Primero una pandemia y ahora la guerra en Ucrania. El mundo no da lugar a un respiro. La sociedad está sometida otra vez a imágenes de muerte y desesperación. La sensación de riesgo se extiende en la población. ¿Cómo lleva la mente esta sucesión de ... crisis? ¿La resiliencia se puede entrenar? Noemí Álvarez es psicóloga y especialista en traumas. Es también la directora de Itipa, un centro especializado en niños, además de vocal en el Colegio de Psicólogos de Andalucía. Atiende a SUR en su consulta y se dispone a contestar a las preguntas formuladas.
–¿Qué papel ocupa en estos momentos el miedo en nuestra salud mental?
–El miedo es una emoción que, en principio, es fabulosa. Nos permite adaptarnos mejor al medio y protegernos de determinados peligros. El problema viene cuando tenemos miedo a cosas que pueden ocurrir o no. Tengo a hombres que me han expresado su temor por si les llaman a fila. Eso no es un miedo real. Es un miedo que nos hemos creado en nuestra cabeza. Ahora mismo, tenemos que aprender a manejar la incertidumbre, que es la prima pequeña del miedo.
–El coronavirus da paso a la guerra en Ucrania. Da la impresión de que la sociedad no está teniendo tregua alguna en estos últimos dos años.
–No lo sé. Me da un poco de respeto afirmar que la sociedad no está teniendo tregua porque creo mucho en la resiliencia y en la autoprotección. Sí es cierto que parece que estamos encadenando una crisis tras otra. Eso pasa una factura. Sobre todo a aquellas personas que ya parten desde una vulnerabilidad.
–Durante la pandemia se habló mucho de fatiga pandémica. ¿Esa sensación se intensifica otra vez con el conflicto bélico?
–Esto es un suma y sigue, sí. Seguimos estando con la sensación de fatiga, de malos acontecimientos. De hecho, los jóvenes tienen una sensación tremenda de desesperanza. Imagina a alguien, por ejemplo, que ha cumplido los 16 en 2020. Se ha encontrado con muchos sucesos muy duros. La incertidumbre en ellos se dispara. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué sentido tiene que estudie una carrera si no sé el mundo que me voy a encontrar mañana?
–La guerra se esté librando en el continente europeo. ¿Cómo influye?
–Hace que nos sintamos más vulnerables. El factor de proximidad es muy importante. No es lo mismo que te digan que ha muerto una niña en un accidente de tráfico a que te digan ha muerto una niña en un accidente de tráfico e iba a clase de tu hija. Eso no hace más probable que le pueda pasar a tu hija, pero la cercanía siempre provoca que aumente la sensación de inseguridad.
–¿Cuánto estrés somos capaces de aguantar en este contexto de crisis?
–El estrés es una situación curiosa. El organismo va a percibir que no tiene recursos suficientes para afrontar una situación. ¿Cuánto estrés somos capaces de aguantar en este contexto de crisis? Pues de entrada, el organismo ya ha dicho que no puede más, que no aguanta. Cada vez vamos a tener más sensibilidad y sintomatología a determinadas cosas. Pueden aumentar, por ejemplo, los dolores difusos como los de estómago o de cabeza. Pueden aparecer la ansiedad generalizada o síntomas de una depresión.
–¿El estrés es algo muy individual?
–Efectivamente. La capacidad de aguantar cambia según cada persona. Tiene también mucho que ver con los factores de protección que tengamos. No es lo mismo una persona que vive sola que alguien que vive en familia. El tema de los recursos económicos también influye.
–Pero cada persona tiene un límite, ¿no?
–Cada persona tiene un límite. Todos tenemos un hasta aquí.
–¿Cómo tomamos distancia de lo que está pasando? ¿Tenemos derecho a ello cuando nuestro sufrimiento puede parecer nimio en comparación con alguien que sufre la guerra en primera persona?
–Una cosa es ponerme delante de la tele y absorber todo de una manera vulnerable, es decir, que me imagino que eso me puede estar pasando a mí. La bomba podría haber caído en mi casa. Ese podría haber sido mi bebé… Al final, me desbordo. No podemos mirar para otro lado porque la realidad muy dura, pero también debemos ponernos un límite emocional.
–Siempre se apela a la resiliencia. ¿De qué depende la resiliencia de cada persona?
–Los factores de personalidad influyen mucho. Hay personas que son capaces de encontrar recursos en sus iguales, otras no. La capacidad, a nivel mental, de encontrar salidas positivas o la capacidad para saber alejarse de la situación.
–¿La resiliencia se puede entrenar?
–Sí. De hecho, yo creo que todos la vamos entrenando cuando nos enfrentamos a situaciones complicadas y somos capaces de resolverlas con relativo éxito. Ante la siguiente, veremos que estamos mejor preparados para lidiar con ella.
–¿Qué emociones generan en nosotros las imágenes de tanques, de soldados armados y de calles y edificios bombardeados y destrozados?
–Creo que generan sobre todo sensación de inseguridad. Pensamos que el peligro se acerca. Miedo a qué nos va a ocurrir. Nos imaginamos cómo sería si lo mismo ocurre aquí.
–¿Y qué sirve para no cavilar en exceso?
–Primero, entender que cavilar es un mecanismo que intenta regularnos a nivel emocional pero que no cumple bien su cometido. Por muchas vueltas cognitivas que yo le dé a una idea, eso no significa que vaya a conseguir una mejor resolución. A veces, el darle vueltas a algo no soluciona nada y solo sirve para aumentar nuestro malestar. En este sentido, es muy importante tener una dieta mental.
–¿Cuándo hay que pedir ayuda?
–Yo no creo que haya que patalogizarlo todo y que todo tenga que ir de la mano de un psicólogo. Creo que hay que pedir ayuda siempre cuando uno se está enfrentando a una situación y siente que no puede con sus propios recursos y que se dificulta el día a día.
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