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Tener controlado al río Guadalmedina es una constante que se repite en bucle a lo largo de la historia de Málaga. El río desbocado en episodios de gotas frías y trombas ha causado centenares de muertes e incontables destrozos materiales. La última de las graves, ... fue en 1907, la 'riá'. Veintiuna personas fallecieron. Era la cuarta catástrofe en pocos años. Y una más de las constatadas en los siglos XVII y XVIII. Por eso llegaron las presas del Agujero en primer lugar y el Limonero, en segundo. Por eso la solución para integrar el río en la ciudad siempre suma al escollo presupuestario y político el de la seguridad del cauce. Ahora, Emasa suma un aliado más: 20 sensores para controlar en todo momento su caudal y el de sus afluentes.
La empresa de aguas está a punto de adjudicar el contrato a la empresa Ingeniería y Control Remoto, la única concurrente y que, además, se ha hecho con un alta puntuación por su propuesta y experiencia en este campo. Instalará 10 sensores de ultrasonidos y otros 10 por radar con el fin de que monitoricen los episodios de tormenta especialmente, envíen la información al 'centro de inteligencia' de Emasa en la depuradora del Guadalhorce y la desaladora del Atabal y almacenen los datos históricos.
El documento que sirve de base para la actuación, que salió a concurso con un presupuesto de 84.700 euros, establece que estos dispositivos remotos se instalarán preferentemente en obras de paso; esto es, puentes y pasarelas. La empresa tiene un plazo de tres meses para implantarlos y luego deberá encargarse del mantenimiento durante su primer año de vida.
El caudal de seguridad del Guadalmedina, el propio más el de sus arroyos tributarios, es un aspecto controvertido. Un primer estudio del Cedex, centro de experimentación en obra pública dependiente del Gobierno central, lo cifraba en 600 metros cúbicos por segundo. Sin embargo, uno más reciente realizado por Tragsatec para la Junta de Andalucía dividía el tramo urbano del río en cuatro tramos, marcando como hitos el Conservatorio, el puente de La Palmilla, el arroyo de Los Ángeles y desde ahí hasta la desembocadura. Las referencias máximas para cada división eran de 310 metros cúbicos por segundo, 360, 400 y 140 respectivamente. Eso facilitaría sobre el papel el proyecto de los puentes plaza propuestos por el Ayuntamiento.
El proyecto más ambicioso fue el anunciado en 2000, pero suponía un coste de 500 millones de euros y dos complejas estructuras que desviaban el cauce: sendos túneles con una pendiente apreciable hacia el sistema Viñuela y hacia la zona del Peñón del Cuervo. El programa se completaba con media docena de parques periurbanos para reforestar el entorno y diques y actuaciones en los cauces subsidiarios.
Después, llegaría el concurso de ideas de la Fundación Ciedes, en el que se alzó ganador un proyecto del arquitecto José Seguí que, a modo de síntesis, abría el cauce a usos ciudadanos, mejoraba el tráfico en los laterales y trataba de manera ambiental y paisajística las riberas.
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El tramo urbano del Guadalmedina tiene una longitud aproximada de 6 kilómetros y una pendiente desde la presa hasta la desembocadura de unos 40 metros. Salvar dicha pendiente es otra de las dificultades técnicas del proyecto que se desarrolle.
El régimen de explotación del embalse también es un factor clave. Actualmente, permite un llenado máximo a cota 104, con lo que quedan 5 metros de resguardo con respecto al aliviadero, situación que nunca se ha alcanzado.
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