Solares desolados

El paseo por los alrededores de la calle Chinchilla y las traseras del Museo del Vidrio descubren una ciudad por la que se transita poco, pero con muchas posibilidades por su cercanía al Centro de Málaga, y donde los solares, muchos, son la estampa habitual. Las ediles, justo pasan por uno de ellos debidamente vallado, y que ahora tiene uso de pista deportiva de mini-basket. Una buena opción mientras sus dueños lo venden o deciden construir. Sobre este particular, ambas concejalas, que curiosamente se encuentran en su camino con los responsables del Instituto Municipal de la Vivienda (IMV) lo tienen claro. Piden que se cumplan las ordenanzas y que se obligue a los propietarios de solares abandonados a que los mantengan en condiciones adecuadas, y requerirles que se puedan llegar a acuerdos para acometer este mantenimiento por parte del Ayuntamiento siempre y cuando se dediquen a usos vecinales ante la carencia de espacios públicos de ocio y esparcimiento en un centro histórico en el que las plazas y jardines son excepción.

Entre sus objetivos, que se restaure por fin la casa de Cánovas del Castillo, que es la promesa que se renueva cada ciertos años, pero que siempre se queda en el aire, como subraya la concejala Remedios Ramos, quien añade que el centro de cerámica medieval en San Felipe Neri, junto al Museo del Vidrio, crearía una zona dedicada al arte y la artesanía en un espacio que necesita un empuje para regenerar urbanísticamente la zona.

Ramos recuerda el espacio dedicado a las fallidas tecnocasas, «que eran una buena idea, y que no se ejecutaron por falta de voluntad política; lo importante que era haber realizado una actuación, con la preponderancia después del confinamiento que se le está dando al teletrabajo», a lo que añade que la actitud del Ayuntamiento ahora diciendo que van realizar alojamientos, sin especificar exactamente de qué tipo «provocó que votásemos en contra».

Para Macías, lo esencial es que estos solares tengan plan de uso vecinal, una iniciativa que ya han llevado en alguna ocasión a pleno, con el objetivo de que estas parcelas sirvan de esparcimiento para los ciudadanos, y que mientras que no estén construidas, tanto públicas como privadas –en este último caso, a través de convenios– puedan tener otros usos temporales para parques infantiles con elementos que no tengan que ser necesariamente perennes, sino más bien zonas de juego y espacios verdes o huertos urbanos, que están tan demandados. «El hecho es que con microactuaciones de bajo coste, los vecinos puedan disfrutar de su entorno con banquitos de madera y mesas al igual que se está haciendo por ejemplo en Barcelona o en Gerona. En estos últimos tiempos nos hemos dado mucha cuenta de la importancia que tiene el espacio urbano y por tanto hay que aprovecharlo para disfrute de los ciudadanos», puntualizaba Macías. «Claro, el uso de estos solares dinamizaría mucho la ciudad», puntualizaba Ramos, en la bajada por la calle Ollerías, donde en los últimos años se han restaurado algunos edificios, aunque aún queda tarea.

Pese al ruido lejano de las bombas y la llegada de refugiados ucranianos a la Península, y concretamente a Málaga, solidaria, donde a buen seguro tendrán una completa acogida, La Tierra sigue su curso y las estaciones se completan. En el invierno todo se ve desde otro prisma, más gris, como esa frialdad en la que se sumen los termómetros. La llegada de la primavera, que ya está aquí, es la explosión de la vida en toda su inmensidad: brotan las flores, las aves cruzan el Estrecho, los reptiles salen de su escondite y el mundo animal se perpetúa reproduciéndose. Ser consciente de los tonos y la viveza que regalan las flores es una forma más de disfrutar de la vida, ahora en modo triste y silente en medio de una pandemia y una guerra. La entrada de la Casona rebosa de luz y color al lado de las cicas y las aves del paraíso gigantes. Un ornamento que se agradece entre tanta pena.