Los expertos aseguran que la enfermedad sigue siendo un tabú en muchos casos SUR

Cerca de 25.000 malagueños han pasado por una crisis de epilepsia alguna vez en su vida

La mitad de los casos de consideran aún activos porque los episodios han tenido lugar en los últimos cinco años

Lunes, 12 de febrero 2024, 09:08

Unos 25.000 malagueños han pasado alguna vez en su vida por una crisis de epilepsia, y de ellos la mitad se consideran casos activos porque han ocurrido en los últimos cinco años. Esa es la fotografía más certera de una enfermedad que en muchos ... casos se sigue considerando un tabú por parte de los propios pacientes, que prefieren no contar que sufren esta dolencia.

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Así lo explica Pedro Serrano, jefe de Neurología del Hospital Regional y una de las voces más autorizadas sobre la epilepsia en España, que recuerda que dirigió un estudio a gran escala sobre la enfermedad en el que la primera conclusión era que el 1,4 por ciento de la población había pasado por un episodio alguna vez en su vida.

Con respecto a los casos activos –es decir, aquellas personas que han tenido una crisis en los últimos cinco años– la cifra baja hasta en torno el 0,6 por ciento de los ciudadanos. Esta segunda cifra sí se encuentra entre la media europea, pero la primera es más elevada. La razón está directamente ligada al desarrollo de nuestro país. «Las zonas del mundo con menor índice de desarrollo tienen tasas más altas. En el caso de España esto se traduce en que las tasas más altas se dan entre la gente más mayor. A medida que hemos avanzado, la cifra se ha ido igualando con el entorno europeo», explica el facultativo.

Pero, ¿qué es la epilepsia? En palabras del propio Serrano en una entrevista concedida a este mismo medio, el neurólogo la describía, precisamente, como una enfermedad neurológica. «Aunque puede parecer algo obvio, esta matización es importante porque es una gran desconocida y hay muchas personas que piensan que es una enfermedad psiquiátrica o que no es una enfermedad y que se trata de algún tipo de manifestación, incluso referida a cuestiones sobrenaturales. En la epilepsia un conjunto de neuronas empieza a funcionar de manera exacerbada y eso se manifiesta mediante determinadas alteraciones», describe.

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Así, sostiene que en estos últimos años se ha avanzado «mucho» con respecto al conocimiento de la enfermedad, aunque no en lo sociológico. «Sigue siendo un tabú, los pacientes no quieren que se sepa que tienen la enfermedad, y en muchos casos es comprensible. A veces tienen dificultades laborales, porque hay quien no quiere contratarles para evitar ver una crisis en su puesto de trabajo. Es una de las enfermedades que aún se mantienen ocultas justamente porque las crisis son imprecedibles», se lamenta el médico.

En cuanto a quiénes afecta principalmente la enfermedad, existen claramente dos picos de incidencia muy específicos: la infancia, en la que aparecen epilepsias de base genética que no obedecen a ninguna lesión, que vienen dadas por un condicionante genético. El segundo pico es en el otro extremo de la vida. Se trata de epilepsias focales de bases estructurales producidas por lesiones como un traumatismo craneoencefálico, un ictus o algunos tipo de tumores –entre otros motivos– que son los que originan las crisis.

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En cuanto a las primeras, Serrano explica que las de base genética no se pueden prevenir, mientras que las otras sí porque forman parte del estilo de vida. «El mismo método para prevenir los ictus es el que se puede usar para la epilepsia. O por ejemplo, si reducimos el número de accidentes de tráfico, también habrá menos casos de epilepsias», enumera.

Tratamientos

Actualmente, el tratamiento para los enfermos de epilepsia es de tipo farmacológico y se clasifican en tres grupos: en el primero están los más antiguos, eficaces pero que afectan a la calidad de vida de los pacientes al conllevar muchos efectos adversos. Los de la segunda generación mejoraron este aspecto, mientras que los actuales han trabajado también en el mismo sentido de intentar mejorar esta calidad de vida. No han avanzado mucho en los efectos positivos, los tres tipos son igual de efectivos. Pero en estos años sí se ha conseguido que la gente viva mejor», reconoce el neurólogo.

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Serrano explicaba que el diagnóstico se hace a través de la historia clínica y la exploración, pero hay herramientas, fundamentalmente el electroencefalograma, que registran la actividad eléctrica del cerebro y detecta cuándo se produce ese aumento de funciones en un grupo determinado de neuronas. Además, se emplean técnicas como la resonancia magnética, estudios de medicina nuclear o estudios neuropsicológicos. La fusión de todas ellas es lo que nos permite un diagnóstico certero del tipo de epilepsia.

Pero más allá de ello, en el caso de la epilepsia en edades tempranas tiene que ver con un componente genético que no se puede prevenir... ni curar. Por eso, el futuro de la investigación no pasa por la eliminación como tal de la dolencia, sino por la medicina especializada. «Que los tratamientos se elaboren en función de sus condicionantes genéticos, ese es el futuro», concluye Serrano.

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