ANA MEDINA
Málaga.
Domingo, 29 de septiembre 2024, 02:00
Hoy domingo, la Iglesia celebra una jornada dedicada a las personas migrantes y refugiadas. En Málaga, dicha celebración va acompañada de la noticia de que a la Casa Betania que abrieron hace año y medio las esclavas del Divino Corazón y los mercedarios, se suma ... ahora Casa San Juan. Esta casa está pensada para aquellos jóvenes migrados que quedan fuera del sistema de protección. Los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (dehonianos), que sirven en la parroquia de San Antonio de Padua, en la zona de Portada Alta, se han sentido llamados a ser «comunidad acogedora y misionera» y abrir sus puertas a quienes quedan en desamparo.
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La delegada diocesana de Migraciones de Málaga, Pilar Gallardo, vive esta noticia con «una seguridad firme: Dios camina con y en los migrantes. Estamos llamados a ensanchar el espacio de nuestra tienda, a redescubrirnos como Pueblo de Dios peregrino, a compartir el sufrimiento y la esperanza, a encontramos con Cristo en el camino junto a los migrantes y refugiados. Escuchemos lo que Dios nos dice con este signo de los tiempos, aprovechemos la oportunidad de encontrarnos con Cristo, que está llamando a nuestra puerta, y comencemos un discernimiento personal y comunitario para ser comunidades acogedoras y misioneras».
Con ese deseo nace Casa San Juan. Va a funcionar siempre en contacto con la ya existente Casa Betania, que da respuesta a jóvenes entre 18 y 25 años solicitantes de protección internacional. «Acogeremos a los muchachos que tengan que abandonar la otra casa y se encuentren de golpe en la calle -explica el Padre Carmelo de las Heras, su superior-. Aquí podrán estar hasta encontrar un trabajo, les daremos calor de familia y cercanía para que no se sientan abandonados», cuenta. «Acoger al migrante es justicia, no generosidad», expresa.
Con este proyecto, los religiosos quieren celebrar sus cincuenta años de presencia en Málaga y dar nueva vida a un espacio en el que antes había vivido la comunidad. «Supone un reto grande, nos hace salir de nuestra situación de confort y de una vida ya construida e involucrarnos fuertemente con aquellos que hoy día están viviendo no solo el drama de dejar su país sino el drama personal de una vida rota y de un futuro incierto -afirman-. Queremos contribuir como un granito de arena en la playa a ser constructores de una nueva 'civilización del amor', como insistentemente nos decía nuestro fundador a los dehonianos». El Padre Carmelo insiste: «creo que puede ser como un pequeño terremoto que remueva las conciencias al darse cuenta de que hay otros que lo están pasando mucho peor. Acogida y ayuda serían las dos palabras que nos gustaría se pusieran en movimiento».
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La Casa San Juan ya tiene a su primer acogido: Nafae, natural de Marruecos, que estaba en situación de calle en Málaga. «Como bien conocemos, la dificultad de plazas en los albergues de Málaga ahora mismo y en los espacios de sinhogarismo hace que algunos chicos queden en la extrema exclusión y en la situación más indigna que un ser humano puede tener, que es no tener un techo. Nafae se siente ahora acogido, protegido y amado», cuenta Michel Bustillo, educador de Casa Betania. Un joven de Casa Betania será cuidador en Casa San Juan, contribuyendo a este proyecto de comunidad acogedora.
En palabras de Bustillo, «ambas casas buscan dar respuesta a jóvenes vulnerables solicitantes de protección internacional. En el caso de Casa Betania, lo que fue la casa noviciado de la Esclavas del Divino Corazón, en un gesto de mucha generosidad y mucha solidaridad, lo cedieron para que bajo la gestión técnica de la Fundación de la Merced Migraciones se iniciara esta casa de acogida». El 98% de los jóvenes ha salido adelante. «Eso significa que nuestros jóvenes valientes han salido con trabajo y con vivienda. Son autónomos, se han emancipado y tienen independencia económica. Siguen volviendo por Casa Betania para visitar a su familia, que somos nosotros».
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Ahora será posible atender aquellas situaciones a las que Casa Betania no podía llegar: «jóvenes solicitantes de protección internacional a quienes les habían denegado su expediente de asilo, que estaban en fase de recurso y que no tenían dónde dormir; algunos que tenían que finalizar el programa de la Casa y con dificultades para encontrar una vivienda, y otros que estaban en una situación de exclusión extrema, en situación de calle en Málaga, que querían y no lograban solicitar una cita de asilo», explica Bustillo.
«Es un proyecto compartido entre dehonianos y mercedarios, de financiación propia, pero al que esperamos que se unan entidades, hermandades, ciudadanía y sociedad civil. El voluntariado es vital para que salga adelante. Estamos ilusionados y muy orgullosos de la Iglesia de Málaga», termina Michel. «No hacemos otra cosa que lo que hizo Jesús de Nazaret, lo que nos dijo que hiciéramos».
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