Juan Luis y su mujer ayudan a dos niñas a hacer actividades en la ciberaula de la Obra Social La Caixa en El Palo.
Juan Luis Fernández, jubilado de caixabank

«Me llena de alegría pensar que le aporto algo a los niños que les servirá en el futuro»

Este malagueño de 62 años acude dos tardes a la semana a una ciberaula en la que ayuda a varios menores de la barriada de El Palo a descubrir su talento

M. Ángeles González

Lunes, 13 de febrero 2017, 00:21

A Juan Luis Fernández no le gusta que los niños le llamen profe porque «parece que se establece una jerarquía sobre ellos». Prefiere que lo vean como un abuelo o un colega con el que pueden aprender y divertirse durante las horas que están en una ciberaula de la Obra Social La Caixa en El Palo. «Pensar que puedo aportarles algo que les servirá en el futuro me llena de alegría, no me creo merecedor de un premio tan grande», dice este jubilado de CaixaBank de 62 años que desde el curso pasado acude dos tardes por semana como voluntario a unas instalaciones cedidas por el Ayuntamiento en las que atienden a menores en situación de vulnerabilidad a través del programa de La Caixa Tienes talento.

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En esta CiberCaixa, junto a varias monitoras de los servicios sociales del distrito, este exdirector de oficina ayuda a escolares de Primaria a hacer las tareas, les sumerge en las nuevas tecnologías y juega con ellos con un objetivo prioritario: motivarles, sacar lo mejor que tienen y ayudarles a encontrar su talento innato. En este propósito ha embarcado a su mujer, Carmen Bautista, también voluntaria de la Obra Social, a la que los niños adoran: «Me gusta mucho la seño Carmen porque me ayuda a hacer los deberes», dice Leire, de ocho años, atenta a lo que ocurre a su alrededor mientras pinta en la pizarra. Junto a ella, Kira, de la misma edad, dice que Juan Luis «es guay». Y a él se le humedecen los ojos, como cuando una niña de siete años le dijo el curso pasado una frase que se le quedó grabada en el corazón: «Me gustaría tener tres años para ser feliz y poder ser tu hija». «Me llegó al alma, tuve que darme la vuelta para que no me viera llorar», recuerda Fernández, que señala que entre los pequeños a los que atiende hay algunos que están muy desmotivados por problemas familiares que puedan tener, «pero aquí todos se muestran felices».

«Un montón de nietos»

«Son casi como si fueran mi nietos, a mi mujer y a mí nos cuentan cosas que a sus profesores no se atreven», dice orgulloso de haberse convertido en abuelo de «un montón» de niños, entre sus tres nietos de sangre y los postizos a los que ayuda como voluntario. «¿Qué le voy a hacer, si tengo abuelitis? Son una maravilla, nos aportan más que nosotros a ellos», dice convencido mientras Kira y Leire meriendan.

Los niños no son los únicos que tienen halagos para este matrimonio. Elena Guerrero, una de las monitoras del Ayuntamiento, destaca que «son muy cercanos y los pequeños los ven como de la familia y es más fácil que salga con ellos la parte emocional».

Fernández, por su parte, sólo tiene palabras de agradecimiento tanto para las profesionales que atienden a los menores como para la Obra Social La Caixa, que considera «algo especial». «He tenido la suerte y el orgullo de pertenecer a una entidad muy social donde hay una gran cultura corporativa de voluntariado», señala este jubilado que empezó a realizar labores solidarias en los años 90 junto con unos compañeros que tuvieron la idea de llevar a un grupo de niños sin recursos a disfrutar de las atracciones en la Feria de Málaga. Apartir de ahí no ha dejado de colaborar, principalmente en actividades dedicadas a la infancia. Lo hizo cuando estaba en activo «durante los fines de semana», y aumentó su compromiso cuando se prejubiló en 2012 tras más de 40 años trabajando en banca. También ha impartido talleres de educación financiera y su próximo objetivo es formar parte del programa de mentorización empresarial de la Obra Social Proyecto Mentoring, en el que el voluntario guía a una persona sin recursos en la creación de su negocio.

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Entre los momentos más satisfactorios de la experiencia que lleva a cabo en la ciberaula, recuerda cuando el pasado año detectaron el talento innato de una niña para dibujar caricaturas cuando quiso dibujarles en la pizarra como un juego. Una vez que esto ocurre, se le comunica a las monitoras para que lo hagan llegar a los responsables de la Obra Social y así poder desarrollar estas cualidades.

Tras pasar más de tres horas con ellos los martes y jueves, Juan Luis y Carmen salen «con las pilas puestas». «Los niños te dan energía, te espabilan, el tiempo con ellos se pasa volando», dice ella.

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