Mariela Checa coordina el servicio de atención psicológica de la Universidad de Málaga. De su mano, un viaje a mentes asaltadas y deterioradas por la pandemia y una vida que ha frenado en seco.
–¿Qué factura estamos pagando a nivel de salud mental tras un año de pandemia?
–Una factura muy alta. Y más alta va a ser. Las consecuencias de situaciones muy traumáticas se visibilizan en el medio plazo. Los profesionales llevamos mucho tiempo advirtiendo de que viene la ola psicológica.
–¿La salud mental se ha tenido en cuenta en la pandemia?
–La salud mental ha sido la gran olvidada. En realidad, lo es desde hace mucho tiempo. Ese olvido se ha hecho más evidente ahora.
–Se han vivido muchas sensaciones negativas. ¿Cuál destacaría por nociva?
–La incertidumbre ha sido la sensación que peor se ha llevado. Si le sumamos la sensación de riesgo manifiesto, el no saber si puedes contagiar a alguien, eso ha sido muy perjudicial para la salud mental. Muchas veces las personas estaban más ansiosas por sus propios familiares que por sí mismas.
–La amenaza invisible.
–Eso ha generado una sensación tremenda de falta de control. Cuando la amenaza es visible se tiene una sensación de control relativa. Pongamos un incendio en un edificio. Sabes que te tienes que mantener alejado. Ahora estamos en alerta durante todo el tiempo y de manera prolongada. Es algo que se ha hecho crónico. La falta de control y la incertidumbre son una mezcla explosiva.
–¿Las personas se están volviendo más agresivas?
–Hay un aumento claro de la irritabilidad. Tiene mucho que ver con las prohibiciones. El ser humano no lleva bien las prohibiciones. Eso es así de manera general. Pero cuando las normas se ponen, digamos de manera imprecisa, lo lleva peor. Estamos recibiendo personas con actitudes más violentas y agresivas. Es así.
–El Gobierno no descarta prolongar el estado de alarma más allá de mayo.
–Aumentará la irritabilidad y la agresividad. Si pudiéramos visibilizar el continuo de la agresividad, en un lado estaría la irritabilidad y en el otro la extrema violencia. La irritabilidad aumenta, desemboca en agresividad y acaba provocando actos violentos.
–¿Está aumentado el riesgo de suicidio?
–Aumenta muchísimo. De hecho, ya hemos tenido un aumento importante de los suicidios, aunque no interese mucho hablar de ello.
–¿La sensación de espacio y tiempo ha cambiado en estos meses?
–Mucho. Gran parte de las personas con las que trabajamos está desubicada. Desde el minuto uno trabajamos para que la gente no rompiera su rutina. Cambia de ropa, no te quedes con el pijama durante todo el día, no veas la tele hasta altas horas de la noche... Las rutinas nos ayudan a tener una sensación de control.
–¿Cómo está afectando la ausencia de relaciones sociales?
–Mucho. Es lo que vamos a notar más de ahora en adelante. Vamos a ser mucho más individualistas, a pesar de que se han visto situaciones de mucha colaboración. Al final, lo que queda es que yo tengo que mirar por mí, yo tengo que cuidarme a mí. Además, como es una situación impuesta, no me puedo relacionar con nadie porque está prohibido.
–Este año también ha sido el año del mundo digital. ¿Es algo que le preocupa?
–Las nuevas tecnologías son muy buenas porque nos han ayudado a mantener algunas relaciones, pero también agotan mucho. A nivel psicológico, el cansancio que producen es increíble.
–¿Qué ha pasado con las personas que ya tenían alguna patología previa?
Pues que han empeorado. Muchas de estas personas tenían un seguimiento o acudían a un centro de día. Aquellas personas que ya eran proclives a la ansiedad, a la preocupación… esos niveles se han disparado.
–¿Cómo está afectando la pandemia a los más jóvenes?
Los jóvenes… ¡Qué triste! Están en una etapa de socialización que para ellos es fundamental y se les está privando de ella. Eso lleva a mucha frustración, a la sensación de que no puedo ser yo, no puedo mantener el contacto con mis amigos. Se les ha culpabilizado de manera injusta.
–Muchas personas viven aisladas desde que empezó la pandemia.
–El no tener ningún contacto con otra persona produce muchísimas carencias. Somos seres sociales y lo ponemos en práctica todos los días porque estamos en contacto con el otro. Muchos han buscado en la pantalla una realidad alternativa para no vivir la realidad actual.
–Tras un año de vida en pandemia, ¿cree que se está llegando al límite de la capacidad de aguante?
–Creo que hace tiempo que llegamos a nuestro límite. Por eso estamos viendo tantos incumplimientos. El no tener un hasta cuándo es muy nocivo para la salud mental.
–Una última pregunta personal. Usted como psicóloga, ¿qué trucos tiene para llevar mejor la situación?
–Uno fundamental es el humor. El humor nos salva de muchas situaciones difíciles. Otra clave para mí es seguir, dentro de lo posible, con mi vida como antes.
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