En Los Ruices hay un vertedero al que, además de llegar cada día las cerca de 800 toneladas de basura que recogen los camiones de Limasa para su posterior tratamiento, los negocios (pagando una tasa de entre 11 y 23 euros por tonelada) y los ciudadanos de forma gratuita también pueden llevar los restos de obra, muebles y demás enseres. El problema, o la excusa para la mayoría, es que está relativamente alejado, al norte de Los Asperones, de ahí que la empresa de limpieza también tenga habilitado en el polígono Guadalhorce (calle Hermanas Bronte) un punto limpio en el que, sin pasar por caja, cualquier malagueño puede desprenderse del viejo frigorífico, del sofá que ya no da más de sí, de la batería del coche o de los escombros generados por una mejora hecha en casa.
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Por si también quedara lejos, también hay un punto limpio móvil que va rotando por los distritos de la ciudad, además de la posibilidad de dejar los muebles y enseres junto al contenedor el día antes al que pasa el camión de Limasa (está indicado en un cartel). Estos son los centros oficiales de recogida de residuos voluminosos, pero luego están los oficiosos. O más bien, los ilegales, que están perfectamente asentados a las afueras del casco urbano (Churriana, Puerto de la Torre, Campanillas y los polígonos industriales) a costa del incivismo de algunos, las carencias del servicio de recogida y la escasa vigilancia policial para erradicar una práctica que está tipificada como una infracción grave en la ordenanza municipal con multas de hasta 1.500 euros.
Uno de los principales puntos negros de la ciudad es el perímetro del polígono Villa Rosa, donde las grandes cubas distribuidas para que las empresas depositen sus desechos sirven de gancho a vecinos para dejar sus muebles alrededor. En este parque industrial ubicado en San Julián se repite la escena junto a cada contenedor, aunque el verdadero epicentro se encuentra en la calle Peña de Francia (en la franja más próxima al río Guadalhorce), que está literalmente tomado por residuos de todo tipo. Hay decenas de sofás, puertas, armarios, frigoríficos, retretes, televisores, restos de poda y juguetes que emergen entre un mar de escombros esparcidos. «Es un desastre. Aquí vienen a parar todas las basuras sin que nadie haga nada para ponerle freno. Menuda imagen tenemos aquí», se queja el dueño de una nave próxima.
Aunque a una escala inferior, el panorama es similar a las espaldas del parque comercial Málaga Nostrum. Los alrededores de cada una de las cubas que jalonan la calle Orense para los envases de plástico son un imán para el incivismo, quedando continuamente rodeadas por colchones, muebles y restos de obra. «Es un problema que el Ayuntamiento no quiere resolver. Claro que hay gente que actúa mal, pero si no se buscan soluciones habilitando puntos de concentración de residuos donde se puedan depositar los escombros siempre estaremos así», advierte el presidente de la Asociación de Polígonos Industriales de Málaga (Apoma), Sergio Cuberos. En esta línea, y a propuesta de los propios negocios, Limasa ha comenzado a retirar las grandes cubas de los parques empresariales para evitar que sigan atrayendo a negocios y particulares que quieren desprenderse de sus residuos.
La franja comprendida entre Sacaba Beach y la desembocadura del Guadalhorce es otra zona de la capital donde la basura esparcida rompe la idílica imagen del entorno de este paraje natural, al igual que al otro lado del cauce, en Arraijanal. En esta lista siempre han figurado los terrenos de Repsol, aunque a día de hoy están despejados tras la limpieza acometida por el Área de Servicios Operativos, de la que depende Limasa.
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El que sí que aparece como un clásico en esta particular ruta por la Málaga de los vertederos ilegales realizada por SUR el pasado martes es el recinto ferial de Churriana. Desde la carretera principal se puede divisar la cantidad de residuos amontonados junto a las dos cubas que Limasa tiene en la explanada para que se depositen los restos de poda. Las quejas de los vecinos son continuas, pero el volumen de los desechos esparcidos evidencia que este mal hábito es una constante. De hecho, justo cuando este periódico se encuentra en el lugar aparece un coche, del que se bajan dos hombres para sacar del maletero un sofá. En cuanto se van, otras dos personas que se dedican a recoger chatarra se acercan para ver si es aprovechable. «Cuando no trabajamos en alguna obra o en el campo, estamos por aquí», comenta uno de ellos.
De Churriana a otro distrito periférico como Campanillas. Cada grupo de contenedores situado a pie de la carretera A-7058 que comunica los diseminados rurales hasta Almogía se convierten con frecuencia en una pequeña escombrera, como ocurre en La Fresneda. Pero nada que ver con la estampa que de forma permanente ofrece el Ventorrillo de las Cruces, justo en la confluencia del arroyo Piedra Horadada con el río Campanillas, al límite ya con el distrito de Puerto de la Torre.
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Hace un par de semanas, el PSOEy varios vecinos volvían a denunciar, por enésima vez, la existencia de este vertedero incrontrolado situado justo en la parada de la línea 28 de la EMT. Unos días después se despejaba la zona, pero esta misma semana el aspecto era prácticamente el mismo. «Esto no es nada con lo que había hace dos semanas. Hay gente que tira la basura sin bajarse siquiera del coche, otros que dejan aquí los muebles viejos y también llegan furgonetas cargadas de escombros», afirma José Pareja, cuya vivienda está a apenas cien metros de este estercolero donde el hedor y las moscas campan a sus anchas. «Hasta una cabra muerta han dejado ahí», añade.
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