ANA MEDINA
Domingo, 23 de febrero 2025, 01:00
Seguir a Jesús implica dejar atrás la muy humana tentación de nadar y guardar la ropa. Sumergirse en el Reino que Él anuncia implica tirarse a la piscina, y hacerlo de lleno. Cuando aceptamos su amor incondicional, su salvación, todo en nosotros es transformado por esa vida nueva en Dios, nada será como antes.
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Los algoritmos que hoy parecen gobernarlo todo nos uniformizan. Por eso el Evangelio es Noticia (buena noticia), en un mundo anestesiado por las 'fake news' y los bulos.
Seguramente a quienes escuchaban en aquellos tiempos a Jesús hablar de la otra mejilla les extrañaba tanto como sigue sorprendiéndonos a nosotros hoy en día. ¿Que no reclame lo que es mío? ¿Que bendiga a los que me odian? ¿Que rece por los que hablan mal de mí? ¿Que ame a mis enemigos? Es mucho lo que pide Jesús... si seguimos viviendo según marca nuestro algoritmo.
Pero si, como Pablo, descubrimos que Dios abraza al menos digno y lo elige sin merecerlo, estaremos cerca de sabernos llamados a vivir en clave celestial, no terrenal.
Este evangelio es toda una clase magistral de Jesús sobre la misericordia. Dicen que los hijos a veces hacen lo que se les dice, pero siempre hacen lo que ven.
Si abrimos los ojos para ver cómo Dios nos ama, aprenderemos a amar como Él: sin juzgar, sin condenar, sin reclamar, sin calumniar; confiando siempre en las posibilidades del otro, dándonos sin medida, por puro amor misericordioso, pues nuestras entrañas están tejidas de la misma ternura que las del Padre.
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