A principio de verano llegaba la primera queja sobre la situación de La Virreina. La hacía Maribel, una lectora habitual de SUR que veía como un contratiempo iba convirtiéndose en un problema mayor y muy molesto: «Un lugar que antes era para pasear y hacer ... deporte, hoy es una zona de botellón, y es por ello que estamos preocupados e indignados. Los adolescentes se reúnen incluso entre semana, y estas fotos que os mando son el resultado de una fiesta del lunes en la que incluso llegaron a hacer fuego, lo que originó que incluso vinieran los bomberos y la policía por las llamadas de los vecinos» explicaba en su denuncia.
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Pocos días más tarde, a mediados de julio este mismo periódico advirtió sobre la quema de una moto en los mismos aledaños de los que se hablaba en la queja anterior. Comenzaba a haber un patrón de actos vandálicos. Hace unos días, en los que se explicaba que se ampliaría la información, otro residente habló sobre el mismo lugar: «Acaban los días de playa y empiezan los actos vandálicos en La Virreina. No estaría de más que las autoridades se personasen en la zona los fines de semana para controlar, al menos, a los que rompen las papeleras para hacer hogueras con sus tablas o, como en la foto, a los que las rompen para fabricar columpios».
Más tarde, vuelven a llegar fotos de la situación del mirador de La Virreina, que sin duda, se ha descontrolado en los últimos meses siendo refugio de malos hábitos que parecen no tener fin.
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