«Ignoramos que las plantas nos dan oxígeno y nos permiten vivir»
Responsable del Jardín Botánico de Londres ·
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Responsable del Jardín Botánico de Londres ·
«En España dices que eres jardinero y eres el de la limpieza de las zonas verdes», señala la falta de consideración que padece su oficio¿Qué es una planta? Acaso es un objeto desamparado e inamovible, condenado a soportar los caprichos y veleidades de personas o animales que se alimentan de ellas u olvidan regarlas. O un ornamento decorativo lo suficientemente bueno, en el mejor de los casos, como ... para acabar en la maceta de un balcón como sardinas en latas. «No, no y no», piensa Carlos Magdalena (Gijón, 1972). Es el responsable de uno de los jardines botánicos más famosos del mundo, The Kew Gardens, en Londres. Esta semana ha sido el invitado estrella del ciclo 'Planeta Verde', que se celebra en La Térmica.
En esta entrevista, el apodado como 'mesías de las plantas' expande su mirada verde para SUR y explica por qué cree que le dan su actual forma al mundo. Cuando Magdalena habla de plantas lo hace a gran escala. En lo temporal, en lo botánico, pero, sobre todo, tejiendo y estableciendo relaciones entre diferentes significados. El reproche de que las plantas representan una existencia pasiva lo replica con el hecho de que son ellas las que posibilitan que exista la vida tal y como la conocemos hoy. Para ello no tienen que hacer nada especial. Ni tan siquiera moverse. Solo ser. Aunque de aspecto se parece más a un camarero del ZZ Pub, la BBC lo encumbró como el mejor jardinero del mundo. «Las plantas son el centro del universo», sostiene y recomienda no exponerlas al reguetón.
–Tiene los pelos largos, dilataciones en las orejas, lleva gafas de pasta, una barba que luce canas y ostenta el apodo de ser el mesías de las plantas. Me va a perdonar, pero le imagino desayunando dientes de león.
–Pues no (risas). Soy muy de cruasán. No como mucho verde, la verdad. Deberá ser que veo en ello algo de canibalismo vegetal.
–Piensa uno en cuáles son los misterios del mundo y se le ocurren el tiempo y las plantas.
–Es muy posible. Además, las dos están relacionadas. Uno de los problemas por los que creo que no entendemos bien a las plantas es porque se escapan a nuestra escala temporal. Tú miras una planta y no hace nada de nada. La miras después de una semana y ha crecido un metro.
–La existencia de una planta parece limitarse a una especie de sueño eterno. ¿Qué es lo que le fascina de ellas?
–Me fascina la riqueza biológica que representan. El cómo están modificando todo continuamente. El clima, el suelo, el hábitat, los patrones de lluvia... Y lo hacen de una forma muy pasiva. Tanto, que ni siquiera nos damos cuenta. Una semilla de una secuoya, que es una cosa de un milímetro, tiene un programa de software genético que tiene más de 3.000 años, que va a establecer alianzas con hongos que existen en el suelo o con bacterias que extraen nitrógeno del aire. Aunque veamos las plantas como una especie de fondo, realmente son el centro del universo.
–Nos imaginamos la vida de un animal. ¿Pero cómo es la de una planta, que carece de músculos y de sistema nervioso?
–Ese el tema. Es mucho más fácil tener empatía por una vaca o un delfín que por una planta. Una de las cosas asombrosas de las plantas es cómo analizan y procesan un montón de datos. La humedad del aire, la humedad del suelo, la temperatura, la luz… Son capaces de distinguir más frecuencias de la luz de las que nosotros somos capaces de ver. Y con eso proceden a tomar decisiones. Me voy de letargo, me dedico a florecer o pongo más pinchos porque me quieren comer.
–¿No nos deberían dar pena? Siempre expuestas a las veleidades o al capricho de las personas o de los animales.
–Cuando una flor da azúcar a un colibrí intentamos ver al colibrí como el personaje central de la película. Pero si no hay colibrís durante un año la planta no tiene ningún problema. Sin embargo, si no hay flores, que te digo, doce horas, los colibrís se mueren. Los que están esclavizados a encontrar la flor son los colibrís. Con nosotros pasa igual. Si no tenemos plantas, nos tenemos que mover a otra zona. Son ellas las que nos dan oxígeno y nos permiten vivir. Es curioso como ignoramos eso.
–El filósofo Emanuelle Coccia calificó a las plantas como «las raíces del mundo».
–En cierto modo lo suscribo. Las plantas son los alquimistas de la Tierra. Con un poco de agua y luz son capaces de generar todo lo demás.
–¿Qué hacemos entonces con el antropocentrismo, la doctrina que sitúa al ser humano como el centro de todas las cosas? ¿Habría que deslegitimarla?
