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Ha sido un sueño largamente acariciado, que afortunadamente para ellos se ha hecho realidad. Doce jóvenes malagueños se encuentran entre los 400 elegidos por la Fundación Amancio Ortega para disfrutar de una experiencia de inmersión lingüística y cultural en Estados Unidos o Canadá. Después de dos años sin poder viajar por la pandemia, este programa de becas ha tenido en esta edición un récord de solicitantes, más de diez mil. Por otro lado, se ha pasado de 500 a 400 becas, por lo que la competencia en esta convocatoria ha sido máxima.
De los 400 becados en toda España, 66 proceden de Andalucía (12 de Málaga y provincia). 70 se reservan para estudiantes gallegos. 200 jóvenes irán a estudiar a Estados Unidos y otros 200 a Canadá.
Diez de los doce becados malagueños han respondido a la cita de SUR para participar en este reportaje y fotografiarse junto a la Alcazaba y Teatro Romano, una oportunidad también de reencuentro para todo el grupo, aunque los jóvenes ya se conocían gracias a las redes sociales y a las reuniones y jornadas de convivencia que ya ha organizado la Fundación Amancio Ortega como preparativos de su viaje.
Como dato curioso, señalar que tres de los becados son de Estepona: dos estudian en el IES Tomás Hormigo, de Cancelada: Lucía África Meyer Pignol y David Benítez von Knorring, y el tercero, Jesús Ávila Ramos, en el IES Mediterráneo. Gabriela Lucena Velasco estudia en el IES Río Verde de Marbella y Cayetana Sandoval Hidalgo en el Concha Méndez Cuesta de Torremolinos. De institutos de la comarca de Antequera son Claudia Hidalgo García (el Pedro Espinosa) y Helena Moyano González (Camilo José Cela de Campillos). En institutos públicos de la capital estudian María Fernández Carrasco (Torre Atalaya) y Olga Reina Lara (Teatinos), mientas que José Manuel Salado López es alumno del colegio León XIII. De los diez, 9 estudian en institutos públicos.
A través de amigos, las redes sociales, los padres o la prensa, los jóvenes descubrieron la existencia de estas becas. María Fernández dice conocerla «desde pequeña» ya que su hermana mayor lo intentó en varias ocasiones, sin suerte. Jesús Ávila a través de un amigo que propuso a todo el grupo presentarse. Curiosamente, David Benítez la conoció a través de su amiga Lucía Meyer, y los dos la han conseguido.
Los jóvenes tienen entre 15 y 16 años y estudiarán en institutos de Estados Unidos y Canadá el equivalente a primero de Bachillerato (grado once). En esta convocatoria ha sido la propia Fundación Amancio Ortega la que ha determinado el país de destino de cada becario. Gabriela Lucena va, por ejemplo, al estado de Ontario. "En un principio me daba igual, pero ahora estoy aliviada por el resultado porque prefería Canadá", dice. Son alumnos con resultados académicos excelentes, uno de los aspectos que valoran en la selección de los becados. También tienen una entrevista en inglés, diseñada por Cambridge Assessment English (University of Cambridge), que se realizó de forma virtual entre el 3 y el 25 de noviembre. Entre el 10 y el 21 de enero tuvieron lugar las entrevistas de los participantes preseleccionados.
Todos tienen un buen nivel de inglés. Algunos se preparan en academias. Otros, como José Manuel Salado, han tenido suficiente con lo que aprenden en el colegio y hay casos como el de Cayetana Sandoval de aprendizaje autónomo. «Me ha ayudado mucho ver películas o series, escuchar música, leer libros... en inglés», dice la joven. Jesús Ávila, en cambio, está desde pequeño en academias y ya tiene el nivel C1. Olga Reina pensaba prepararse para el C1, pero al conocer la beca «lo he dejado para cuando regrese, que tendré más nivel». Claudia Hidalgo se preparó el B1 en un verano en una academia y David Benítez reconoce que le ha ayudado lo que sigue en internet en este idioma.
La entrevista consistió en una exposición durante tres minutos de un tema libre, aficiones o familia, además de la entrevista en sí. Lucía escribió un texto y lo practicó «un par de veces», Olga Reina se preparó un guión, lo memorizó «y ensayé con mis amigos y familia». Jesús Ávila pasó una semana pensando en la presentación «e incluso hice un 'power point', que finalmente ni siquiera pude utilizar. El tema del que hablé fue la escritura, comentando porqué disfruto tanto con ella». Cayetana, en cambio, prefiere «improvisar, porque me siento más cómoda. Lo importante es que estés segura en ti misma y que estés tranquila».
