Juan Cano
Domingo, 4 de diciembre 2016, 01:25
Están amenazados de muerte. Para el Daesh, su reconversión supone una traición al mal llamado Estado Islámico. «Para ellos, si dejas la organización, dejas el Islam». Adam Deen y Usama Hasan fueron captados por grupos extremistas y llegaron a participar en el reclutamiento de otros jóvenes para la Yihad. Ellos pudieron escapar a tiempo y ahora están al frente de Quilliam, una fundación sin ánimo de lucro que se ha convertido en una vacuna eficaz contra el veneno del radicalismo.
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Suelen moverse con guardaespaldas, rodeados de medidas de seguridad. Y cuando viajan, lo hacen en secreto. Esta semana han estado en Málaga para impartir unas jornadas formativas por primera vez en España dirigidas a agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), policías locales, trabajadores sociales y miembros de ONG cuidadosamente escogidos para trabajar en la prevención del radicalismo. El aforo, unas 50 personas. «Por seguridad, no podemos dar charlas abiertas a cualquier público», comentan.
El viernes, al finalizar sus ponencias en la Escuela de Seguridad Pública del Ayuntamiento de Málaga (ESPAM), accedieron a atender a SUR para relatar su experiencia en el viaje de ida y vuelta hacia el extremismo. No rehúyen ninguna pregunta, por delicada que sea. La única limitación es el tiempo. A las 13.00 horas, una furgoneta del área municipal de Derechos Sociales, que ha organizado las jornadas, los lleva a Gibraltar para coger un avión hacia su siguiente destino. Sólo ponen una condición: que la entrevista se publique cuando ya se hayan marchado de la ciudad.
Adam Deen, Jefe de Formación
«Llegué a celebrar el atentado de las Torres Gemelas"
Nada en su cuidada apariencia ojos verdes, tez clara y peinado a la raya sugiere que Adam Deen, un hombre de 39 años de cara aniñada, que disimula con una barba rala, fue uno de los «mayores organizadores de actividades» de la organización extremista Al-Muhajiroun, a la que se vincula con más de medio centenar de actos terroristas. Él era un «hombre blanco del Islam», como llaman a los que comparten su fisonomía. Aunque afirma que no llegó a participar directamente en un atentado, sí estuvo en «reuniones secretas» donde se planificó un ataque con explosivos en las estaciones de metro de Londres que no llegó a ejecutarse porque el líder del grupo «desapareció», dice Adam, que a continuación confiesa: «Pero yo estaba preparado mentalmente». Años después, en 2005, cuatro bombas tres en vagones de metro y la cuarta en un autobús estallaron en la capital inglesa, causando 56 muertos y más de 700 heridos. Aunque una facción secreta de AlQaeda se atribuyó el atentado en una web islamista, la organización Al-Muhajiroun quedó prohibida tras el 7-J.
Deen, que ahora es el director general y jefe de formación de la Fundación Quilliam, conoció el extremismo a través de un pasquín que un chico le dio en la calle y que recogía las «obligaciones» del que llamaban Estado Islámico. Él era un joven musulmán de 19 años, criado en Londres pero de padres turcos, que «buscaba respuestas» y que creyó encontrarlas en la mezquita. Su radicalización no llevó aparejada un cambio físico, pero sí intelectual. En la universidad es ingeniero informático conoció a distintas personas de grupos extremistas y pronto se convirtió en reclutador. «Todo parecía tener sentido. Eres musulmán, el Corán es tu libro y los musulmanes deben estar en una sociedad islámica que había que establecer. Creía que era lo cierto».
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Norteamérica representaba el enemigo del Islam que ellos preconizaban. El 11 de septiembre de 2001, cuando se produjo el ataque a las Torres Gemelas, se alegró por el «golpe» que simbolizaba contra occidente. «Salí a la calle a celebrarlo tocando el claxon (acompañado por la persona que lo introdujo en la organización, y que actualmente está en prisión). Después entendí que fue un golpe contra la humanidad».
Una nueva familia
Durante ocho años, el «grupo» se convirtió en una familia que sustituyó a la suya. «Comía con ellos, vivía con ellos, salía con ellos... Hasta que me desilusioné y me di cuenta de que no era feliz, que aquello no era lo correcto. Pero ha tenido unos costes sociales y familiares muy importantes en mi vida». Una de las personas que se unió en aquellos tiempos a la organización fue su «instructor» en ese proceso de reconversión. «Me enseñó otras perspectivas y unas corrientes filosóficas desconocidas para mí. Descubrí a Kant, a Sócrates, a Platón... Fui capaz de abrir de nuevo mi mente y captar la propaganda que había detrás de todos aquellos mensajes».
