Bajo el sello de Periférica y otras editoriales de ámbito nacional, la traductora malagueña Ángeles de los Santos ha rescatado del olvido joyas literarias de diversas épocas e introducido en el panorama literario en español a autores como Eugene Field o Edith Olivier, entre una ... larga lista de narradores en lengua inglesa que incluye a Dickens y Poe. Amante de los libros y de los misterios del lenguaje, es también autora del blog Juguetes del viento.
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–¿Qué cualidades debe reunir un traductor literario?
–Tiene que gustarle mucho leer y escribir. Además debe tener sensibilidad lingüística, creatividad, y un conocimiento profundo de su propio idioma. Debe ser paciente, meticuloso, y también un poco ermitaño, si se me permite la broma, porque esta profesión exige mucha dedicación y pasar mucho tiempo trabajando a solas.
–¿Cuánto hay de reescritura en su tarea?
–Una traducción es un texto que se escribe a partir de otro, así que en ese sentido es una reescritura. Pero claro, una reescritura que implica el respeto al original y al mismo tiempo la libertad necesaria para que la traducción resulte natural y se lea con fluidez. Es decir, la traducción ha de ser fiel al original pero también fiel a nuestra propia lengua.
–¿Y de labor detectivesca?
–Bastante, porque, dependiendo de la obra, es muy frecuente que haya que documentarse sobre determinados conceptos, hechos, personajes, etc., que hay que conocer para poder entender cabalmente las ideas o la intención del autor. Y también hay que ser un poco detective en cuanto a las palabras en sí, porque los diccionarios son una ayuda, una guía, pero no una solución mágica.
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–¿Qué herramientas emplea habitualmente para las traducciones?
–Utilizo diccionarios, glosarios, corpus, y, dependiendo del tipo de obra, también textos especializados de materias concretas (filosofía, historia, ciencia, etc), que pueden darme en ocasiones la clave para comprender bien una idea determinada. También para cuestiones técnicas consulto con personas que tengan conocimientos específicos sobre un tema en particular, para asegurarme de que estoy interpretando correctamente lo que dice el autor, y de que lo estoy expresando de manera correcta en español.
–Al margen de la actualidad, ¿quedan muchos tesoros en otras lenguas por ver la luz en castellano?
–Sí, claro. Sólo en el ámbito anglosajón hay numerosos autores desconocidos pero que tienen obras interesantísimas, como Janet McNeill, por ejemplo, o Diana Gardner... También hay autores muy reconocidos, incluso grandes clásicos, como George Meredith, Margaret Oliphant, Sheridan LeFanu, etc, muchas de cuyas obras siguen inéditas en español. Pero por suerte hay editoriales que están rescatando muchos de esos autores y obras olvidados y sorprendentes.
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–¿Qué intereses cree que mueven al mundo editorial a la hora de promocionar o condenar al ostracismo a determinados autores, obras e incluso épocas?
–Bueno, hay muchas clases de editoriales, con objetivos muy diferentes. Desde las puramente comerciales a otras que nacen como proyecto cultural, con el deseo de dar a conocer una literatura que interesa por sus propios valores, al margen de los beneficios económicos que pueda reportar. Así que supongo que unas editoriales descartarán determinadas obras o a determinados autores por motivos comerciales, otras por criterios literarios, y otras veces se dará una combinación de diversas razones.
–Algunas de las obras cuya traducción firma están protagonizadas por bibliómanos, bibliótafos, personajes de otros tiempos que vivían literalmente entre libros. ¿Se siente de alguna manera identificada con ellos?
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–Sí, me identifico con ellos por su amor a los libros. Aunque yo no soy coleccionista de ediciones raras ni voy a subastas ni nada parecido, la literatura es parte fundamental de mi vida, tanto en lo profesional como en lo personal.
–¿Cree que entonces vivían más felices que en esta era dominada por la tecnología?
–Los bibliómanos antiguos eran en cierto modo aventureros: iban a la caza del libro codiciado y podían invertir mucho tiempo y dinero para conseguirlo, viajando incluso a lugares apartados donde habían averiguado que existía uno de esos ejemplares anhelados. Seguro que eran felices con su pasión, pero entonces no todo el mundo podía tener una biblioteca, y menos aún una biblioteca de libros valiosos. Hoy día se ha perdido aquella parte romántica y aventurera, pero se ha ganado en comodidad y asequibilidad. Supongo que en cada época somos felices de distinta manera.
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–¿Papel o libro electrónico?
–El libro electrónico me parece muy útil para trabajar, para estudiar, y para cuestiones prácticas como el transporte o el almacenaje. Pero para leer por placer, por ocio, prefiero sin duda el libro de papel.
–¿Tiene autores de cabecera junto a cuya firma aspira a estampar la suya en un futuro próximo?
–Pues lo cierto es que ya he tenido el honor de traducir a algunos de mis autores de cabecera, como Dickens y Poe. Pero entre otros favoritos también me gustaría traducir a Adolfo Albertazzi, por ejemplo, y a la ya mencionada Margaret Oliphant, y otros autores del siglo diecinueve y principios del veinte. De todas formas, me siento privilegiada por todos los autores a los que he traducido.
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–¿Goza de buena salud el gremio de los traductores en Málaga?
–Sí, sin duda. En Málaga hay traductores excelentes, muy cualificados, que trabajan con las mejores editoriales, y algunos de ellos con premios nacionales.
–¿Cree que aquí hay suficientes oportunidades (editoriales, revistas…) para todos, o virtualmente se ven obligados a emigrar?
–En nuestra ciudad hay unas cuantas editoriales muy interesantes, como La Dragona, Pálido Fuego, GasMask o El Transbordador. Y también contamos con la revista Tales, un proyecto muy valioso dedicado al relato. Pero, en efecto, en este mundo tecnológico del que hablábamos antes, los traductores no se ven limitados a trabajar con editoriales de su localidad, y viceversa. Creo que en un trabajo como éste no cabe hablar de emigración.
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–La habitual sequía veraniega que precede a la eclosión de lanzamientos editoriales en otoño ¿es tiempo de vacaciones?
–No, no se trata de vacaciones, claro. La preparación y publicación de un libro es un proceso largo, así que cuando llega a las librerías tiene detrás meses de trabajo.
–Recomiéndenos algún libro para este verano.
–Como lecturas amenas en general, diría 'Después', de Stephen King, recién publicada en español, y, barriendo para casa, 'Recuerdos de un jardinero inglés', de Reginald Arkell.
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