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Surfistas en la playa de El Palo. Francis Silva

Un sábado de olas en Málaga: ¿por qué nadar si puedes surfear?

Una mar alborotada ha llevado a numerosos aficionados a la tabla a las playas, que se han llenado esta mañana de trajes de neopreno

Sábado, 24 de abril 2021, 14:15

El sábado ha amanecido en Málaga con fuertes rachas de viento, un cielo encapotado de nubes grises y amenaza de lluvia para lo que queda de día. Lo que para la gran mayoría entra en la categoría de día desapacible, es todo lo contrario para los aficionados al surf, que han visto como las playas de la capital les han brindado unas buenas olas para practicar este deporte.

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La mañana ha dejado varias estampas curiosas que sirven para definir un poco lo que es esta actividad en las ciudades costeras. Muchos ciudadanos centroeuropeos solo quieren aprender a surfear para tener una foto de sí mismos con una tabla, que luego sirve para subirla a las redes sociales. Pero para muchos malagueños el dominio de las olas es una pasión que les marca los días ociosos en función de si se dan las condiciones para enfrascarse el traje de neopreno o no. Porque surfear a un nivel aceptable no es algo que se aprende durante unas vacaciones de verano.

La cosa no gira en torno a cuerpos bellos y bronceados, que se pasan todo el día relajados en la playa luciendo bañadores de Roxy o Quicksilver. Sino más bien de lo que este deporte puede conseguir para conectar a los malagueños con su elemento. Las imágenes que acompañan esta información cuentan la historia de jóvenes que acuden a una escuela de surf, que quieren aprender la técnica que les permite mantener luego el necesario equilibrio. De adultos y personas mayores que también se suman a la batalla contra los elementos.

Desde la panorámica que ofrece la zona en la que se encuentra el club náutico El Candado, varias personas se han congregado para contemplar el espectáculo visual que ofrece esta lucha acuática para quien lo ve desde fuera. Permite observar como la fuerza de las olas sumerge a los surfistas una y otra vez por debajo de agua, los arrastra hasta la orilla, donde las piedras afiladas raspan en la planta de los pies. Como vuelven otra vez a las andadas en busca de un nuevo intento. Hay un justo equilibrio entre tener paciencia y calcular cuánto queda hasta acabar con todas las fuerzas.

Algunos logran ponerse de pie y enseguida caen otra vez. Otros alcanzan mantener el equilibrio y trazan bellas líneas. Pintores sobre una superficie líquida que siempre se recompone. La inercia de ola se acompasa con controlados golpes de cadera.

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En la otra punta, otro grupo de jóvenes hace ejercicios en seco, cada uno encima de su propia tabla, que descansa sobre la húmeda arena. Un instructor con gafas de sol y gorra, de las que dan bien en los catálogos, les pide que realicen los movimientos necesarios para salir airosos de una ola.

Los jóvenes obedecen y realizan la trilogía del surf: bracear mientras que se está tumbado bocabajo sobre la tabla hasta dar con el punto en el que la ola rompe, impulso seco para ponerse de pie y equilibrar luego con los brazos estirados como si fueran los parabrisas de un coche que van y vienen. El toreo de salón en El Palo se hace con tablas, pero sin trastos. 

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