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La elección de Málaga como escenario de las jornadas impartidas por Quilliam no es casual. «Es una ciudad líder en la lucha contra la radicalización», explica Nikita Malik (28 años), una investigadora de la fundación con tres grados en Estudios Árabes e Islámicos, Economía y Política. «Málaga es un ejemplo de ciudad piloto por la integración de diferentes culturas sin que se hayan formado guetos», añade.
Malik, que fue encargada de dar otra dar otra de las ponencias, dirige en Quilliam el programa FemPower, en el que investiga el rol de la mujer en el Islam «No hay un perfil definido, aunque la captación se centra en jóvenes sin cargas familiares, porque de lo contrario tendrían que estar pendientes de sus hijos». Además, «las madres prosigue son claves en el Islam porque pueden provocar importantes cambios de comportamiento en sus hijos», según los expertos de Quilliam, a los que el concejal de Derechos Sociales, Julio Andrade, quiso agradecer su visita a Málaga para las primeras jornadas sobre prevención que esta fundación imparte en España.
Perdió el contacto con sus correligionarios, que viajaron (todos) a Afganistán para unirse a la Yihad. «Si yo no hubiera cambiado, también habría acabado en el ISIS. Sentía empatía». Y no volvió a saber de ellos durante una década, hasta que decidió embarcarse en el proyecto Quilliam para que otros jóvenes musulmanes no llegasen a pasar por donde ha pasado él. En los dos últimos años, en los que Deen ha recorrido más de 40 campus universitarios de Reino Unido y su labor le ha dado una dimensión pública, ha sido amenazado de muerte por la misma persona que en su día lo captó para la organización. «El problema es que para comunicar yo tengo que dar a una conferencia y exponerme». Y la lucha es desigual. «Yo asumo un factor de riesgo que para ellos no existe. Su mensaje se transmite a través de redes sociales de forma masiva, rápida y eficaz. Y reclutar es más fácil. Ahora, el enemigo puede ser cualquiera».
Usama Hasan, Jefe de Teología
«Desde que me atacaron dos miembros del ISIS, empecé a pensar que me podían matar»
Con 11 años, Usama Hassan ya se había aprendido el Corán entero de memoria y se convirtió en imán siendo aún adolescente. La concepción «estricta» de la religión lo empujó hacia el extremismo, en el que cayó con sólo 13 años. El «doctor Usama», como se refieren a él sus compañeros de Quilliam, donde es jefe de teología, apunta otros dos factores que contribuyeron a su radicalización: «El racismo sufrió algunos ataques en la calle y la situación política en el mundo, con los conflictos en Afganistán, Israel y Palestina...».
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Aunque nació en Kenia, la familia de Usama, emigrantes procedentes de India y Pakistán, se trasladaron a Londres cuando él tenía cuatro años. En el salafismo descubrió una «hermandad y camaradería» que nunca había encontrado hasta entonces. «Por primera vez me sentí seguro en público. Me protegía mi grupo». Sus dos hermanos mayores, de 15 y 17 años, también se unieron a esa corriente radical, «aunque ellos salieron antes que yo». De hecho, en 1990, cuando estudiaba en la Universidad de Cambridge, aparcó temporalmente los libros para convertirse en un «foreign fighter» (combatiente extranjero) y viajó a Afganistán para unirse a la Yihad «contra las fuerzas comunistas». Allí coincidió con cientos de personas que, como él, estaban dispuestas a luchar. «La mayoría de ellas acabaron en AlQaeda. Tengo amigos que terminaron allí. Pero yo supe separarme y buscar la paz».
Los atentados del 7-J en Londres marcaron también un punto de inflexión en su vida. A partir de ese momento, Usama Hasan, que es doctor en Física e Inteligencia Artificial y ha trabajado como profesor universitario, comenzó a hacer campaña contra el extremismo y la reforma religiosa dentro de los círculos musulmanes.
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Tras su reconversión, empezó a recibir amenazas de muerte e incluso fue atacado por dos miembros del ISIS, según relata. «Estaba con mi mujer, mis hijos y varios familiares. Intenteron agredirme. Me defendí como pude y llamé a la policía. Me sentí muy mal, porque había pasado delante de los niños. Ahí empecé a pensar que me podían matar», confiesa el teólogo de 45 años, que ha participado como testigo experto en tres juicios contra terroristas, en dos de ellos propuesto por la defensa y, en el otro, por la acusación.
Desde entonces, el doctor Usama lleva guardaespaldas y tiene protección en su casa. Cuando da una charla en la universidad, va rodeado de un dispositivo policial y su oficina está «en un lugar secreto» que no aparece en Internet.
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