Cuando el cáncer llega de pequeño: «Quería seguir con la vida normal de un niño»

Tres historias, tres vidas: Ainhoa Barco, Patricia Fernández y Felipe Medina recibieron entre los 7 y los 12 años la noticia de que sufrían esta enfermedad. Ya han pasado más de diez años y estos tres malagueños recuerda cómo fue ese proceso y se sinceran con sus sentimientos por el Día Internacional del Cáncer Infantil

cristina pinto y daniel maldonado (vídeo)

Miércoles, 15 de febrero 2023, 00:23

«Cuando me dijeron la palabra cáncer lo primero que se me vino a la cabeza fue que me iba de aquí, que me iba ... a morir...». Ese fue el pensamiento de Ainhoa Barco cuando le diagnosticaron con 12 años un tumor cerebral Germinoma Mixto Embrionario. Sus padres le habían contado que tenía un bulto de grasa y que debían operar pero cuando ella se lo explicó a su amiga, esta le dijo: «¿O sea que tienes cáncer?», recuerda. «¿Esto qué es? ¿Qué está pasando?», se preguntaba en aquel momento la pequeña Ainhoa. «Al principio estaba enfadada con el mundo, no quería jugar ni hacer nada. Me costó abrirme pero luego lo que buscaba era curarme y ponerme buena», recuerda Ainhoa.

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«Yo sola me preguntaba por qué a mí me había tocado esta enfermedad cuando no había hecho nada malo a nadie». Ese fue el pensamiento de Patricia Fernández cuando le diagnosticaron con 7 años un tumor cerebral Neurocitoma Central que con 9 años pasó a ser una metástasis en todo el Sistema Nervioso Central. Su madre le dijo que eso era «como una prueba que le habían puesto» para ver lo fuerte que era: «Y siempre le digo que sí, que es verdad, que esta es una prueba que me han puesto y la tengo que aceptar», reconoce Patricia.

«Al principio no me lo creía y no sabía ni lo que era, me preguntaba por qué a mí. Solo pensaba en el tratamiento y en que iba a estar encerrado en el hospital y sufriendo». Ese fue el pensamiento de Felipe Medina cuando le diagnosticaron con 12 años un Linfoma no Hodgkin de células T. «Es una bofetada de la que nadie te avisa, yo era un niño y no sabía lo que era la vida», recuerda este joven malagueño. «Fueron muchos días de hablar con psicólogos, con mis padres, familia y amigos y fui aceptándolo, pero es un proceso largo y duro porque nadie te enseña a cambiar la actitud frente a esos problemas», cuenta Felipe al recordar aquella época.

Vídeo. A Felipe le diagnosticaron el tumor con 12 años Daniel Maldonado

Estas tres historias son pasado, presente y futuro. Ahora Ainhoa tiene 18 años y convive con un resto tumoral que se mantiene estable; Patricia tiene 19 años y comienza en unos días una nueva quimioterapia y Felipe tiene 17 y lleva tres años sin recibir tratamiento. Tres historias necesarias para escuchar, comprender y mirar a los ojos a estos valientes que se sientan con SUR en la Asociación Española Contra el Cáncer de Málaga para sincerarse en el Día Internacional del Cáncer Infantil sobre esa etapa del pasado que tanto tiene que ver con quienes son en el presente y quienes serán en un futuro. Y que tanto tienen que ver con la vida, aunque a veces parezca que es egoísta e injusta. Tres historias, tres vidas para dar una lección al mundo.

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Patricia Fernández era muy pequeña -7 años- cuando empezaron los primeros síntomas de vómitos constantes y crisis epilépticas. Comenzaron los tratamientos, todo se fue alargando, el tiempo de estar sin colegio fue más del esperado en un principio e intentar volver fue difícil para esta fuengiroleña: «Estaba triste por el tema de la caída del pelo y por dejar los estudios de lado y no poder hacer la misma vida que la gente de mi edad, fue bastante duro. Mis compañeros se iban olvidando de mí y no me prestaban la atención de antes. En el colegio no contaban conmigo para nada, por suerte el hospital tenía varias fundaciones que hacía que estuviese con niños por las tardes», recuerda aún emocionada esta joven, que tras una intervención el pasado octubre, vuelve a la quimioterapia en unos días: «Cuando recaes te sientes bastante triste y en soledad», confiesa Patricia, que entre las secuelas que le ha dejado el tratamiento está grado de 83% de minusvalía.

Edad de cambios

En una edad de plenos cambios, así llegó el cáncer para Felipe y Ainhoa cuando tenían apenas 12 años. «La verdad es que era una edad complicada para los amigos y para el colegio, justo cuando iba a pasar del colegio al instituto», recuerda Ainhoa Barco, que vive en Guadalmar y estudia en Santa Paula. «Entre las cosas que peor llevé fue no ir al cole, ir en silla de ruedas, no tener pelo y no poder hacer deporte. Me miraba al espejo y decía: 'Yo no soy ese'. No tenía fuerzas ni para andar y yo quería seguir con mi vida normal de un niño de 12 años; no podía seguir haciendo lo de siempre, veía a mis amigos y quería estar como ellos», reconoce Felipe Medina.Este joven malagueño estuvo alrededor de dos años de tratamiento: «Estaba en el hospital sin poder moverme, intentaba ir al baño y me caía en mitad del pasillo, por eso decidimos usar en algunos momentos la silla de ruedas», detalla este joven malagueño, que confiesa haberse acogido a la Fe más que nunca desde que pasó el tratamiento: «Mi padre tenía una amiga que le dio una pulsera de la Virgen de la Salud cuando estaba en la UCI y siempre le rezaba porque sentía que me ayudaba y era mi refugio». Y es que no cualquier palabra o acción consuela en ese momento a quien padece la enfermedad: «Es un sufrimiento muy duro, te consume por dentro y no tienes ni fuerza física ni mental. No es una experiencia bonita pero cuando lo ves desde otra perspectiva te enorgullece mirar al pasado con todo lo sufrido y llorado... Y ver ahora cómo soy de distinto», profundiza Felipe al hablar del cáncer.

