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Una beca la trajo hace una década hasta la Universidad de Málaga (UMA), donde terminó el grado en Educación Social. Con su título bajo el brazo, regresó a su Soria natal, pero ya nada fue igual. Quedó marcada por el clima, la gente y la ... calidad de vida de Málaga y en tres meses estaba de vuelta. Lo hizo sin contactos y sin dinero, pero confió en ella y supo forjarse un futuro. Ahora, Sara Jiménez (Soria, 1989) es la que ayuda a muchos jóvenes a creer en ellos, a que pueden con todo lo que se propongan y a descubrir el potencial que tienen. Desde el pasado septiembre lo hace en el servicio gratuito de 'coaching' que ha impulsado el Ayuntamiento de Málaga para adolescentes entre 14 y 25 años con crisis personales de familia, estudios, pareja o adicciones.
–¿Qué falla cuando un joven acude a una sesión de 'coaching'?
–Muchas cosas, aunque no debería fallar nada para querer asistir a un taller. Tendría que ser una actividad normalizada hablar con un profesional de la ayuda, ya sea 'coach', terapeuta o educador social, pues conocen las estrategias para que uno se conozca y pueda elegir el mejor el camino.
–Aunque el 'coaching' está tan de moda, ¿es lo que realmente necesitan los jóvenes?
–Este concepto del 'coaching' juvenil funciona, porque las personas necesitan otro punto de vista, conocer otras perspectivas y otras pautas que generen hábitos nuevos. Les mando ejercicios para que vean que con un poquito que cambien su forma de actuar generan un nuevo hábito. También necesitan que los escuchen de forma individualizada y con intención de generarles bienestar.
–¿Hablamos de un 'coach' cuando en realidad queremos decir un psicólogo?
–Creo que son cosas diferentes, porque en psicología se abordan problemáticas más graves y arraigadas, como traumas o depresiones, mientras que un 'coach', aunque hace terapia tiene que ver más con los hábitos de vida saludables. Lo ideal es hacer 'coaching' cuando alguien está bien para sacar todas sus potencialidades y que pueda llegar más lejos, aunque lamentablemente vienen cuando ya tienen la crisis personal encima.
–¿Cómo se le hace creer a un adolescente que se puede comer el mundo?
–Lo importante es que te vean como a un igual y ahí mi apariencia ayuda mucho para lograr que se abran. Luego trato de centrarme en la psicología positiva aplicada, que se vuelca en los éxitos, de forma que piensen en la última vez que sufrieron un problema y recuerden que lograron superarlo y cómo lo hicieron.
–¿Cómo pueden ayudar los padres?
–Hay muchos jóvenes que me comentan a lo que quieren dedicarse, pero que sus padres les dicen que opositen. Ahí me centro, en que descubran su sentido de vida, sus valores, sus potencialidades, dónde se ven en un futuro y qué persona quieren ser. Eso choca muchas veces con lo que los padres desean o esperan de sus hijos y conduce a que tengan serias dudas sobre lo que quieren ser, precisamente por todas esas interferencias. Por eso, yo les diría que si inducen a sus hijos a algo que sea a centrarse en sí mismos no en lo que ellos quieren para ellos. Tienen que creerse que pueden ser las personas que quieren ser. No pueden estar pensando que nunca es el momento adecuado, ni que carecen de los recursos, ni los estudios ni el dinero ni el apoyo adecuado. En algún momento hay que empezar y cuando tomas conciencia de que algo te mueve y que deseas otra cosa, eso se convertirá en el motor y la motivación para alcanzarlo.
–¿Qué parte de culpa tiene la sobreprotección familiar y las redes en las inseguridades de los jóvenes?
–Cuando te dicen siempre lo que tienes que hacer y cómo, la persona se aleja de sí misma. Por eso, la introspección personal es tan importante, preguntarse cosas tan esenciales sobre cómo somos y qué queremos. El camino de vida lo tiene que elegir uno mismo.
–¿El fracaso es una losa demasiado pesada para los jóvenes?
–Hay muchos preocupados por el futuro con un enorme nivel de autoexigencia que no les permite disfrutar de nada y al final sienten frustración. Muchos vienen con creencias limitantes que les impiden conseguir lo que quieren y eso hay que trabajarlo.
–Y ¿cómo se combate ese pensamiento negacionista?
–Les demuestro que pueden hacer algo porque en otros momentos de su vida ya lo consiguieron. Les ayudo a recordar cuándo tuvieron un éxito. Es muy importante que se paren a pensar en el momento que tienen el pensamiento negativo o una reacción agresiva. Si logran detener esa inercia, luego actúan de otra forma distinta a como lo hubieran hecho inicialmente.
–¿Se debería enseñar a gestionar la frustración igual que leer y escribir?
–Es fundamental. Todo lo que tiene que ver con la gestión emocional se toca ahora en talleres puntualmente, pero deberían ser asignaturas en los colegios. Muchos jóvenes van por la vida desorientados, porque les falta autoconocimiento y necesitan de alguien que les ayude a pensar. En autoestima, los jóvenes se suelen suspender, no se valoran en absoluto y ante la pregunta cómo se sienten, no saben qué contestar más allá de bien o mal.
–Y, ¿no es contradictorio que una generación tan formada tenga tantos problemas de autoestima y carezca de habilidades sociales?
–Antes también te decían qué tenías qué hacer. Ahora hay más opciones, más información, más oportunidades pero te alejan de lo que realmente quieres hacer. Hay tanto que te desorientas más; es más difícil focalizar.
–¿Cuesta que se abra el joven?
–Cada sesión de 'coaching' me hace muy feliz, porque sí veo en quienes vienen que se abren. Hay quien viene el primer día y lo comparte todo, aunque a otros les cuesta expresar con palabras lo que les ha pasado. .
–¿Casos graves que haya tenido que derivar a otros especialistas?
–Por ahora no, pero hay colaboración con otras instituciones por si hubiera que hacerlo. Ahí mi papel sería de filtro.
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