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La práctica de test a casos sospechosos es la llave para evitar la expansión del virus. Ñito Salas
Así trabajan los rastreadores: «Te llamamos porque has estado en contacto con un contagiado»

Así trabajan los rastreadores: «Te llamamos porque has estado en contacto con un contagiado»

Su labor, centrada en localizar a los contactos de los nuevos positivos para frenar la transmisión del virus, resulta básica en la desescalada

Lunes, 1 de junio 2020, 01:18

Son los responsables de seguir la pista del coronavirus. Su trabajo resulta fundamental para avanzar en la desescalada y evitar rebrotes que podrían devolvernos a la casilla de inicio. Los rastreadores de contactos llevan semanas vigilando a los nuevos contagiados y sus entornos. Tras el primer zarpazo de la crisis sanitaria, cuando no había más objetivos que salvar vidas, sobrevino la necesidad de la detección precoz. Cualquier foco descontrolado entraña el riesgo de tirar por la borda el trabajo de estos meses. Basta una cena, un reencuentro en casa o una reunión de trabajo. Ya ha ocurrido en Lleida, donde una fiesta de cumpleaños disparó la incidencia de la enfermedad hasta impedir su pase a la fase dos. Aquí es donde entran en juego estos investigadores sanitarios, que se dedican a localizar a los contactos de las personas que han dado positivo para aislarlos en caso de que sea necesario y arrinconar el virus.

Su labor requiere conocimientos epidemiológicos, intuición y habilidades sociales. El rastreo comienza con una entrevista al nuevo contagiado: qué ha hecho en los últimos días, con quién y dónde ha estado, qué medidas de higiene y protección ha utilizado... Es importante que expriman cada detalle para averiguar posibles transmisiones, pero con el tacto suficiente como para que la persona interrogada no se sienta intimidada. Lo explica uno de los rastreadores que trabaja en Málaga. Es enfermero en un centro de salud, pero no quiere hacer público su nombre por la advertencia del Servicio Andaluz de Salud (SAS) sobre las consecuencias que podría acarrear a sus trabajadores hablar con los medios: «Lo primero que hacemos es plantear si el rastreo es abarcable. Si se han producido cientos de contactos estrechos, tendríamos que remitir el caso al distrito sanitario porque sería imposible asumirlo».

La desescalada aún no permite eventos masivos ni aglomeraciones, de modo que hasta ahora todos los contagios han podido rastrearse. El siguiente paso, tras conocer con quién ha estado en contacto la persona infectada, es localizar a los casos sospechosos: «No llamamos a todas las personas con las que se ha relacionado, porque sería inviable. Por ejemplo, no consideramos como sospechoso a un vecino con el que se ha cruzado dos segundos en el rellano. El contacto debe haber sido estrecho, a menos de dos metros y durante varios minutos». Podría parecer que el círculo se limita a familiares y amigos, pero el abanico suele abrirse más de lo imaginado; a menudo entran también compañeros de trabajo, personas con las que se ha conversado un rato largo o hasta el peluquero. Se piden todos los datos posibles de estos contactos, a quienes se llama por teléfono: «A veces tiramos de la base de datos de Andalucía, si no tienen su número pero te dan su nombre y su apellido. Si no, hay que buscarlo de cualquier otra forma».

Luego se produce la llamada que nadie querría recibir: «Les explicamos quiénes somos, cuál es nuestro trabajo y que estamos intentando detectar casos de coronavirus que pueden pasar desapercibidos. Hay que tener tacto para no alarmar a nadie, pero incluso así suele ser violento». Limado el susto inicial, empieza el cuestionario epidemiológico, con preguntas relacionadas con la aparición de síntomas, como fiebre, tos o dificultad para respirar. En caso de que alguna respuesta sea afirmativa, o si el contacto ha sido extremo (por lo general, convivientes), el rastreador ordena la práctica de un test y el aislamiento hasta conocer el resultado. Si da positivo, el encierro se prolongará hasta que una nueva prueba, realizada normalmente dos semanas después, confirme que la infección ha desaparecido. Mientras tanto, el contacto pasa a engrosar la lista de contagiados y el centro de salud correspondiente se encarga de su seguimiento telefónico, salvo que el cuadro clínico se complique y sea necesaria la hospitalización.

Descartada la inmunidad de rebaño, después de que el estudio de seroprevalencia del Gobierno revelase que apenas el cinco por ciento de la población ha pasado la enfermedad, el trabajo de los rastreadores resulta imprescindible para controlar la expansión del virus en la llamada nueva normalidad. Su presencia en el sistema sanitario no es nueva. Ya han seguido el rastro de otras enfermedades infecciosas como el ébola o el sarampión, esta última por cierto resucitada por los antivacunas, pero España nunca había necesitado destinar tantos recursos económicos y humanos a esta tarea, en manos de las comunidades autónomas. La Junta de Andalucía anunció hace una semana que más de 8.000 enfermeros de atención primaria se dedicarían a rastrear posibles contagios, pero en muchos centros de salud ni siquiera se ha activado el protocolo. Y donde ya han comenzado a trabajar, como adelanta el rastreador contactado, saben que harán falta «muchos más refuerzos» para mantener vigilado al virus que ha cambiado la historia.

«No sé por qué me eligieron»

«Aún no sé por qué me eligieron. Tampoco me lo han explicado. Me gusta la informática e imagino que tiene algo que ver. O igual ha sido por la veteranía». Habla el rastreador contactado por este periódico. Pese a que su trayectoria se cuenta por décadas, nunca había trabajado para el servicio epidemiológico. Durante veinticinco años fue enfermero en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), antes de pasar a atención primaria, donde lleva más de diez años. Cuando se decretó el estado de alarma, los centros de salud activaron la telemedicina, con la mitad de sus plantillas atendiendo consultas telemáticas desde casa: «Hubo que descargarse un programa y me designaron guía para poner en marcha el plan informático entre los compañeros. Luego me llamaron para rastrear contactos».

En estos primeros días de rastreo, lo que más le ha llamado la atención es la disparidad de contactos entre unos contagiados y otros: «Hay personas que se mueven mucho y en dos días pueden contaminar a cuarenta personas y otras que apenas han salido de casa y como mucho pueden haber infectado a su pareja o sus hijos». En caso de que se produzca un repunte de casos, este sanitario considera que el impacto sería menor: «No nos cogería tan desprevenidos. La mayor parte de la gente está concienciada, aunque haya algunos que salen sin mascarilla». Recomienda «mantener las medidas de higiene y la distancia social» al menos hasta que haya una vacuna: «Es un virus nuevo. Cada día conocemos algo diferente. No sabemos cómo se comporta a largo plazo, pero hemos comprobado que es más contagioso que otros virus». Ahora está en sus manos, y en las de otros miles de rastreadores y la responsabilidad de todos, mantenerlo a raya.

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