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Vídeo. Ainhoa tiene ahora 18 años y convive con un tumor que se mantiene estable Daniel Maldonado

Los ojos de estos niños muestran la fuerza que acompañan a sus palabras y la valentía de una mente positiva: «Lo único que buscaba era curarme y ponerme buena, me daba igual el pelo, pincharme, lo que fuera... Tu actitud es lo que más cuenta; si le echas ganas, más ganas le echa el tratamiento», asegura con una sonrisa Ainhoa Barco. En el camino han vivido muchas experiencias dolorosas, como le ha pasado a Patricia Fernández, que decidió también ser voluntaria en varias asociaciones -entre ellas la AECC de Málaga- y ahora recuerda cómo ha perdido a muchos compañeros: «Siempre he estado con ellos apoyándolos, sé que con mi historia puedo ayudar a mucha gente. El cáncer te enseña a ser más fuerte y a valorar mucho más las cosas», valora Patricia.

Sin miedo a morir

«A morir no le tenía miedo porque si ese era el destino pues ya está, de lo que sí que tenía miedo si sobrevivía por las secuelas que me iban a quedar y no llevar una vida como antes. Siento que he vuelto a nacer después de todo», asegura Felipe. Una mentalidad a la que se suman las palabras de Ainhoa Barco: «A vivir, que la vida son dos días y nunca se sabe lo que te puede pasar. Esto me ha enseñado a vivir y a que hay que disfrutar de las personas que tienes al lado porque no se sabe cuándo va a pasar cualquier cosa». Dentro de este proceso de mirar a la enfermedad de la manera más positiva al cáncer está la ayuda de sus familias, amigos, de los médicos o, por ejemplo, la de la Asociación Española Contra el Cáncer en Málaga, donde estos tres niños se sientan a hablar y consiguen ese apoyo y ese empujoncito necesario porque, como dicen en la misma AECC: «Este camino se recorre en compañía». Actividades de ocio, talleres o charlas entre los chicos de la asociación hacen que la rutina de estos niños sea mucho mejor: «La psicóloga, Coral, me ha ayudado mucho a abrir paso a mi verdadero yo, a decir lo que pienso y sentirme como soy», explica Ainhoa Barco al hablar de Coral García Peláez, la psicooncóloga que trata con ellos. «Gracias a las asociaciones hacíamos actividades y juegos con niños con cáncer y hemos estado muy bien, se crea un vínculo muy bueno», añade Patricia Fernández.

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Vídeo. Patricia tiene 19 años y empieza en unos días una nueva quimioterapia

En la historia de Patricia, Felipe y Ainhoa está el pasado, el presente y el futuro. Ese planteamiento de vida que de una forma o de otra se ha visto afectado por el cáncer hasta llegar a la elección de su profesión: «Desde que salí del hospital tenía claro que quería trabajar para la sanidad y de una forma o de otra devolver todo lo que a mí me han dado. Estudio técnico de rayos para hacer mamografías y el siguiente grado que quiero hacer es radioterapia para los tratamientos de cáncer», desvela Ainhoa Barco, que está más que ilusionada porque ha empezado sus primeras prácticas en el hospital. «Ahora estoy estudiando Bachillerato de Ciencias para estudiar Medicina porque a raíz del cáncer me di cuenta que quiero devolver todo lo que han hecho por mí y ayudar a más personas como lo hicieron conmigo», cuenta Felipe Medina sus planes de futuro. Y también Patricia ha empezado a sentirse más querida y acogida por sus compañeras del curso de Peluquería y Estética que está haciendo, aunque lo está dividiendo en varios años a causa del tratamiento: «Me gusta mucho porque es divertido estar con las compañeras, maquillarlas...», cuenta.Ahora que han pasado años desde que les diagnosticaron y están recorriendo el camino de la vida, echan la vista atrás y se dedican unas palabras a esos pequeños que escucharon la palabra cáncer: «Me diría que siguiera así, que voy por buen camino y que seguro que voy a llegar súper lejos», detalla Ainhoa Barco. También Patricia Fernández piensa en qué diría a su yo de 7 años: «La de antes no era tan madura, a mi yo de antes le diría que es una persona muy fuerte y que puede con todo». A Felipe le ha cambiado su forma de pensar: «Ahora cuando me dicen la palabra cáncer pienso en vida porque lo que ha hecho es enseñarme a vivir. A mi yo de 12 años le diría que confíe en el destino y en el proceso y que aprenda todo al máximo. Que viva y que disfrute, que los momentos malos intente convertirlos en buenos, que se apoye en la gente de alrededor y que deje que las personas se apoyen en él para aprender», confiesa Felipe Medina.

Vídeo. Felipe, Ainhoa y Patricia, en la sede de la AECC en Málaga Daniel Maldonado

Tres niños que ya son tres adolescentes. Tres vidas que son un ejemplo a seguir para muchos niños y familias que sufren la enfermedad de cerca. Hoy, Día Internacional del Cáncer Infantil, es necesario escuchar y leer historias como las de Patricia, Ainhoa y Felipe, que son una pequeña representación de esos pequeños que día a día luchan por superar el cáncer. Es duro, sí. Pero, como dicen ellos, hay que confiar y disfrutar de la vida que en ocasiones es egoísta, pero en otras puede ser muy bonita.

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