, sin ratón, sin portátil. Miguel Pérez hace algunos años que rebasó los 80. Aún le queda algo de pelo y se inclina hacia delante cuando se le pregunta algo. Lo hace para escuchar mejor porque, aunque le hayan cambiado el audífono unas cuantas veces, no han debido atinar del todo. Miguel fue profesor y era conocido por tener una memoria prodigiosa.

La actividad es una de las más queridas por parte de los residentes y goza todos los días de una buena acogida. Antonio J. Guerrero

Los únicos cabreos que se pilla ahora surgen cuando se da cuenta que esa memoria ahora a veces le flaquea. Es uno de los fijos que asisten a diario a la lectura del periódico. «Los he leído a lo largo de toda mi vida», resalta. Entre sus cabeceras favoritas, resalta, está la de SUR. 'Fake news', avalancha de noticias o vorágine de 'clickbait'. Todos estos conceptos les son ajenos a este honorable auditorio. Los flujos de la información se basan en la credibilidad que ofrece el periódico tradicional.

No todo el mundo consumía periódicos antes de llegar a la residencia de San Juan de Dios. Magdalena Mayor se aficionó gracias a este club de lectura que está compuesto por miembros con una larga vida. «Estoy muy agradecida a José. Nos hace pasar un buen rato aquí, aunque a veces es un sinvergüenza», sonríe.

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