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Todos pueden presumir de un expediente académico sobresaliente. Pero no lo hacen. Les une el esfuerzo y la pasión; la disciplina y un pundonor que no conoce límites. Pero también la solidaridad, la iniciativa, su espíritu emprendedor, su compromiso con las causas justas, la rebeldía ... y haber invertido cuatro años en una carrera universitaria, en la que han aprendido conocimientos y han practicado ser buenas personas. Han esquivado incertidumbres y superado miedos. Estudiaron para abrirse camino en el mercado laboral, pero nunca fue su propósito ser los mejores. Simplemente, hicieron lo que les gustaba y lo lograron.
Ahora, Andrea Pilar Martínez Orosa, Pablo Aguilar Orellana y Carlos José Enamorado Rodríguez, todos ellos graduados en la Universidad de Málaga (UMA), y el malagueño Jacinto Gutiérrez Lorca (Universidad de Granada, UGR) encabezan el ranking nacional que cada año elabora la Sociedad Española de Excelencia Académica (SEDEA) para acreditar a los mejores titulados del país. Lo son por sus calificaciones, pero también por un currículo personal que esta institución quiere poner en valor para atraer la atención de empresas y promover su inserción laboral. De la UMA ha habido 41 seleccionados este año, pero solo estos tres han alcanzado una de las tres primeras posiciones.
Andrea P. Martínez (México, 1998) Nº 1 Trabajo Social
El azar quiso que Andrea Pilar Martínez naciera en México, aunque con un año ya empezaba a dar sus primeros pasos por Málaga. De madre española y padre colombiano, su vida de estudiante nunca fue fácil. Sufrió acoso escolar en Primaria y en gran parte de Secundaria. Ha querido olvidar lo mucho que padeció para poder seguir adelante, pero hay recuerdos enquistados, como aquellos «vacíos» que le hacía el grupo siempre a la orden del líder cobarde. Fue buena estudiante, pero ese sinvivir le pasó factura. Sus notas bajaron y hasta su tutora de Secundaria le aconsejó que estudiara un grado de FP «porque no iba a llegar lejos».
Pero Andrea tuvo la lucidez suficiente y la madurez necesaria para hacer oídos sordos. «Es cierto que no tenía muy claro qué quería hacer, pero tampoco quería cerrarme puertas», recuerda. Así que apostó por un Bachillerato de Ciencias Sociales. «Al principio, tenía miedo a relacionarme y me costó desenvolverme, pero después hice buenos amigos y los profesores me apoyaron mucho. Fue la mejor etapa de mi vida». Fue el resurgir de una joven que hoy es la primera en el ranking nacional de Trabajo Social. Su nota media de expediente es de 8,35. «Nunca he buscado ser la mejor», zanja.
Ella se queda con otro balance, el que hace de sus experiencias personales, defendiendo los derechos de los compañeros durante los cuatro años que fue elegida delegada de clase, como miembro del Consejo de Estudiantes o como representante en la Junta de Centro y el Claustro universitario. También, ayudando a los alumnos de nuevo ingreso en el Grupo de Orientación Universitaria, haciéndoles la vida más fácil cuando empiezan la carrera. Talleres profesionales, cursos y sobre todo su voluntariado en la Fundación Harena y en Cruz Roja dibujan el perfil de una joven que, pese a los palos que le pusieron en la rueda, se esforzó por salir adelante. «Para solucionar las cosas, tienes que hacerte escuchar. Tienes que moverte y ser activo porque nada es gratuito», sentencia. Le gusta la investigación y quizá algún día imparta clases en la universidad. Por el momento, se prepara unas oposiciones para ser trabajadora social en la administración autonómica o local.
Pablo Aguilar Orellana (Málaga, 1997) Nº 2 Ingeniería Eléctrica
Su corazón siempre estuvo dividido entre la automoción y el sector audiovisual. Ambos le entusiasman por igual, pero había que elegir qué carrera estudiar. Optó por la ingeniería como profesión (ha terminado un doble grado en Ingeniería Mecánica y Eléctrica) y la imagen como afición. Ahora, ya con su título bajo el brazo desde este pasado curso, trata de aunar ambas pasiones y está inmerso en la creación de una empresa de drones. «Quiero revolucionar la forma en que las empresas muestran su imagen corporativa», avanza este titulado de la UMA. Será su segunda apuesta empresarial, porque ya ha creado otra sociedad (Fotos para Coches) para crear contenido fotográfico y audiovisual para la promoción de vehículos de ocasión. Ambos proyectos resultan de la evolución personal de un titulado universitario que no perdió el tiempo durante el grado. Durante semanas realizó cursos en inglés sobre creación de startups, inteligencia emocional… en Polonia, Lituania, Eslovenia, Rumanía y Reino Unido; hizo un voluntariado cultural en Grecia; acreditó un nivel C1 de inglés; obtuvo una beca de investigación en el departamento de Ingeniería Eléctrica; fue reconocido por la empresa de ingeniería bilbaína Bizintek por su trabajo fin de grado (TFG), un proyecto basado en un andador para personas con movilidad reducida que, con unos sensores que medían la fuerza de apoyo, permitía evaluar el estado del usuario. Tras este reconocimiento de la SEDEA, «que es una buena carta de presentación a las empresas», Pablo Aguilar concluye que además del expediente académico (tiene una nota media de 8), no hay que descuidar las conocidas como «habilidades blandas» (comunicación, liderazgo, negociación…) y salir de la zona de confort. «Hay que exponerse a otras situaciones, porque te abren la mente y te ofrecen otra perspectiva de cómo eres y de lo que eres capaz. No hay que tener miedo; sin riesgo no hay éxito», concluye.
