Andrés Alcántara: «El cambio climático ya se deja notar en Málaga con más incendios y plagas»

El cambio climático es un reto global, pero el Mediterráneo, y concretamente, el Mar de Alborán, están entre los «puntos calientes» a nivel global, donde mayor impacto está teniendo el calentamiento. Andrés Alcántara, técnico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 1989, está especializado en este campo de trabajo, y advierte de que sus consecuencias ya se están dejando notar, por ejemplo, con incendios forestales más virulentos; mayor incidencia de las plagas (como la de la procesionaria del pino) y una reducción de la pesca y los acuíferos. Aunque también hay formas de paliar sus efectos.

Sostiene que el Mediterráneo es uno de los puntos más calientes del cambio climático a nivel mundial.

Efectivamente, el Mediterráneo es un punto caliente. La concentración de biodiversidad terrestre y marina es muy grande y en el espacio Alborán (Andalucía, Marruecos y Argelia) tanto a nivel costero como marino es un punto caliente dentro de otro. Por tanto, es un territorio muy importante a la hora de aplicar las políticas de cambio climático.

¿Por qué se está viendo tan afectado el Mediterráneo?

Tiene un clima muy particular por variables de humedad, sequedad y temperatura, que son específicas del Mediterráneo, una parte de Australia y Chile.

¿Cómo se está manifestando el cambio climático en esta zona?

Los datos de febrero de este año de la NASA indican que el entorno Mediterráneo ha sufrido un aumento por encima de 1,6 grados en la temperatura, frente a la media de 1950 a 1980. Ha batido todos los récords. La temperatura está aumentando un grado de media en algunas zonas. El nivel del mar se prevé que suba hasta 60 centímetros a finales de este siglo.

¿Qué repercusiones se están observando ya?

La disminución de los acuíferos subterráneos y humedales, que es uno de los factores clave. En la parte del sur del Mediterráneo, como Marruecos, se prevé que se reduzcan en un 70%. Los ecosistemas costeros y marinos son sumideros de CO2, y por eso hay que garantizar los humedales como reservorios, entre ellos el Guadalhorce y las lagunas de Fuente Piedra, Archidona y Antequera. Aumentan el desierto y las zonas áridas y semiáridas. También los incendios forestales, sobre todo en intensidad, con fuegos más virulentos, pero también en temporalidad y en espacio. Luego está el tema de la seca, que está afectando en la provincia a los pinsapos y los alcornocales. La falta de respiración de la planta hace que se debilite y aparecen una serie de enfermedades, hongos y plagas. Precisamente, éstas también van en aumento, porque hace menos frío. La procesionaria es un ejemplo enorme.

¿Y en el medio marino?

Se ve una reducción de las pesquerías, por ejemplo, de sardina. Si metemos en un cóctel la contaminación, el cambio climático y la sobrepesca, lleva a una disminución de las capturas del Mar de Alborán. Paralelamente, disminuye la biodiversidad, aumentan las algas en el mar y se produce una mayor mortalidad de delfines. Las praderas de posidonias oceánicas capturan grandes cantidades de CO2, que si desaparecen se verterán a la atmósfera.

¿Cómo se está notando en el caso de las plantas?

Las plantas tienen dos opciones: o se adaptan o se mueren. Algunas florecen antes, o si los cambios van muy de prisa se pueden colapsar y desaparecer. Se ha detectado ya una doble floración anual de los almendros en la zona de la Alpujarra. En algunas especies aumenta su productividad y en otras disminuye. Además, hay una variable importante para la floración, que son los insectos: si ambos no coinciden en la misma época, la polinización no existe. De manera que tiene una repercusión directa sobre la naturaleza pero también sobre la vida de la gente, en la medida en que puede no haber almendra, aceituna, etc.

¿Hay elementos que permitan controlar los efectos del cambio climático?

Hay dos: uno, reducir las emisiones, evidentemente; y el otro, la adaptación, que tanto a nivel de especies como la economía y la sociedad se adapten al cambio climático. El mensaje es crear modelos ecosistémicos, espacios naturales, especies y economías locales más resilientes, más fuertes a la hora de adaptarse. Por ejemplo, en determinadas zonas no tiene que haber pinos sino otros árboles. Ahora mismo se está explorando en los parques nacionales andaluces qué tipo de especies se adaptan mejor al aumento de temperatura y al estrés hídrico. Otros laboratorios de estudio son las urbes, que es donde se acumula la población del Mediterráneo. Ahora mismo todas las políticas de la UE pretenden unir la ciencia, la economía, la tecnología, el mundo político y empresarial, para encontrar soluciones en las ciudades. Por ejemplo, para reducir la temperatura, con menos pavimento y más zonas verdes; con fachadas y cubiertas vegetales.

Yen el caso de Málaga, ¿qué se puede hacer?

En el caso de Málaga, hay que retomar el cinturón verde de la ciudad, conectando el parque natural de Los Montes, el San Antón y la desembocadura del Guadalhorce. También la rehabilitación de los barrios, con energía solar, huertos urbanos y más peatonalización. Los ecosistemas en sí aportan soluciones que evitan las consecuencias negativas del cambio climático: el uso de los conocimientos tradicionales de las comunidades, como el de encalar las fachadas en Andalucía, que se copia ahora en Estados Unidos.