–Por supuesto que hay deslegitimarla. El problema está justo ahí, en el uso que le damos al poder que tenemos como animales entre comillas superiores. Hay dos tipos de personas. Las que están dentro del planeta. Es decir, te consideras parte de él. Y las que están sobre el planeta, con actitud de esto es todo mío. Y lo pisan como el que pone el pie encima de un cadáver.
–Una planta aspira a alcanzar el sol pero está enraizada a la tierra. Parece una contradicción palpable.
–Para nada. Las plantas utilizan el sol para condicionar el suelo y generar todo lo demás. Generan proteínas, aminoácidos, compuestos, medicinas… Las plantas hacen de conexión con todas las fuerzas del universo.
–¿Las raíces son la parte más importante?
–En cierto modo, sí. Cuando ves el 'time-lapse' de cómo operan las raíces es algo bastante escalofriante. Se le ve muy animal al bicho, a nivel radicular.
–¿Y en la vida? Usted vive en Londres pero sus raíces están en Asturias.
–Pienso que sí. Son esa parte que no tienes en el código genético, pero que te modela también. Digamos que tu raza, tu color de piel, tu altura… Todo eso te viene dado. Tus raíces culturales hacen el resto. El conjunto de las dos cosas te generan a ti.
–¿Por eso algunas personas, cuando se trasplantan, marchitan como una planta que se traslada de una maceta a otra?
–Podría ser. Pero también cabe la posibilidad de mejorar. Eso que tienes ahí una planta triste, medio seca. Luego la plantas en el suelo y es ahí donde sus raíces se pueden extender y florece.
–¿Inglaterra es la meca de la botánica?
–Es posible. El jardín botánico The Kew tiene un renombre internacional muy grande desde hace muchos años. El clima oceánico favorece mucho. Hace calor en verano, pero durante poco tiempo. Hay heladas, pero no son prolongadas. Llueve mucho.
–Voltaire calificó el de jardinero como el oficio más noble del mundo. ¿Se siente halagado?
–Más bien me siento reconocido. Voltaire no es un filósofo barato. Y estoy bastante de acuerdo con él. Aunque tengo que decir una cosa. Aunque a mí me llamen el mejor jardinero del mundo, yo no me atrevería a decir que sé mucho de plantas y mucho de jardinería. ¿Saber mucho comparado con qué? Las plantas tienen muchos aspectos, que van desde la química hasta el patrimonio cultural, pasando por el ocio. Un jardín también tiene hasta poesía. Como para decir que uno lo tiene todo controlado.
–¿Los británicos reconocen más a su oficio?
–Aquí en Inglaterra, cuando dices que eres español, igual piensan primero que estás fregando platos. Pero cuando le digo que soy jardinero algo les hace 'click'. Te perciben como un tío interesante y se abren a ti. Aquí el príncipe Guillermo se hace fotos plantando patatas. En España dices que eres un jardinero y eres el de la limpieza de las zonas verdes.
–En Málaga hay pinos en los montes y a menos de media hora plantaciones de aguacates. ¿Es para sacar pecho?
–Málaga es un punto caliente de la biodiversidad. Esto genera unas oportunidades muy potentes. Un tercio de los vegetales que se consumen en el Reino Unido vienen de España. A eso le hemos sacado una partida económica tremenda. El único problema que le veo yo a eso es que en España tenemos una fijación muy gastronómica con las plantas. Cuando le enseñas a un español una planta, lo normal es que te pregunte: ¿Esto para qué vale? ¿Esto se puede comer?
–Hablemos de retos profesionales. Póngase en que ahora le suena el teléfono y le ofrecen ser el jardinero del Palacio de Versalles. ¿Qué contestaría?
–Estaría intentando mantener la conversación mientras que digiero esa noticia. Tengo que decir que no es la horticultura que a mí me llama más. Es una horticultura muy de denominación. El rey, desde la ventana, quería tener la vegetación dominada. La forma de demostrarlo era con esas composiciones milimétricas, cuadriculares y totalmente diferenciadas de lo que es la naturaleza. Pero dicen que la naturaleza es la curva y no la recta. Creo que es una de estas cosas que me encantaría hacer durante un periodo de mi vida, pero no durante el resto de mi vida.
–¿Con qué planta se queda?
–Es como cuando tienes doce niños y te preguntan cuál es tu favorito. Una dinámica constante conmigo han sido los nenúfares. No me acabo de cansar de ellos. En el Jardín Botánico de Málaga tenéis muchos.
–Una última. ¿Qué música recomienda para ponerle a las plantas del balcón? ¿Mozart, Nirvana o Daddy Yankee?
–¿Quién es Daddy Yankee?
–Sería algo así como una secuoya del reguetón.
–La del reguetón yo creo que no. Estaría muy tentando en poner Nirvana.
–¿Qué canción?
–¿Qué canción? Pues 'Come as you are'. O sea, todo lo contrario que los jardines en el Palacio de Versalles.
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