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Era la pregunta que flotaba en el ambiente desde que el pasado marzo se produjeron en Málaga dos episodios históricos de calima, que dejaron unas atípicas precipitaciones en forma de toneladas de barro sobre esta y otras provincias. ¿Se volverá a producir algo así? ¿Será ... un fenómeno recurrente? La respuesta llegó esta semana en el curso de verano sobre los efectos del cambio climático de la Universidad de Málaga (UMA), celebrado en Marbella bajo la dirección del profesor Enrique Salvo. Y lo hizo de la mano de Beatriz Hervella, una de las portavoces nacionales de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y especialista en cambio climático y salud. La previsión no es precisamente esperanzadora.
Aunque la meteoróloga comenzó admitiendo que aún no se ha hecho un estudio de atribución concreto sobre el reciente fenómeno, «sí sabemos que hay mucho más polvo en suspensión, y la fuente es el Sáhara, que está expandiendo su área de actuación». Por tanto, «tenemos los ingredientes para la receta, y aunque falta algo más, es lógico pensar que estos episodios irán a más, porque tenemos más polvo en suspensión disponible». Con todo, es complicado saber dónde va a afectar más.
La calima histórica de marzo fue uno de los eventos analizados durante el reciente curso de verano, por su posible relación con el calentamiento en el norte de África y la extensión de la superficie del desierto. Unos aguceros de barro inauditos, en dos oleadas casi consecutivas (el 15 y el 24 de marzo) que dejaron sobre Málaga en torno a cinco millones de kilos de material rojizo, según los cálculos realizados por Arturo Fernández, profesor del Instituto Politécnico Jesús Marín de la capital malagueña.
De ahí que entre sus propuestas frente al cambio climático, Beatriz Hervella aboga por mitigar y reducir, «pero también adaptarnos para ser más resilientes, ambas cosas son inseparables».
A lo largo de su disertación, la investigadora mostró diversas evidencias de que la temperatura ha subido con respecto a la época preindustrial, y se está ampliando el periodo que es verano en España. Las noches tórridas, por encima de 25 grados, se han multiplicado por 10 en las capitales más pobladas desde 1984, y ello tiene una implicación directa en la salud. Del mismo modo, las olas de calor también se han duplicado entre 1975 y 2020.
Precisamente, la sucesión de días con temperaturas muy altas en épocas tempranas (como ha ocurrido este pasado junio) se asocia con una mayor mortalidad de personas mayores y enfermos crónicos, puesto que el cuerpo no está todavía aclimatado a la estación cálida del año. «El cambio climático es una crisis de salud», advierte.
Sobre las precipitaciones, la meteoróloga admite que es un tema complejo, y pone de relieve que ha cambiado la forma de llover, sobre todo en el sur de España, donde aumenta el periodo seco, esto es, el número de días seguidos sin agua; mientras que al mismo tiempo en la zona mediterránea se ha incrementado la torrencialidad, esto es, que descarga de forma más virulenta. «Al final hay la misma precipitación pero concentrada en menos días, por lo que la gestión de los recursos hídricos es muy díficil; esto ya está ocurriendo, no es futuro».
En cuanto a otro de los fenómenos más temidos en la Costa del Sol, como son los temporales, Beatriz Hervella indica que las aguas superficiales suben hasta 0,5 grados su temperatura, lo que se relaciona directamente con estos fenómenos. Unido al deshielo, que hace que la altura del nivel del mar suba hasta nueve centímetros. «Parece poco, pero cada centímetro supone la pérdida de un metro de playa», advierte la meteoróloga de Aemet.
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