Secciones
Servicios
Destacamos
Febrero de 2008. Por fin ha llegado a su destino. Con el despegue del transbordador espacial Atlantis desde Cape Canaveral, en Estados Unidos, comienza la misión más importante para Europa en la historia de la astronáutica. La nave transporta el laboratorio espacial europeo Columbus al ... espacio, donde va a acoplarse a la Estación Espacial Internacional (EEI). Es ahora cuando el funcionamiento de la estación, que estaba bajo gestión americana y rusa, se hace realmente internacional. A bordo del Atlantis se encuentran varios astronautas de la Agencia Espacial Europea que ayudarán a montar el laboratorio en la órbita.
Durante mucho tiempo, los europeos han tenido que mostrar paciencia hasta que pudieran verse representados de manera permanente con una construcción propia en el espacio. El desarrollo del Columbus ya tardó más de 20 años. Luego, el trasbordo se retrasó una y otra vez. En un principio estaba previsto para 2007. Unos sensores defectuosos en los tanques exteriores de la nave frenaron el plan inicial. Por precaución, la agencia espacial norteamericana NASA optó por cambiar la electrónica defectuosa.
Más de una década después. El laboratorio Columbus se ha convertido en el corazón de la investigación científica en la Estación Espacial Internacional. Bajo la ingravidez ofrece conocimientos únicos a la investigación en disciplinas que van desde la astrofísica hasta el comportamiento de materiales, pasando por la psicología y nuevos tratamientos en el campo de la medicina.
Oberpfaffenhofen. Un pequeño municipio que no llega a los 2.000 habitantes a 28 kilómetros de la capital alemana de Múnich. El despertador suena a las siete de la mañana y una de las personas que se levanta es el paleño Álvaro Soria. Tiene 28 años y es ingeniero aeroespacial. Hace una década que ya no vive en su Málaga natal. Primero se fue para estudiar la carrera en Madrid. Luego hizo el doctorado en la ciudad sueca de Luleå. Desde diciembre de 2021 trabaja en la Agencia Espacial Europea (ESA). Para establecer el contexto: si un mecánico sueña con acabar en Ferrari, un plusmarquista con quedar por debajo de los diez segundos, un ingeniero aeroespacial lo hace con la ESA.
«Siempre que miro al cielo pienso en la Luna», señala Álvaro y se define como un apasionado. Ahora pasa unos días en Málaga y aprovecha para repasar su trayectoria en un encuentro con este periódico. Hasta que no empezó a pasar cursos en la ESO, en el San Estanislao de Kostka, no supo por dónde dirigir su futuro laboral. «Yo nunca he sido de eso de mayor quiero ser...», explica y añade que empezó a ver su futuro profesional en el ámbito espacial al descubrir como las matemáticas y la física sirven para dar algo de contorno al espacio, ese lugar que el ciudadano de a pie percibe como eterno enigma.
Esa aspiración la acompañó del correspondiente esfuerzo académico. El resultado es que Álvaro es ahora uno de los privilegiados que pisa el centro de control, donde se vigila el Columbus desde el suelo. «Trabajo como ingeniero de operaciones en el equipo de dirección del laboratorio Columbus. Este laboratorio es la contribución al programa de la ISS de Europa, a través de la Agencia Espacial Europea (ESA). Dentro de su equipo se encarga de garantizar que los datos de todos los experimentos científicos que se han realizado en la última década lleguen a la comunidad científica para la investigación. Para ello, coordina actividades del centro de datos científicos, en Madrid, y los distintos centros de operación de ciencia repartidos por Europa», explica
El Columbus, añade luego este joven malagueño, le tiene fascinado. Representa un prodigio de la construcción aeroespacial. Los más de 20 años de desarrollo e investigación dieron como resultado un artefacto que se compone de la siguiente manera: las paredes exteriores son de varias capas de aluminio, kevlar y nextel. Protegen al Columbus de daños por el impacto de meteoritos, radiación cósmica y basura espacial. Además, la pared aísla el interior de los efectos de las temperaturas extremas.
Cuando se le pregunta a Álvaro que qué queda ahora, cuando se supone que ha alcanzado la meta, adopta un tono reflexivo: «Mi sueño siempre había sido trabajar en la ESA. Al cabo de los dos meses de estar trabajando ya allí, me acuerdo que una mañana me levanté y, por un breve momento, se me pasó una idea por la cabeza que nunca se me había pasado. Pues que parecía que ya había tocado techo dentro del techo que yo me había marcado para mí mismo. Por un momento, me sentí muy feliz. Pero, a los pocos minutos, me hice esa misma pregunta. Estoy en la ESA, estoy aprendiendo, soy el más joven en mi equipo. Pero no puede ser que a los 28 años ya no tengo más aspiraciones o más objetivos».
Entonces, ¿qué retos se marca este joven malagueño? «El papel del Columbus en el desarrollo de la estación espacial lunar Deep Space Gateway y el programa Artemis para la exploración lunar incrementará. Siendo el más joven, espero que sea el que viva la operación en la Luna. Será dentro de diez años», contesta con ilusión y hambre por más.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.