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Cuando el Gobierno español declaró el estado de alarma, nuestro país acumulaba ya más de 6.300 casos declarados de contagios y 195 muertos. A más de 3.000 kilómetros de casa se encontraban la malagueña Carmen Torres y la marbellí Ángela Lugmayr, que llevaban ... recluidas en su residencia de estudiantes desde el lunes anterior. «Nos mandaron a casa, cerraron negocios y nos confinaron en cuanto se conocieron los dos primeros casos de contagio y, por el momento, lo han contenido», explican. Los números corroboran lo que nos cuentan, ya que el país cerró también fronteras desde el minuto cero y, en este momento, contabiliza unas cifras muy diferentes a las de España e Italia: los contagiados no llegan a 200 y una única muerte.
Estudiantes del grado de Medicina de la Universidad Pavol Jozef Safarik de Košice, Ángela y Carmen quisieron coger un vuelo y venirse a España con la familia, pero después se lo pensaron. «No había problemas para salir de Eslovaquía, pero después para entrar sí lo íbamos a tener complicado y, aunque llegáramos sanas cuando se reanudaran las clases, nos obligaban a pasar 14 días en cuarentena y nos íbamos a perder los exámenes«, cuenta la marbellí de este dúo, a lo que su compañera añade: »Estamos en segundo y todo esto nos ha pillado en el peor año porque es el más difícil académicamente, por lo que si volvíamos a Málaga, perdíamos el curso«.
La responsabilidad ha pesado, aunque la decisión también ha sido mejor para la salud de estas paisanas ya que el contagio está muy controlado en la República de Eslovaquía. «En Košice hay declarados solo siete casos de contagio», cuenta Carmen Torres sobre la incidencia en esta localidad cuya población es algo menos de la mitad de Málaga: 240.000 habitantes. Pero aunque el ambiente parece más propicio, Ángela y Carmen confiesan que lo que peor llevan de esta cuarentena es «la distancia y no estar con la familia». Un déficit personal que contrarrestan con la amistad.
«En la residencia somos un grupo de siete españolas y nos juntamos con chicas de Burgos, Madrid y Badajoz para hacer deporte por la mañana o ver una película por la noche», explican ambas, que no pueden evitar troncharse de risa cuando Carmen suelta: «Cuando estamos juntas nos sale a todas el pavo». El buen ambiente y la camaradería se nota entre estas amigas malagueñas que viven en pisos diferentes de este albergue mixto para estudiantes. «Tenemos una cocina por planta y también hemos hecho compras para no tener que salir mucho», explican. No obstante, las medidas del confinamiento son muy diferentes a las de nuestro país.
«No hay tanta psicosis como en España, pero también hay miedo porque si te acercas a alguien te mira mal», relata Carmen Torres, que añade que es obligatorio salir con mascarilla ya que sin ella «multan». «Menos mal que podemos ir de vez en cuando a la compra porque estar encerrado aquí 24/7 sería...», afirma Ángela Lugmayr que, como su compañera, sigue estudiando, haciendo trabajos y en contacto diario con los profesores en la distancia. Una teleuniversidad que tendrán que mantener por bastante tiempo ya que el pasado lunes supieron que el encierro inicial previsto para dos semanas se prolongará, al menos, hasta el 15 de mayo. Y aunque les faltan sus seres queridos, menos mal que han sabido hacer piña y crear su propia familia.
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