

Secciones
Servicios
Destacamos
Aunque la aparición de grandes nubes de polvo en los cielos de la provincia es algo que ocurre habitualmente, de un tiempo a esta parte al escuchar la palabra «calima» a los malagueños se les ponen los pelos de punta. El episodio histórico, totalmente extraordinario, que dejó miles de toneladas de barro en las calles y las fachadas de los edificios fue el resultado de un cúmulo de factores meteorológicos que dio lugar a las dos oleadas, entre el 14 y el 24 de marzo de 2022, que todo el mundo recuerda.
¿Podría volver a pasar algo así? Efectivamente, una carambola de la atmósfera como aquella podría repetirse en el futuro, aunque es poco probable y tiene, por tanto, un periodo de retorno (la probabilidad de que un fenómeno se repita) de muchos años.
Primero, el análisis de los hechos meteorológicos. Estos se recogen de manera pormenorizada en el informe elaborado por Juan Andrés García-Valero, del Área de Técnicas y Aplicaciones de Predicción de Aemet, bajo el título: «La intrusión de polvo de origen sahariano sobre el territorio peninsular español, entre los días 14 y 16 de marzo de 2022».
La localización de la Península Ibérica, relativamente próxima al desierto del Sahara, principal reservorio de arena del hemisferio norte, la convierte en una región propensa a las intrusiones de polvo, sobre todo bajo determinadas situaciones meteorológicas.
La «naturaleza extraordinaria» del evento se analiza en este trabajo, con tres apartados. En el primero se hace una descripción de la situación sinóptica el día previo y durante las jornadas en las que se produjo la intrusión. En el siguiente apartado se muestran algunas observaciones que evidencian la importante concentración que hubo en la atmósfera y el suelo. Y en el apartado final se pone en contexto este episodio con los resultados obtenidos en trabajos anteriores.
¿Qué ocurrió?
El día 13 de marzo, previo al comienzo de la intrusión de polvo en la península, la situación sinóptica en superficie estaba dominada por dos extensas regiones anticiclónicas, una al norte del continente europeo, bloqueando la circulación atlántica, y otra al oeste de Azores.
Entre ambos sistemas anticiclónicos se encontraba una amplia depresión con centro principal al oeste de la islas británicas y otros dos centros secundarios, uno al noroeste peninsular y otro sobre el golfo de León. Entre las bajas presiones atlánticas y las altas presiones al oeste de Azores se localizaba una región de fuerte presión que generaba una intensa circulación de noroeste sobre el Atlántico Norte.
La vaguada en altura se descolgó hacia la región del golfo de Cádiz, y dio lugar el día 14 a un proceso ciclogenético que desembocó en una borrasca de gran impacto, nombrada como Celia. En paralelo, esos días Aemet emitió varias notas informativas que advertían de precipitaciones generalizadas y abundantes, así como de la citada intrusión. La vaguada finalmente dio lugar a una depresión aislada en niveles altos (Dana) al suroeste peninsular.
La borrasca Celia se mantuvo estacionaria hasta el día 15 en el área del golfo de Cádiz, provocando fuertes vientos y temporal marítimo, así como intensas precipitaciones en la provincia de Málaga. A su vez –y esto es clave– la posición de ambos sistemas depresionarios al suroeste de la península favorecía la aparición de una intensa circulación de sur sobre la región del Sahara.
El viento sur en capas bajas era intensa sobre zonas del Sahara, donde además se estaba produciendo una fuerte convergencia del viento a consecuencia de la borrasca y del sistema de altas presiones que se extendía por gran parte del Mediterráneo y la zona nororiental de África.
«La tempestad de viento originada sobre esta región del Sahara y su persistencia mantenida durante más de 24 horas contribuyó de manera significativa a la inmensa nube de polvo que invadió el día 14 la península», cita este informe científico. «La inestabilidad asociada a Celia y su frente frío contribuyeron a que el polvo se elevase en altura, alcanzando grandes distancias por la circulación en los niveles más altos».
¿Volverá a pasar?
Puede volver a ocurrir, sí, pero es poco probable que se repita de manera recurrente y con una intensidad como la que hubo entonces. En esto coinciden los expertos consultados por SUR, empezando por Jesús Riesco, director del Centro Meteorológico de Aemet en Málaga.
«Las calimas normales son muy frecuentes, pero de esa intensidad no recuerdo ninguna; aunque en Aemet no tenemos datos de cuál fue la anterior de este nivel, el periodo de retorno de algo así es de muchos años, aunque no lo sabemos exactamente porque no hay memoria histórica de un fenómeno de esa intensidad».
Como se ha visto, Jesús Riesco pone de relieve que el origen estuvo en una confluencia de factores, sobre todo el flujo persistente de viento de suroeste en capas medias, que trajo la masa de polvo del Sahara, cargada previamente en la atmósfera por las turbulencias. «Fue un evento extraordinario», recalca, no muy adverso en cuanto a la gravedad de los daños, pero sí en cuanto a su impacto, y dejó multitud de edificios, calles y mobiliario manchados de barro; a lo que se unió el aspecto marciano del cielo durante días.
«Si volviéramos a ver una situación en los próximos años de ese calibre, sí que nos tendríamos que preocupar, porque sería un síntoma de que algo nuevo está pasando; de momento, es una manifestación singular, que no sabemos si se va a repetir en muchos años».
Enrique Salvo, botánico, profesor de Biología Vegetal de la UMA y experto en el cambio climático en la provincia, pone de relieve que para encontrar un evento con efectos similares habría que viajar «varios siglos atrás». «Ahora tenemos mucha información, pero cuando veía esos cielos me ponía en la mente de esas gentes, que pensarían que aquello era el fin del mundo».
Con todo, asegura que el fenómeno es repetible en el futuro: «Si los núcleos de calentamiento de la superficie sahariana vuelven a producir corrientes de convección que lleven hasta las zonas altas de la atmósfera ese polvo en suspensión, y se vuelve a dar el componente de lluvias intensas a la par que vientos del sur, volveremos a tener este tipo de acontecimientos». Además, contrapone que la «catástrofe» que se produjo desde un punto de vista urbano fue una bendición para la naturaleza, con un «abonado natural de nitrógeno y fosfatos», que favorecen mucho a la vegetación.
José Luis Escudero, responsable del blog meteorológico de SUR, recuerda que en Málaga siempre han caído gotas de barro, «pero como lo del 14 de marzo no lo había visto nunca en mi vida». A su juicio, un fenómeno de tal envergadura no se volverá a repetir en mucho tiempo, y recuerda que, si bien los cielos naranjas de la calima se producen con frecuencia, la diferencia estuvo marcada por las precipitaciones: «Lo que pasó es que llovió cuando estaba todo ese polvo y cayó barro; se tienen que dar muchas circunstancias a la vez para que eso vuelva a pasar».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.