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Más allá de los estragos para la pesca y el turismo, la llegada de algas invasoras al Mar de Alborán amenaza ya a los principales refugios para la fauna marina. El estudio 'Bosques sumergidos', que han realizado conjuntamente la Fundación Aula del Mar Mediterráneo y ... el programa 'Mares Circulares' de Coca-Cola Europacific Partners, ha dado la voz de alarma sobre la situación de las praderas de posidonia.
Estos ecosistemas de plantas marinas, considerados por los investigadores uno de los más valiosos del Mediterráneo por su capacidad para generar vida y antaño abundantes, ya se reducen únicamente a cuatro poblaciones en la provincia de Málaga, en las costas de los municipios de Nerja, Mijas, Marbella y Estepona, casi todas dentro de Espacios Naturales Protegidos.
En Nerja, las praderas están diseminadas por varias calas y playas, cuando hace años formaban una pradera continua que bordeaba todo el litoral. Mientras, en Mijas, se localizan dos espacios dentro de la Zona de Especial Conservación (ZEC) de Calahonda: Punta de Calaburra y Cala de Calahonda. En Marbella, se encuentran en Cabopino y en numerosas pequeñas praderas diseminadas. Y en Estepona hay dos núcleos principales: El Saladillo y Punta de Plata.
La pérdida de espacios antiguamente poblados por estas plantas alcanza el 60% en algunas zonas de Málaga, debido fundamentalmente a tres causas: al deterioro de los hábitats por las actividades humanas; el aumento de la temperatura del agua y la invasión de algas de otras latitudes (ambas, motivadas por el cambio climático). A ello, se añaden malas prácticas de pesca que incumplen la normativa; el fondeo de embarcaciones, la turbidez del agua, la extracción de arena para reponer las playas y algunas infraestructuras portuarias y urbanas.
Cristina Moreno, directora de Desarrollo de la Fundación Aula del Mar Mediterráneo, explica que la conservación de las posidonias en el Mar de Alborán es muy importante por diversas razones, entre las que destaca el hecho de que son grandes sumideros de CO2, fabrican oxígeno, limpian el agua y sirven de refugio y alimento para la fauna. «Son ecosistemas muy frágiles, donde viven muchas especies marinas y sus crías, tales como peces, caballitos, crustáceos y moluscos».
Frente a su extraordinario valor ecológico, el estudio demuestra que están en franca regresión, y la experta advierte sobre los efectos de un cambio climático «que ya estamos pagando», y que se manifiesta tanto en el calentamiento del agua como en la invasión de algas que «con la subida de la temperatura y la contaminación, encuentran en nuestras costas un lugar idóneo para instalarse y perjudican a las especies autóctonas».
La nota para la esperanza es que en las costas malagueñas todavía quedan varios focos que hay que proteger, y para ello, Cristina Moreno considera que la clave es la concienciación de los vecinos, empezando por los más jóvenes, en los institutos de Secundaria en los municipios donde están. «Mediante talleres, les explicamos que tienen la suerte de vivir junto a praderas marinas, para que conozcan ese ecosistema y que sean capaces de llevar esa sensibilidad a otras personas, para que no desaparezcan, porque nuestra salud depende de ecosistemas como las praderas de posidonia».
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