Imagen de la plaza de la Merced.

El barrio de La Victoria

La zona se organizó tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, en los terrenos disponibles entre la plaza de la Merced y el Convento de la Victoria, pero su ordenación urbanística data del siglo pasado, concretamente del año 1869

sur

Sábado, 27 de septiembre 2014, 00:48

En su origen, la plaza de la Merced fue denominada plaza del Mercado, por haberse instalado en este lugar un mercado público tras la conquista cristiana de la ciudad. Los nombres posteriores de la plaza derivan de dos hechos: La instalación a partir de 1507 de la orden de los Mercedarios, que construyeron en el lugar una iglesia y un convento, y la visita del general Riego en 1822, quien se alojó en el número 15 de la plaza.

Publicidad

noticias relacionadas

Por ello, el lugar fue conocido en el siglo XIX como plaza de la Merced o de Riego. Esta segunda acepción, que vincula a la plaza con las ideas liberales y constitucionalistas, se confirmó al elegirse en 1842 el lugar para instalar el monumento erigido a la memoria del general Torrijos y sus cuarenta y ocho compañeros fusilados, el once de diciembre de 1831 en las playas de San Andrés. El monumento fue costeado por suscripción popular y por rifas, y se compone de una cripta, donde reposan los restos de los ejecutados, un pedestal y un esbelto obelisco, en el que está dedicada una corona de bronce, en forma de laurel, a cada una de las víctimas.

A finales del siglo XIX, el monumento se encontraba rodeado por un paseo arbolado, salpicado de canapés, cuyo pavimento se elevaba por encima del resto de las calles adyacentes; en el centro había un pequeño jardín rodeado por un estanque, poblado de peces. En medio del jardín, una verja circunvalaba el monumento funerario.

En la plaza de la Merced se desarrollaban múltiples actividades de carácter oficial o privado. Entre las primeras, destacaban las conmemorativas de la muerte de Torrijos: Cada año, en la víspera del día de difuntos y el once de diciembre el mausoleo se iluminaba con farolillos. Entre las de carácter privado, la organización de la kermesse con motivo de las fiestas de agosto.

La palabra kermesse, de origen flamenco, podría traducirse como fiesta pública al aire libre, y en la Málaga decimonónica tenía unos fines exclusivamente caritativos. El recinto de la kermesse correspondiente a 1893 se caracterizaba por la mezcla de kioscos dedicados a refrigerio, como una chocolatería, una nevería o los locales que ofrecían café y dulces, con los puestos dedicados a la venta de tabaco, flores, abanicos y corbatas. Otro sector de la kermesse se dedicaba a los juegos de azar: Tómbola y barato de real y medio. También se instalaba un carroussel o tiovivo. Todos estos establecimientos estaban atendidos por señoras y señoritas de distinguida familia, excepto una buñolería, de la que se encargaba "una gitana".

Publicidad

El barrio de la Victoria se organizó, tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, en los terrenos disponibles entre la plaza de la Merced y el Convento de la Victoria, pero su ordenación urbanística data del siglo pasado, concretamente del año 1869. Su arteria principal es la calle de la Victoria, calificada por Ricardo León como "calle de enamorados y rondadores". Martínez Barrionuevo, por su parte, asegura que era una de las calles más animadas de la población: "Los mozuelos hablaban con las novias, sentados en las puertas o al través de las ventanas; jugaban los chicos, volteando y corriendo; escuchábanse canciones acá y allá, esos cantos populares y vigorosos, dignos únicamente de la musa de Andalucía".

Estamos ante un barrio característico de la pequeña burguesía malagueña y, al parecer, aquí vivían generalmente las modistas de Málaga. Arturo Reyes ambienta en el barrio de la Victoria una novela, Las de Pinto, que gira en tomo a un grupo dfe pequeños comerciantes de la zona; la obra refleja fielmente el compor¬tamiento de esta clase media, basado en el quiero y no puedo.

Publicidad

Un día festivo en el arroyo de Lagunillas refleja a la perfección el ambiente del barrio: Los mozos se agrupan, alegres y bullangueros, mientras las jóvenes en estado de merecer lucen "sus más vistosas faldas de percal, sus más flamantes ajustadas chaquetillas y sus primorosos peinados tocados de flores, charlando en ani¬mados corrillos o casi revoloteando en irisados bandurrios, a lo largo de la calle".

Un barbero descansaba de su actividad, cruzado de brazos en el dintel de su negocio, mientras algunos rapaces vestidos de limpio convertían "en capote de brega los baberos, en banderillas los índices y el arroyo en campo de sus infantiles hazañas". En definitiva, es un barrio modesto, pero con pretensiones.

Publicidad

La feria del barrio de la Victoria es para Ramón Urbano alegre y risueña. En el recinto se despliegan los puestos de avellana y garbanzos, las voces del turronero y la buñolera que hace el artículo a la puerta de su tienda. Caballitos y carricoches completan el paisaje, mientras el clarinete y el bombo ensordecen el ambien¬te. En este escenario se mezcla la gente del pueblo con señoritos de aire pequeño burgués, como el culitripi que recibe las almencinas arrojadas por dos golfillos en A tiro limpio, de Ramón Urbano.

Situado también en la zona norte de la ciudad, el Cementerio de San Miguel, que fue bendecido en 1810, presentaba a finales de siglo un grave problema sanitario, por estar muy cerca de la población. Aunque se man¬dará clausurar en varias ocasiones, será en vano y su uso como camposanto se mantendrá durante el siglo XX. Este rechazo al cierre pudo obedecer a que la burguesía malagueña tenía por costumbre mandar edificar sus mausoleos en él, el más monumental de los cuales es el de la familia Heredia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad