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Alejandro Molina buscaba trabajo cortando el pelo bajo la Chimenea de Los Guindos después de haberse formado en la Escuela de Antonio Eloy. Fue así como lo conocieron los lectores de SUR el pasado mes de noviembre. A partir de ese reportaje, Molina encontró ... trabajo en una barbería. De esta manera se cumplía su sueño, su cambio de vida, su nueva reinvención, tras haber regentado un negocio, haber sido militar, conductor de camiones y autobuses y también chico de oficina.
–¿Qué tal está?, ¿contento con su nueva vida?
–Tras el reportaje en SUR tuve un par de entrevistas, me coloqué en una barbería de Benalmádena a la que iba los sábados a coger tablas, empecé a trabajar en una empresa textil y luego sumé otra barbería a tiempo parcial en Huelin. Pasé de estar cortando el pelo en Torre Mónica a de repente tener tres trabajos. Me subieron horas en la barbería y dejé la compañía textil, a la que he regresado porque me volvieron a llamar y en la peluquería ahora hago diez horas a la semana. Estoy contento: no he dejado a nadie tirado y sigo con lo que me gusta, cortar el pelo, que es para lo que me he preparado.
–¿Con qué palabra o frase definiría Málaga?
–Calidad de vida. Desde que me vine de Ceuta con 25 años –ahora estoy a punto de cumplir los 50– siempre he vivido bien. Algunas veces me ha podido faltar el trabajo, pero siempre lo he terminado encontrando.
–Un lugar para relajarse.
–La Torre Mónica (o Chimenea de Los Guindos).
–¿Por qué? Ahí fue donde lo conocimos. Estaba cortando el pelo para demostrar sus destrezas.
–Carretera de Cádiz es la zona de Málaga que más me ha gustado siempre. Cuando he querido darme un paseo, sentarme un rato... siempre termino en la Chimenea, a la sombrita con una latita de Coca-Cola.
–Una playa para echar el día.
–En Málaga capital me gusta Sacaba. Y si cruzas el río, está la playa de los perros. Al estar más inaccesible, hay menos gente y a mí los perritos no me molestan. Ahí estoy cómodo. Es más hippy.
–Una excursión por la provincia.
–La hice en moto con un amigo: fuimos a Casabermeja, de ahí tiramos a Ríogordo, salimos por la Axarquía y volvimos por la costa.
–Su palabra o expresión malagueña favorita.
–Al llegar a Málaga siempre me sorprendía lo de 'chorraera', el tobogán. Y, sobre todo, el 'no veh'. Yo decía «no veh, ¿qué?». Me costó años interiorizarlo.
–Un bar donde desayunar.
–Casa Paco. Allí te pides directamente un pitufo y te ponen un bocadillo de tortilla con carne mechá y mayonesa. Brutal.
–¿Dónde nos vamos de cañas?
–Al Tapeo del Colilla. Con una cerveza tienes tu tapa. Aunque yo me pido la jarra, que viene con dos tapas. Suele haber muy buen rollo. Y la gente se sorprende la primera vez que te tiran una chapa cuando tu pedido está listo. Pero ya todo el mundo lo sabe.
–¿Dónde comer?
–Me gusta la comida japonesa. Y hay un japonés en Huelin, en los bloques de Echeverría, que se llama el Gran Sushi, que tiene unos precios brutales y una calidad buenísima. Y en realidad siempre pasa que hay muy poquita gente, lo que no entiendo. Pero ahí están, año tras año ahí siguen.
–¿Y para cenar qué le gusta?
–Er Pichi de Cái. Es un sitio al que llevo a mis amigos cuando vienen de fuera. Hacen un pulpo a la brasa espectacular, aparte de todo el atún y de todo lo típico de Cádiz.
–Su plato malagueño favorito.
–La ensalada malagueña, con su patata, su naranjita, el bacalao, las aceitunas...
–Para un atardecer...
–Pues nos iríamos a Sacaba.
–¿Y para una noche loca?
–A cualquier festival de música electrónica. Pero, vamos, que yo ya no salgo. Fui al Sophie, pero porque me apretaron; llevaba seis meses sin salir.
–¿Y eso?
–Me he pegado treinta años de mi vida saliendo. Pero hace un par de años me propuse un cambio de vida. Y empecé a parar. Luego me planteé lo del curso de peluquería. Estoy más centrado y sacando mi vida adelante.
–Un rincón de Málaga.
–Muchos. Cualquiera. Pero yo vivo muy tranquilo en Benalmádena.
–El mejor selfie.
–No soy muy de fotos, pero podría ser en El Charcón, en Fuengirola. Cuando en toda Málaga hace un calor de muerte, allí corre una brisita siempre genial.
–Visita cultural imprescindible.
–El museo Picasso y el del automóvil.
–Una joya por descubrir.
–El Parque Mediterráneo, una zona residencial tranquila entre barrios.
–Lo mejor de Málaga.
–Su clima, menos en verano, que me mata.
–¿Y lo peor?
–La gente maleducada.
–Algo que eche de menos.
–Viniendo de Ceuta, echo de menos los corazones de pollo: sólo hay un sitio en Fuengirola donde puedo comerlos en campero o en bocadillo. Y los volaores, que es un pescado que se seca al sol y te lo cortan en trozos y en tapitas está buenísimo. Y también el bonito se seca al sol y está de vicio.
–Tradición a no perder.
–Los verdiales. No me gusta el folclore. Pero tú me pones unos verdiales aquí… y es que son el tecno del folclore esta gente. Me hacen mucha gracia. En música, si me preguntas si me gusta el rock, digo que sí, que el heavy; si me preguntas si me gusta la música electrónica, también digo que sí, que el tecno. Siempre me han gustado los ritmos rápidos y los verdiales son «tacatacataca...», me gustan, me gustan.
–Sus malagueños favoritos.
–Picasso, Antonio Banderas, Chiquito… Son los famosos que conoce todo el mundo y a todo el mundo nos gustan, porque nos llenan. Pero la familia Antonio Eloy, de la cadena de peluquerías, lleva 50 o 60 años apostando por Málaga, siempre han apostado por Málaga y a mí me han cambiado la vida.
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