Izquierda Unida ha afrontado en los últimos años un alud de rumores sobre su posible desaparición e integración en Podemos. Su coordinador federal, Alberto Garzón, confesó ayer en el programa 'La Alameda', coproducido por la televisión privada local 101 TV y el periódico SUR, que esta posibilidad llegó a quitarle el sueño en 2015: «No dormía bien. Las preocupaciones eran enormes. Me ofrecieron pasarme a Podemos, como a muchos otros cargos de IU». Tres años después, cuando las bases acaban de ratificar la confluencia entre ambas formaciones, el escenario es otro. «Es un buen acuerdo que permite mantener la autonomía y los espacios propios», defendió en el programa que presenta el director de este diario, Manuel Castillo.
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Garzón reivindica que el acuerdo con Podemos trata de «optimizar el sistema electoral» tras los resultados alcanzados por IU en los últimos comicios generales, cuando únicamente obtuvo dos escaños, nueve diputados menos que en 2011, pese a su casi millón de votos, una situación que le produjo «entre frustración y alivio» al entender que «lo conseguimos sin apenas recursos, con la gente yéndose a Podemos y sin presencia en los grandes debates». El líder de la coalición de izquierdas anuncia que, trasladado a la política municipal, el acuerdo con Podemos servirá como base para confluencias a las que se sumarán otros actores: «Lo importante es trabajar conjuntamente».
candidatura local
Negociación postelectoral
Garzón, que se sometió a las preguntas de los periodistas Javier Recio, Antonio Montilla Romero, Ana Pérez-Bryan y Mercedes Lara, reconoció que la izquierda tiende «a acentuar las diferencias», que en el caso de IU y el partido que dirige Pablo Iglesias suponen «el uno por ciento». Consciente de las críticas que ha suscitado esta unión, que ha provocado la huida de nombres históricos como Pedro Moreno Brenes, que aseguró «no reconocer el PCE en el que entré, leal con los trabajadores y con España, como una roca en la defensa de la justicia y de la democracia», Garzón defiende que IU «sigue, está ahí, y van a necesitarnos si quieren un gobierno de izquierdas».
En cuanto a su opinión sobre la Transición, a la que suele referirse como «régimen del 78», una expresión que rebela a algunos de sus militantes, el político malagueño matizó que «respeto a quienes sufrieron la represión, el autoritarismo, la cárcel e incluso la muerte, porque sin esas personas nuestro país sería peor», pero considera que «todo eso no fue suficiente, porque el poder económico está en manos de los mismos y sigue habiendo deficiencias» en materia de justicia o memoria histórica: «El 78 promovía desahucios y saludaba a los bancos. Quien se hizo de oro durante el franquismo siguió siendo millonario y teniendo la misma influencia sobre el sistema político».
Garzón incidió en que «el futuro de la izquierda en España pasa por el entendimiento» y justificó su acuerdo con Podemos «para evitar situaciones como la italiana, donde no hay izquierda». Preguntado sobre si la confluencia puede considerarse como una fusión por absorción, el líder de IU hizo hincapié en que las formaciones que se sumen al acuerdo «mantendrán su autonomía». Garzón reveló que todas las candidaturas comenzarán por la palabra «Unidas» y mostró su predilección por Eduardo Zorrilla como cabeza de lista en Málaga: «Es muy trabajador y buena persona. Sería un candidato magnífico, pero eso deberán decidirlo las bases».
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Sobre la situación en Cataluña, el coordinador de IU defendió «la plurinacionalidad de España», que en su modelo ideal debe articularse «en una república federal, un estado laico y desconectado de lo militar». Garzón también reveló que «me costó 80 días poner en la misma mesa a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias» durante las negociaciones tras las últimas elecciones generales. «Susana Díaz no permitía al PSOE pactar con los independentistas. Hemos perdido dos años», añadió en referencia a la moción de censura, que IU ha respaldado dos años después de su rechazo a la investidura de Sánchez «por ir de la mano» de Albert Rivera.
En el pleno personal, Garzón, que en 2011 se convirtió en el diputado más joven de la legislatura, admitió que «lo que más echo de menos es la playa» y agradeció que sus padres «me inculcaran valores de justicia y solidaridad», aunque se afilió «sin su permiso» a IU. Asegura que ya no viaja en metro por las amenazas recibidas «por la extrema derecha» y que intenta arañar algo de tiempo para compartir partidas de videojuegos con sus amigos, algo que su inminente paternidad complicará «aún más».
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