Para todos, la noticia de su selección fue una gran alegría, que recibieron entre saltos, abrazos y lágrimas. Cayetana la conoció a la salida del instituto, «no me lo podía creer, estaba tan sorprendida que no sabía cómo reaccionar». Ya en casa, con sus padres, «empecé a saltar llorar, hubo muchas emociones, pero sobre todo, felicidad», dice. David estaba en la hora de la comida: «Me puse a llorar de emoción y me abracé a mi familia. Me da escalofríos solo de pensarlo», reconoce. José Manuel estaba en clase, realizando un trabajo en grupo, cuando abrió el correo. «Nos emocionamos mucho y empezamos a gritar y saltar, por lo que el profesor casi nos echa del aula», recuerda. Lucía África dejó el móvil en casa «para no tener la tentación de mirarlo en clase». Ya en casa, fue su madre la que consultó el listado y las dos comenzaron a gritar al comprobar que había sido seleccionada. María salió de clase para consultar la web con su hermana. «Cuando vi mi nombre simplemente solté el móvil y me llevé las manos a la cabeza sin poder creérmelo. Cuando regresé a clase los compañeros comenzaron a aplaudir. Es un recuerdo memorable».
Olga conoció la noticia por una compañera que consultó la lista. «No pude aguantar hasta casa, así que le pedí que me lo dijera. Cuando me contestó que había conseguido la beca, no me lo creí». Claudia estaba junto a su madre y la reacción de las dos fue «chillar, saltar, llorar. Toda la familia muy contenta, pero con muchos miedos», reconoce. Jesús estaba en el patio del instituto con un amigo y su primera reacción fue «un estado de 'shock' absoluto, no sabía cómo reaccionar, pero enseguida nos pusimos a gritar y festejarlo». «Mis piernas temblaron y me caí al suelo llorando de la emoción y alegría», recuerda Helena.
Tener una experiencia internacional, conocer otros países y ciudades, hacer amistades o aprender a ser independientes son algunos de los objetivos que se marca el grupo de jóvenes becados. Además de mejorar su inglés. «Crecer como persona, vivir una experiencia inolvidable y pasarlo bien», es el planteamiento de David. José Manuel, que se va a Canadá, confía en «aprender el máximo posible de su cultura, de su gente, de su sistema educativo; mejorar como persona, aprender a ser más maduro y, sobre todo, conocer a mucha gente y hacer muchos amigos». María es muy sincera y afirma que su objetivo es «pasármelo bien y disfrutar de esta experiencia, que dudo que se repita de nuevo».
De su estancia en Edmonton, Canadá, Olga espera «probar cosas nuevas, actividades y deportes que nunca he hecho y, por supuesto, que ese año sea inolvidable». En su caso, Claudia confía en «conocerme mejor a mí misma, saber quién soy y descubrir todo lo que puedo llegar a conseguir en la vida». Y Jesús, que también va a Canadá, quiere «abrir mi mente y sumergirme en una cultura tan rica y variada como la canadiense». «Espero aprender más sobre mí misma, a ser más independiente y a mejorar mis habilidades comunicativas», explica Cayetana.
Un año fuera de casa, de la familia y los amigos, es una experiencia que da también un cierto vértigo. Son conscientes de que al principio lo pasarán mal, que les costará adaptarse y que echarán en falta cosas a las que ahora no se les da importancia, como las comidas o el clima. Aunque ellos también lo entienden como una motivación.
David dice que sobre todo le preocupa «no congeniar con mi familia de acogida, pero seguro que todo sale bien». Gabriela apunta que los momentos difíciles «forman parte de la experiencia» y José Manuel añade que lo único que le asusta es «no vivir esta experiencia», que la guerra o el Covid evolucionen de manera desfavorable y se suspenda el programa. Lucía prefiere «no pensar en la guerra; me considero una persona muy abierta a los cambios, por lo que no creo que me vaya mal». María es más prudente y dice que hasta que no esté sentada en el avión «no quiero hacerme muchas ilusiones». Respecto a su destino, Canadá, sí le preocupa «encajar en un ambiente tan distinto al de España». Olga prefiere centrarse «en lo bueno de la experiencia», aunque reconoce que »¡no sé qué voy a hacer un año sin comer jamón serrano!», mientras que Helena teme engordar a causa de las comidas de Estados Unidos».
Jesús Ávila asegura que «en ocasiones puede parecer algo duro estar lejos de la familia, que es nuestro principal apoyo». Por esto «es imposible no echar de menos de menos a tus seres queridos, pero en eso consiste la vida. En algún momento me tendría que marchar de casa para estudiar o trabajar». Y Claudia añade que lo que más le preocupa es que «al volver a España me falte algún familiar. Quién sabe lo que puede ocurrir en un año».
El sueño americano de todos ellos se hará pronto realidad, a finales de agosto, cuando viajen a Estados Unidos o Canadá. Todo un curso alejados de su familia y amigos se hará duro. Pero ver cumplido un sueño largamente acariciado bien merece ese sacrificio.
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