Beatriz Lacomba Arias (Málaga, 1970) es desde hace ocho años la máxima responsable del acceso y admisión de estudiantes en la UMA. Pocas personas como ella conocen tan a fondo todo lo relacionado con la Prueba de Evaluación de Bachillerato para el Acceso y la ... Admisión en la Universidad (PEvBAU), antigua selectividad. Es doctora en Ciencias Económicas por la Universidad de Alicante y profesora en el departamento de Estadística y Econometría (Economía Aplicada). Tiene dos hijos, Nicolás y José María, estudiantes los dos en la Escuela de Ingenierías Industriales.
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–No ha tenido bastante con ocho selectividades, que sigue con el nuevo equipo...
–Sí, empecé cuando la organizaba Almería y este año ha sido Sevilla (cada año es una universidad andaluza, por orden alfabético). Me hizo mucha ilusión que el rector confiara en mí para una responsabilidad tan delicada. Porque es un trabajo que permanece mucho tiempo oculto, pero que puede abrir un telediario para mal. Y he recibido felicitaciones de personas del equipo de Teo (el rector), pero también de Ernesto Pimentel (candidato a rector en las pasadas elecciones de diciembre), que se han alegrado de que siga en esta responsabilidad. Y eso no está pagado con dinero.
–¿Qué le atrae de este trabajo?
–A mí me fascina. Es un mundo desconocido, incluso infravalorado, pero precioso.
–Hay quien puede pensar que su trabajo son tres días al año... (los de selectividad).
–Un gran error. En septiembre comenzamos con las primeras reuniones de coordinación. Y tenemos la PEvBAU, ordinaria y extraordinaria, acceso para mayores de 25, 40 y 45 años, el acceso a máster. En el servicio no se para de trabajar.
–Con un 97% de aprobados, podría parecer que la PEvBAU carece de sentido...
–Lo que realmente hace la prueba es ordenar porque, como dice, aprueba la mayoría. Se ordenan por décimas, incluso centésimas. Los que se quedan fuera de una titulación son también alumnos muy buenos. En las charlas insisto a los estudiantes en la importancia del Bachillerato, que es el 60% de la nota final y no se puede repetir, como sí sucede con la PEvBAU.
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–Se comenta que hay centros que inflan las notas, ¿tiene usted esa percepción?
–Yo enseño estadística y lo mío es manejar datos. No puedo confirmar ni desmentir, porque no tengo esa información. Lo que sí le puedo decir es que los chicos buenos, son buenos en cualquier centro, sea público o privado. Y no se puede perder de vista el contexto social y familiar, que tanto influye en el desarrollo del alumno.
–¿Recuerda acudir a alguna manifestación contra la selectividad?
–La verdad es que no lo recuerdo...
–Le pregunto porque los estudiantes siempre han estado en contra de la selectividad. ¿cuál es su postura?
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–Creo que tiene que haber algún filtro después del Bachillerato. Se han barajado muchas opciones; por ejemplo, que cada facultad hiciera su prueba. Pero siempre mediando un examen.
–Seguramente la organización de la PEvBAU le habrá provocado más de una pesadilla o un mal sueño ...
–Lo fundamental fue el año de la pandemia. He llorado a lágrima viva hablando con Quico (el entonces vicerrector de Estudiantes, José Francisco Murillo), porque veía que no podíamos con aquello, en medio de una enorme presión, con todo el mundo pendiente de nosotros. Y era una sensación general en todas las universidades. Y pudimos. Hicimos una prueba impecable, llevando a las aulas a miles de jóvenes, cuando nadie podía salir a la calle. Y creo que no se valoró suficientemente aquel esfuerzo.
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–¿Alguien le ha pedido alguna vez que le pasara un examen de selectividad?
–No, eso no. Nunca, nunca jamás. No tendrían valor. Desde luego, no sería un amigo ni un colega que me conociera. Y en mi servicio doy fe de que nunca ha sucedido. Pongo la mano en el fuego por mis trabajadores.
–¿Cómo se plantea estas vacaciones?
–No me gusta viajar en verano. Sí hago escapadas cortas en otoño. ¡Es que soy muy básica! Sigo acudiendo al gimnasio, salir, pasear, tomar el sol. Pero no me gusta bañarme en la playa.
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–Una malagueña a la que no le gusta la playa, no me lo creo...
–¡Es que para mí el agua de Málaga está helada! Pasaba las vacaciones familiares en la playa de San Juan, en Alicante. Y esa sí es agua con buena temperatura.
–¿Cuál recuerda como viaje más exótico?
–No he sido de viajes muy exóticos. Sí que me gustaba la bicicleta y un verano recorrimos Finlandia en bici. Tenía veintitantos años. Pero he viajado a muchas ciudades siguiendo a Bruce Springteen. Lo he visto en Roma, Munich, Berlín, Milán, dos veces en Long Island. Y también a los Rolling los he visto en varios conciertos.
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–¿Su rincón preferido de Málaga, Andalucía o España?
–Málaga. No podría vivir en ningún otro sitio que no fuera Málaga. Hay ciudades a las que tengo un especial cariño, como Madrid, donde tengo la sensación de estar en casa. En Alicante veranean muchos madrileños, y conservo grandes amigos de aquella época.
–¿Cómo recuerda los veranos de su infancia y adolescencia?
–Eran veranos de playa, en Alicante. Nos enfadábamos con mi madre porque nos levantaba a las ocho para estar en la playa a las nueve, para que no nos quemara el sol. La adolescencia: divertida, maravillosa, con amistades íntimas que aún conservamos.
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–¿Con qué plato sorprende a sus amigos?
–La verdad es que no me gusta cocinar. No es que sea mala, pero no me considero 'cocinitas'. Lo que mejor me sale es el arroz al horno valenciano, que le hacía a mi madre a mi padre y era de lo que más le gustaba.
–¿Cuál es su mayor defecto?
–¡Tengo muchos! He tenido que aprender a controlarlos, como el ímpetu y la intensidad.
–¿Y una virtud?
–No creo tener nada que me haga especialmente relevante respecto a los demás. Sí creo que soy una persona bastante tolerante, algo que me ha dado la edad. Y creo que soy constante y de fiar.
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–¿Cuál es la mayor enseñanza que le dejó su padre (el profesor Juan Antonio Lacomba, catedrático de Historia Económica, fallecido en 2017)?
–A mis padres les debo todo lo bueno. También algo de lo malo, como ese carácter impetuoso que heredé de él. La honestidad en el trabajo y su defensa de la educación pública, educación pública de calidad. Eso es lo que permitió a mi padre llegar a ser quien era, desde Chella, un pueblo chiquitito de Valencia cuyo colegio público lleva el nombre de mi abuelo, a una universidad. Siempre en lo público y siempre becado, que no tenían recursos… Mi amor, mi afección y mi respeto por lo público vienen de él.
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