Jacinto Gutiérrez Lorca (Málaga, 1999) Nº 2 Sociología
Siempre le gustó estudiar el comportamiento humano. Tras acabar el Bachillerato pensó hacer el grado en Sociología pese a no estar implantado en Málaga. «Una disciplina poco conocida, pero que a mí me encantaba», indica este titulado de la Universidad de Granada (UGR). Hasta allí emprendió camino, con la incertidumbre de si habría elegido bien (no tenía referencias en su entorno) y con el pellizco en el estómago por tener que separarse de la familia y empezar solo en otra ciudad. «Quizá haya sido una de las mejores decisiones de mi vida», afirma ahora este malagueño, número dos de España en su titulación. Lo corrobora su 9,45 de nota media. De las 40 asignaturas de la carrera, 17 las superó con matrículas de honor y el resto con una calificación de sobresaliente, salvo tres notables. Y eso que le pilló la pandemia estando de Erasmus en Roma durante su tercer año de carrera. «El primer cuatrimestre pude sacarlo bien, pero el segundo fueron clases 'on line', no conocía a nadie y todo se complicó», recuerda este titulado que sopesó volverse a España, pero que finalmente decidió acabar allí. No se arrepiente.
Hoy puede acreditar un nivel B2 de inglés e italiano, aunque sus años de carrera están plagados de méritos. Ha trabajado como voluntario con menores en riesgo de exclusión social y ha sacado tiempo de donde no tenía para acompañar diariamente a personas mayores, a quienes les hacía seguimiento diario durante la pandemia. Ha estudiado con beca del Ministerio de Educación que, además, reconocía cada año su excelencia académica anual con una exigua recompensa de 100 euros extra; ha obtenido el Premio a los Mejores Expedientes Académicos de la Universidad de Granada; ha sido premiado con 1.000 euros en las Becas Santander-Progreso, y ha realizado prácticas en el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad. En la actualidad, sigue formándose en un máster en Metodología de la Investigación en Ciencias Sociales en la Universidad Complutense de Madrid. Después quiere abrirse paso en el mundo laboral y dedicarse a lo que le gusta. Siempre apostó por ello y quiere seguir haciéndolo. «He aprendido que los comienzos son difíciles, pero hay que atreverse a dar pequeños pasos porque cada granito suma y hace una montaña», asegura Gutiérrez, quien ilusionado con este reconocimiento de la SEDAE, confía en que tenga un impacto positivo cuando lo incluya en el currículo.
Carlos J. Enamorado Rodríguez (Toledo, 1999) Nº 3 Marketing
Nació en Toledo, ha vivido en Cádiz, pero se vino a Málaga para estudiar. La tierra y la familia tiraban demasiado como para apostar por otro destino. Hizo el Bachillerato Científico-Tecnológico con la idea de elegir una ingeniería o el grado en Matemáticas. Pero lo cierto es que siempre estuvo indeciso y, al final, se matriculó en Marketing. Fue su gran apuesta y acertó. Lo mismo sacaba matrícula de honor en Matemáticas que en Derecho Civil, gracias en gran parte a su profesora Belén Casado. «Con ella, no era estudiar un artículo tras otro; planteaba casos prácticos y propiciaba el debate. Aprendí muchísimo», reconoce este titulado de la UMA. Aquellas clases avivaron la curiosidad que siempre le caracterizaron. La carrera en Málaga se le quedaba corta y amplió horizontes durante los veranos. Primero en Brasil, donde trabajó como voluntario con niños de las favelas; después lo haría como socorrista en un parque temático de Arkansas para mejorar su nivel de inglés y, por último, hizo su tercer año en Polonia con el programa Erasmus. «Estas experiencias me han permitido conocer otros idiomas, culturas y personas y ser consciente de lo que tenemos en España. Me ha dado una visión de 360º y grandes habilidades sociales». Pero, ¿lo valoran las empresas? Este egresado cree que no lo suficiente y no tanto como en otros países. «Las empresas están dispuestas a pagar por conocimientos técnicos y en una ingeniería se puede entender, pero en mi sector, no. Esas habilidades cuesta adquirirlas y no siempre se tienen en cuenta; no todo puede ser la experiencia laboral». Pese todo, confía en este reconocimiento: «Presentarte a una empresa como el tercero de España debiera ser una ayuda».
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