Segundo ataque de un perro de indigente en pleno Centro de Málaga en lo que va de año

«Imagínate que llega a pasar con un niño». Era el comentario de una de las espectadoras del ataque que protagonizó el perro de un indigente el pasado sábado 11 de enero, tras abalanzarse sobre el can que paseaba tranquilamente una pareja por Puerta del Mar, en pleno Centro de Málaga. Pero no era una suposición, la madrugada del día 1 de enero, en calle Nueva, un niño de 9 años sufría el ataque de otro perro, que también vivía en la calle con su dueño. A escasos metros, pocos días después, se suma el segundo ataque de animales que viven en la calle.

Eran las doce del mediodía de un sábado soleado, cuanto un grito quebraba la paz postnavideña en Puerta del Mar. Carlos y Cristina (que consideran no desvelar su verdadera identidad) pasean con su perro, Hermes, un galgo negro de raza tan imponente como asustadizo. Desde la otra esquina de la calle, un perro cruce de mastín de color tostado, se lanza contra Hermes. Su dueña tira de la correa, pero las varias dentelladas que el perro lanza al aire al menos una alcanza una de las patas traseras del galgo.

La Policía Local, ante la llamada de Carlos y Cristina, se persona para levantar acta de lo sucedido. «Lo que no entiendo es cómo un perro de gran tamaño está en esas condiciones: suelto, sin bozal y viviendo en la calle vaya usted a saber cómo», dice Cristina a este periódico. «¿No pasa la policía por aquí y lo ve a diario?», añade Carlos. Reinciden en la idea de que ha sido a un perro, «pero imagínate que pasa con un niño, o con un anciano».

Quien aseguraba ser propietario del perro, se acercó en varias ocasiones a Cristina. Nervioso le repetía «lo siento, se me ha escapado». Cristina se pone en su lugar: «Entiendo que es un mal trago para él, pero imaginen para nosotros». Un grupo de curiosos y también de comerciantes de la zona se arremolinaba entorno al charco de sangre que dejaba Hermes. «No lo entiendo, siempre ha sido un perro tranquilo», decían un par de ellos. «¿Cómo el vecino que siempre te saluda en el ascensor?», respondía un peatón. A día de hoy, el perro atacante lleva bozal.

La visita al veterinario, donde hubo que reparar incluso el músculo del animal con una intervención que requería sedación, les ha costado 200 euros. «Vamos a formalizar la denuncia este fin de semana, aunque ya nos han advertido los propios policías que serán insolventes y nadie nos devolverá este dinero», añade Cristina. Pero quiere que conste la reclamación, «al menos para la estadística». Dos casos de ataque de perros, ambos de indigentes, en apenas 10 días. «Alguien debería hacer algo ante esta situación».

Este miércoles Hermes vuelve al veterinario; «Se ha abierto la herida, porque un galgo tiene muy poca piel», explica Cristina. Una nueva intervención, más gasto. Y hay otra herida que no volverá a cerrar. «Pasamos años educando a Hermes porque es asustadizo y esto ha hecho que comencemos de cero: no quiere salir a la calle, no quiere saber nada de otros perros». Eso también tiene un coste. «Este mal está hecho: que no tengamos que lamentar algo peor», es lo único que desean.